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Juan Manuel Celis Aguirre
En esto creo
Líder estatal del Movimiento Antorchista, 59 años
Elisa Vega Jiménez
Un líder, primero que nada tiene que ser muy honesto consigo mismo, con lo que está haciendo y con la gente que representa; ser desconfiado, andarse con cuidado y, tercero, tiene que ser una gente que prefiera al peor de sus críticos que al mejor de sus aduladores, por lo tanto, debe saber aceptar la crítica.
Cada gobernador que entra, nos dice: “Miren yo quiero mucho a Antorcha…”, cuando necesita votos, “seguro que vamos a hacer diputado a Juan Celis”. Y yo pienso: si me dan la oportunidad lo veré y lo discutiré en serio con el comité. Pero que yo muera por una diputación, que yo la persiga, no. Al contrario, me preocuparía porque significa una responsabilidad.
Mi principal temor es a la revolución; un desbordamiento de las masas. Veo a un pueblo de México muy encabronado, muy desesperado. Platico con mucha gente, por el puesto que tengo, y pongo atención en lo que dice, veo venir un proceso muy difícil, muy delicado.
Va a ser una de las máximas satisfacciones realizar ese sueño de llenar el estadio Azteca en el festejo, del 35 aniversario del movimiento, bien hecho, que la gente esté contenta y que se sienta muy unida a nivel nacional.
Si uno está aquí debe saber que hay riesgos. Hemos visto cómo se ha comportado la política del país desde que se instauró el Estado mexicano hasta la fecha y lo que le ha sucedido a muchos dirigentes. Ahí está el Movimiento Ferrocarrilero, el mismo 68, el 71, aquí en Puebla está el trato que le dieron a la 28. Y uno se dice, “¿si a ellos se lo hicieron, por qué a mí no me lo van a hacer?”. Hemos cuidado de no caer en locuras porque sabemos la vía que debe seguir una organización seria es la del trabajo con la gente, de forma paciente y organizada, educando a la gente. Esa es nuestra idea.
Aquiles Córdova es uno de mi principales referentes ideológicos, él es un gran maestro del manejo de la teoría social, pese que su formación fue en Industrias Agrícolas. El es un tipo muy inteligente, muy responsable y muy dedicado, que por su cuenta y riesgo ha estudiado. A nosotros a cada rato nos sorprende porque estudia los fenómenos sociales de la historia en general, del país y, más en concreto, de los acontecimientos, vamos a decirlo así: inmediatos, es un gran teórico.
Me causa una gran satisfacción ver a muchos jóvenes engrosando las filas de Antorcha. A veces hasta me dan ganas de llorar de pura satisfacción, porque, convencer a la juventud de ahora, de que se enrole de una manera sincera y comprometida, es muy difícil. Sobre todo porque estamos dentro del PRI y mucha gente no está de acuerdo con ese partido.
Prefiero tratar con un político que hable derecho y diga: “Mira, esto no se puede y hazle como quieras”, a uno que diga de frente: “No, yo estoy de acuerdo con lo que estás haciendo”, y que por la espalda, ¡zas!, te dé la puñalada o te traiga dando vueltas y vueltas. Desafortunadamente está muy enraizado entre los políticos eso de la perfidia. Muchos incluso gozan con eso, creen que uno no adivina la jugada, que es uno tonto, y entre más engañan, perversamente se sienten más inteligentes, más realizados, eso a mí me re-patea.
Ahora me da cierta inquietud arengar a la gente para que salga, porque sé que una vez que sale ya nada la detiene. Hace 20 ó 25 años, por cualquier motivo nos encantaba hacer un escándalo: salíamos, íbamos… La diferencia es que antes éramos mil o dos mil gentes; ahora se pueden juntar fácilmente de un día para otro de 10 mil a 20 mil antorchistas, sobre todo aquí en la capital. Eso es mucha responsabilidad.
Uno de los grandes orgullos míos es que mi papá, el cardiólogo Juan Manuel Celis Ponce, se haya vuelto antorchista —y mi mamá una especie de activista del movimiento—, además que haya compuesto el himno oficial de Antorcha, que el 3 de mayo vamos a cantar todos los antorchistas durante el festejo del 35 aniversario del movimiento.
Soy muy optimista, ese es mi principal defecto. A veces soy muy tonto, creo que la gente es buena y no lo siempre es así. Me sucede mucho con políticos, platico con ellos, me hablan bien de Antorcha y luego luego se los creo. Me he llevado muchos descalabros por esa causa.
Desafortunadamente, mis hijos y yo nos queremos mucho porque nos vemos poco. Ellos nunca han estado —más que los primeros años de su infancia—, los hemos mandado a estudiar a otros lados para que se independicen, para que hagan su vida. Uno de ellos se fue a Europa solo, como a los 15 años, y sabe andar como Juan por su casa, y la verdad lo envidio porque yo nunca he podido hacerlo.
Mi único vicio es el cigarro —lo tengo desde antes de entrar a Chapingo—. Tomador nunca he sido, aunque no negaré que sí llegué a ponerme algunas borracheras en la universidad. Mi papá me decía:”Toma ahorita que estás conmigo, no quiero que te escondas y luego andes cayéndote de borracho y ensuciando el apellido”. Él tomaba con una señoría; jamás lo vi hacer una ridiculez. Y he tratado de seguir ese ejemplo.
Aprendí primero a nadar que a caminar: yo tuve un problema de poliomielitis cuando nací y una de las terapias en esa época —los 50— era la natación. Desde los diez meses hasta los 15 años recibí terapias. Tengo ocho operaciones en el pie, y gracias a ellas no cojeo mucho, pero a veces me da algunos problemas.
Mi papá nunca se avergonzó de mí, cosa que le agradezco infinitamente. Nunca me hizo sentir mal ni me trató como enfermo, al contrario, siempre me dijo: “Tú eres un gran deportista y vas a lograr muchas cosas”. Y fui campeón de natación, sobresalí en batmington, ping pong, squash. Ahora juego frontón en el Alpha con mis cuates taxistas, una o dos veces por semana, y lo disfruto muchísimo.
No me avergüenzo ni tampoco es un misterio que fui rockero. Mi papá es aficionado a la bohemia desde los 15 años y un gran maestro de la guitarra. Él me enseñó a tocar desde muy joven. Entonces un año antes de entrar a Chapingo, hice amistad con un grupo de cuatro o cinco jóvenes que también tocaban y cantaban y formamos, con el apoyo de mi papá, el grupo Los Links —era la mera época de los Beatles, Las Tortugas, Los Monkies, The Doors, Elvis Presley—. En Texcoco llegó a ser un conjunto popularísimo pero nunca salimos de ahí. Luego de dos o tres años me salí porque empecé a tener malas calificaciones en Chapingo y porque me entré a la política.
Llegué a Puebla en 1979 por una vía inusitada, considerando que era profesionista y, digamos, tenía cierto estatus social, porque nunca me rocé con las clases poderosas sino con la gente del campo, del pueblo, y entre quienes encontré verdaderos amigos y camaradas. Conozco algunos empresarios y a algunos los estimo, pero son contadísimos, como Manolito Pandal.
Soy una persona común y corriente, que vive de una manera sencilla, soy un proletario más, y hasta ahí.
Hacer política significa conjuntar todos los intereses, muchísimas voluntades y armar proyectos a partir de eso. Desde ese punto de vista, la política se me hace la ciencia más maravillosa, la que requiere de más ingenio, entrega, pasión y estudio. Lamentablemente muchos la ven como un trampolín para ser famosos, para arribar al poder, para golpear a otros y, para enriquecerse con el dinero público. De tal manera que se ha prostituido, se ha convertido en una de las actividades más despreciables y más criticadas.
¿Por qué elegí estudiar agronomía?, es una pregunta que me he hecho toda mi vida. Mis papás me animaron y yo lo hice sin mucha consciencia. Ya en Chapingo me arrepentía, porque a mí me gustan mucho la antropología y la historia, pero estando allí, no me quedó más remedio que terminar. Mi papá se hacía las ilusiones porque él tenía un rancho grande en Matamoros, Tamaulipas, pero nunca me llamó la atención. Mi inclinación era más bien por las Ciencias Sociales.
Hasta ahora no ha habido ningún gobierno que realmente apoye al campo. El campo necesita cirugía mayor para que verdaderamente produzca y eso implica una inversión muy fuerte en infraestructura, y mucha organización. Todo lo que se le ha dado al campo, desde que yo tengo consciencia aquí en Puebla, son cosas pasajeras, y ahí la llevan. El campo está muy parcializado, tiene muchos problemas de organización; los ejidos, en vez de ser un factor para el desarrollo lo frenan, y desde luego, también el minifundio. Se necesita una reforma agraria realmente a fondo que implique una nueva forma de organizar, nueva tecnología: riego, tractores, insecticidas, pesticidas, y mucha planeación.
Mis hijos no se avergüenzan de que su padre es antorchista, al contrario, a ellos de alguna manera les gusta, admiran mi trabajo y el de mi esposa y, eso es muy apreciable porque conozco muchas familias donde unos jalan para un lado y otros para otro.
Los tres retos fundamentales de Antorcha hoy día son crecer y consolidarnos como movimiento, formar nuevos “cuadros” de jóvenes activistas y el fortalecer la estructura económica de la organización.
Jamás en mi vida había leído un libro tan interesante, tan increíblemente atractivo, tan verdaderamente asombroso como el Manifiesto del Partido Comunista. Tengo una gran influencia de Marx, Engels, Lenin, desde que estudié economía en Chapingo. Una de las obras que también me deslumbró y, que me sigue provocando mucha risa, mucho llanto y mucha rabia es Don Quijote. Admiro a Shakespeare, a Oscar Wilde, me gusta Octavio Paz; algunos escritos políticos de Morelos me llaman mucho la atención, teóricos como Ely de Gortari, Adolfo Gili.
Yo nací entre ruinas: soy de Tepexpan, que está justo entre Teotihuacán y Texcoco. Entonces conozco perfectamente la zona, viví las ruinas de Teotihuacán como no se imaginan: subí las pirámides, excavé lo que quise, me metí hasta donde nadie llegaba. De ahí nació mi gran afición por la antropología. Estoy muy contento con mi nacimiento en ese lugar.
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