Hipólito Contreras


En esto creo


Periodista, colaborador de CAMBIO desde 1979


Elisa Vega Jiménez

 

Miguel Campos Ramos me dijo que si quería trabajar en Cambio como corrector, él iba a dejar ese puesto. Al otro día me presentó con don Gabriel Sánchez Andraca, quien sin cuestionarme tanto, me dio el trabajo de corrector de galeras.

 

El periodismo me ha permitido subir a lo más alto de la montaña para mirar desde ahí el mundo; contemplarlo, maravillarme de él o entristecerme, comprender por qué los hechos, por qué lo malo y lo bueno del ser humano, por qué sus actitudes; el papel de sus gobiernos, los modos de vida, los sistema políticos, las justicias e injusticias, la legalidad y la desigualdad, la pobreza en muchos y riqueza en pocos.

 

Cambio nació con el objetivo de informar para servir, informar para coadyuvar en la solución de los problemas sociales. En esto, Cambio —estoy seguro— sigue la misma línea y propósitos desde su fundación. Es cierto que todo evoluciona con el tiempo y, por supuesto, Cambio lo ha hecho y ha sido positivamente.

 

Todo el relato, análisis y denuncia del caso Lydia Cacho, tuvo un gran parecido, con un reportaje valiente —de Sergio Mastretta— que Cambio publicó en los ochenta, sobre la cruda pobreza que se vivía en la Sierra Norte de Puebla. Lo que hoy tiene Cambio es una nueva generación de periodistas formados en las universidades pero, tan capaces como lo fueron los empíricos comunicadores de aquellos años.

 

Nunca me había planteado, o propuesto, llegar a un medio de comunicación, mi meta nada tenía que ver con el periodismo —yo estudié Letras hispánicas en la UAP—. A Cambio llegué por casualidad en mayo de 1979.

 

Hoy Cambio, se ha convertido nuevamente en un referente informativo, por su calidad de información, de análisis y de opinión. Esta nueva generación de comunicadores no se mide a la hora de sacar a la luz pública los hechos. La gente, los lectores siguen con interés las páginas del diario, por ejemplo, el seguimiento a escándalos políticos como el de Lydia Cacho —que mantuvo en suspenso a Puebla— mantienen la expectación de los lectores.

 

De Cambio criticaría sus excesos: que insista tanto en la crítica hacia un personaje. Ese machacar y machacar llega a volverse tedioso y hace que el lector pierda interés. Le reconocería la valentía e inteligencia de sus comunicadores, su autonomía para decir las cosas, y ese esfuerzo por ser independientes al poder político.

 

A Antonio Juárez Burgos, un periodista formado en la práctica y la lectura, le debo esos pequeños detalles que hacen grandes a los comunicadores, de Nicolás Dávila Peralta, también mi maestro universitario, aprendí lo sencillo pero agudo en su crítica y análisis. Y por ¿por qué no? También reconozco la enorme experiencia y la vasta información que tiene nuestro director, don Gabriel Sánchez Andraca.

 

Mario Alberto Mejía es un comunicador valiente, héroe de mil batallas, su conocimiento del idioma es formidable, me gusta su estilo y su agudeza. Otro a quién admiré fue José Luis Ibarra Mazari: era un verdadero encanto escucharlo; fue un maestro de la crónica y el análisis.

 

No me gusta, ni me convence el estilo de Javier López Díaz, a pesar de que lleva muchos años en los medios. Es cierto que tiene mucha experiencia, es cierto, pero su periodismo no trasciende. No lo tomaría como ejemplo.

 

Cambio fue el referente informativo en el proceso de transformación y acomodo que vivió la universidad a finales de los setenta —aún cuando en Puebla había medios mucho más grandes e importantes, como El Sol de Puebla y El Heraldo—. En esa época, Cambio, pese a su pobreza técnica, era muy leído por los universitarios y políticos y había, como hoy, muy buenos columnistas, entre ellos nuestro actual director Gabriel Sánchez Andraca.

 

El periodismo poblano es productivo, pero no significa que sea confiable: las noticias se ven hasta debajo de las piedras; lo que se discute es su calidad, su objetividad. Hay que recordar que cada medio es una empresa y cada empresa un negocio.

 

Un buen periodista es el que, a cambio de nada, es capaz de hacer todo a favor de los demás —no el influyente que quiere todo a cambio de favores—; es aquél que asume para siempre un compromiso social, traducido en la generación de una información a prueba de mentiras e intereses personales o de grupo.

 

Trabajar en un medio de comunicación me hizo sensible a lo que sucede en mi entorno; me ayudó a comprender que tenemos mucho que aprender de cada ser humano. Hoy, a 29 años de caminar por los medios, creo tener propuestas que pudieran servir de algo para dar solución a diversos problemas que observo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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