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Enrique Agüera Ibáñez
En esto creo
Rector de la BUAP
Elisa Vega Jiménez
Mientras la Universidad me lo permita, y mientras los universitarios estén de acuerdo, yo espero seguir sirviendo a la Universidad, y desde la Universidad. Sin embargo, estoy convencido de que para servir ni siquiera se necesitan puestos, o por lo menos no los que todo mundo quiere. Antes de ser rector traté de servir: primero como estudiante —por eso me involucré en las causas universitarias; por eso milité—, después como profesor: en el proceso de formación de nuestros estudiantes y más adelante en las otras responsabilidades públicas que he tenido dentro y fuera de la Universidad.
¿Qué sigue una vez que termine mi tarea en la Universidad? Pues, seguir sirviendo. No está en mi mente, y mucho menos en mi preocupación, el pensar en dónde. A mí lo que me queda claro es haciendo qué.
La mejor forma de construirse un futuro es siendo el mejor hoy en lo que te toca hacer. Eso te abre las puertas eventualmente a mejores posibilidades. Siempre hay oportunidades, que se presentan de una u otra manera. La clave es aprender a observarlas, identificarlas y tener las herramientas para aprovecharlas cuando lleguen. Por eso vivo con una profunda intensidad mis retos presentes y no dejo que nada me quite el sueño. Así he sido siempre.
El liderazgo no es para empoderarse, es para servir, lamentablemente muchas veces se pierde de vista. Cuando alguien tiene el privilegio de encabezar y de orientar el rumbo de un segmento social debe asumir que el origen de esa posibilidad de liderar descansa en la confianza que los demás tienen en él. Por eso un líder debe tener una gran vocación, compromiso, una gran pasión, una gran entrega: siempre debe de estar a la disposición del proyecto que traiga consigo el bienestar y las mejores condiciones de aquellos a los que se debe, y nunca debe creerse lo más importante, aunque las circunstancias lo hagan parecer así.
Soy perro callejero y nadie me cuentea, ni en el espacio académico ni en el vivencial. Yo siempre le digo a los estudiantes que la mejor manera de formarse es combinando el aprendizaje científico con el que te ofrece la vida cotidiana, en la calle. Yo puedo decir, con mucha satisfacción, que soy producto de esa mezcla.
Una crisis puede complicarte tu vida material pero si conservas tu prestigio como persona, en cualquier momento y en cualquier circunstancia, puedes salir adelante. Eso significa intentar siempre ser buenas personas, dar lo mejor de nosotros, ante los que nos debemos, esmerarnos por hacer valer nuestra palabra, ser honestos y atender con vocación las responsabilidades que se nos van presentando. También le digo a mis hijas que estudien mucho, que se preparen, porque no basta con querer ser bueno y querer hacer las cosas bien, hay que tener las herramientas para poder hacerlo. Y les he inculcado también mucho amor a la familia.
Siento una profunda admiración por el liderazgo de Gandhi. Creo, como él, que se puede hacer mucho por aquellos a los que se debe, utilizando el diálogo, nuestra capacidad para razonar y para convencer; rechazando, bajo cualquier circunstancia, el uso de la fuerza y de la violencia.
Una de las cosas que más dañan a la felicidad son las obsesiones. Soy un convencido de que lo más importante en la vida es la búsqueda de la felicidad: me paro todos los días tratando de ser feliz, y así me duermo también. Por supuesto no soy conformista —no estaría donde estoy—, soy apasionado con lo que hago; muy comprometido. Soy un hombre que sueña, que crea, que transforma, y me entrego con una profunda convicción a mis responsabilidades. Eso me genera una gran confianza en el futuro.
Tuve una infancia muy feliz, muy estable. Nunca supe lo que era una crisis familiar, al contrario crecí en una familia amorosa con muchos valores; muy cerca de mis abuelos paternos y maternos, de los hermanos de mi papá, de mis primos. Así que mis recuerdos siempre me trasladan a mi casa, al espacio donde crecí con mis padres y mis hermanos. Y todo esto siempre con mucho agradecimiento a Dios por concederme la dicha de haber nacido en un extraordinario seno familiar.
No podemos dejarle nuestro futuro a eso que llaman destino o suerte. Creo en Dios y en que nuestras capacidades tienen un límite pero, también en que hay que dar lo mejor de nosotros y creer en lo que somos capaces de lograr.
Hay que hacer de lo que tenemos lo más valioso porque no hay peor cosa que vivir insatisfecho. Si conviertes tu realidad en una donde siempre vas a estar maldiciendo y quejándote, y haces de lo que otros tienen tu aspiración principal, seguramente nunca vas a estar satisfecho —y que conste que no se trata de no tener sueños, ideales y aspiraciones—, sino de que aprender a ponerse límites. Por lo menos así yo vivo.
Para mí significa un privilegio tener la oportunidad de servirle a la Universidad en la que nací. Me tocó vivir todos los movimientos importantes que tuvo la Institución en su proceso de transformación, desde mi ingreso a ella. Fui estudiante de preparatoria, de licenciatura, profesor durante 13 años, director de la facultad de Administración, que es en la que me formé, vicerrector, secretario general. Así que he vivido muy intensamente y con una gran vocación y compromiso mi oportunidad de ser rector.
Que le pase algo a mis hijas es un temor con el que vivo, como todos los padres. Cuando tienes un hijo ya no vuelves a dormir tranquilo nunca, me dijo alguna vez mi papá, y cuánta razón tuvo, porque uno es papá hasta que se muere: si chillan, si les duele, uno chilla con ellos.
No me he quedado con nada. Lo peor que nos puede pasar es que un día digamos: “si hubiera hecho, si hubiera dicho, me faltó dar el último jalón…” No. Se ha conseguido lo que ha sido posible y en ocasiones, si no, lo imposible, lo impensable, a partir del máximo esfuerzo. Seguramente también me he equivocado pero, hemos dado una gran lucha, donde los universitarios y los maestros son los verdaderos combatientes, los verdaderos ganadores.
La mejor posibilidad de caminar sin sentirse solo —y la soledad muchas veces pesa— es apoyándose en la familia y en los amigos. Soy de los que piensan que no se puede hacer nada solo, quien crea que solo puede enfrentar todos los retos y todos los problemas que presenta la vida, está equivocado.
Cuando consigo robarle un poco de tiempo al trabajo me dedico fundamentalmente a mis hijas. Soy una persona poco complicada: me gusta convivir mucho con mi familia, cuando puedo, me reúno con mis amigos, voy al cine —aunque no soy mucho del cine, soy más del teatro, los conciertos; me gusta leer novelas— tengo muchas favoritas, una de ellas es “Arráncame la vida”. Me gusta todo lo que tenga que ver con el arte, con la cultura.
Fui un estudiante que siempre supo lo que quiso: que mostró su propósito de ser líder, de encabezar los proyectos. Lo mismo era el que echaba el volado y decidía quienes integrarían el equipo de fútbol, que el jefe de grupo. Muchas veces liderando movimientos políticos y sociales en la Universidad —junto con mis profesores— participando de muchas coyunturas importantes pero siempre tuve claro que había que estudiar y me comprometí con eso.
No hay ningún sacrificio cuando se tiene la voluntad, la pasión y el deseo de servir a la Institución, a la que le debes todo. Es cierto que he debido dejar la vida privada a un lado y que eso ha tenido implicaciones en mi relación familiar, en mi tiempo libre, pero es parte de la vivencia, del reto que significa asumir una tarea pública y una responsabilidad social como esta.
Me tocó asumir la responsabilidad de ser padre y madre a la vez. Enviudé cuando la más chica de mis hijas tenía dos años, la de en medio cinco y la grande 11.
Mucho tiempo jugué y fui un apasionado del fútbol, sin embargo, hoy mis responsabilidades sólo me permiten hacer ocasionalmente ejercicio en el gimnasio y caminar. Yo le voy al Puebla, a los Lobos, y desde muy niño, al Cruz Azul —soy de la generación del Superman Marín, y de ese equipo que fue tricampeón—.
He aprendido a escuchar mucho, a ser tolerante, a ser incluyente, a entender que uno no tiene nunca el monopolio de la verdad, y que lo que realmente importante es lo que la comunidad desea, a respetar la vocación crítica de la Universidad y a convertir a todas las voces en un factor que permita encontrar las coincidencias necesarias para dar solución a los retos que enfrenta la Universidad.
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