Se acerca la Era Zavalista del Poder
Más de 20 mil Búfalos Priístas arropan al delfín en su cumpleaños 41
Arturo Rueda
Un año ha transcurrido desde que el Dios Mortal Marín pronunciara la parábola sobre el “derecho a cosechar” de su delfín López Zavala.
365 días después y varios destapes más, la unción de la Nueva Aurora sigue su camino. Como en la mitología azteca, el movimiento del Sol Ascendente inaugura una nueva era: su alimento para derrotar a los demonios de la noche es la devoción terrenal. Una expresión que en la mitología urbana se conoce como la Bufalada. Un frenesí de manos estrechadas, de manifestaciones de amor incondicional. Una marea de parabienes, buenas fortunas, “te amos” y vamos a ganar.
A lo largo de cinco horas, Zavala recorrió sudoroso de norte a sur y de este a oeste el recinto oficial de su sexto destape.
Nunca nadie supo cuántos fueron los asistentes al Salón Country, más abarrotado en cada destape. Con un terreno anexo al descubierto, la capacidad de multiplicó hasta llegar a los 20 mil invitados, aunque algunos llegaron a afirmar que 33 mil sillas fueron ocupadas y 33 mil mixiotes devorados.
Mesa a mesa y silla a silla, el hombre que lleva a Puebla en la mente y el corazón estrechó las miles de manos de sus adoradores. Lo mismo adorables abuelitas que rudos líderes campesinos. Todos pidiendo una foto, un abrazo o la firma de un oficio ya sin validez luego de abandonar su cargo público. Como un rock star, mujeres entalladas en minivestidos se ofrecían como vestales para el sacrificio gritándole “Javi te quiero mucho”.
Imágenes religiosas para la suerte, estampas de la virgen de Juquila, remedios milagrosos traídos desde Oriente. Una expresión popular para ayudar, a él, el Hombre que Puebla Esperaba, a ganar y así, oficializar su Estrella Ascendente.
La cantidad de asistentes nubló la poca calidad de ellos.
El gran empresariado, asustado de la expectativa de la Bufalada, su ausentó. El único hombre de dinero respetable en la mesa fue Don Julián Ventosa Aguilera, quien cedió su protagonismo habitual al vividor profesional Rubén Contreras, conocido en el gremio por apoyar campañas panistas.
Oportunista, comentaron por lo bajo algunos de los que se la jugaron desde el principio por el Proyecto Z.
Comentarios mordaces se soltaron cuando Zavala se llamó a los empresarios organizadores del convite a partir su pastel. Las fotografías hablan por sí mismas: millonarios sexenales, nuevos ricos de unos años para acá. Beneficiarios de la ubre gubernamental por concesión divina, quienes planean ampliar su rapacidad en el sexenio por venir.
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La bufalada cosmogónica provocó un caos reorganizador de los tabuladores del poder. La burocracia dorada, la elite del zavalismo, se pertrechó en un rectángulo cuyos dominadores absolutos fueron los guardias pretorianos del delfín: José Luis Espinosa, Santi Bárcena, Óscar de la Vega y José Ventosa.
Nuevos dictadores, ellos y sólo ellos determinaban el ascenso al círculo dorado del poder o la permanencia en la odiosa terrenalidad.
El convite zavalista anuncia la creación de una nueva clase política que arribará al poder, y cuyas estrellas se predicen los astros serán Darío Carmona, Juan Carlos Lastiri y Mario Marín junior. La nueva vida sexenal promete el regreso de viejos exiliados como Germán Sierra Sánchez, quien ofrecía desayunos y cafés en su papel de gurú redivivo.
La nueva clase sexenal tiene sus propias aspiraciones. Lastiri sonreía seducido a aquellos que desde ya lo promocionan como el proyecto rumbo al ¿2016? En su camino, seguro se topará a Marín junior quien ha resucitado su organización “Todos los jóvenes” y con grupo nutrido de tamborileros bailaba al ritmo de ¡Yo si le voy, le voy a Zavala!.
El rectángulo dorado del poder reservó el lado izquierdo de la mesa para los declinados ante el nuevo amo. Amador Leal comía cansinamente un pedazo de chicharrón mientras Jesús Morales Rodríguez justificaba su presencia con un “aquí me acomodaron”. José Ángel Pérez aparentemente le guardaba el lugar a Enrique Doger que nunca se apareció, al igual que Jorge Estefan Chidiac.
Quien sí lo hizo vistiendo de verde y con mirada de envidia fue la alcaldesa Alcalá, como pensando que ella, sí, pudo ser, pero no es.
Abandonada al lado izquierdo de los declinados, fue rescatada por el gobernador al centro de la mesa. Todo lo contrario de Mario Montero, quien del centro fue desplazado a la izquierda en la medida en que llegaban invitados más importantes o nuevos colados. Lejos, muy lejos, escuchó el discurso sentimentalista del delfín.
De mejor humor, y hasta ejerciendo de fotógrafo se vio al rector Agüera quien llegó de corbata. Una corbata que desapareció tan pronto observó que el gobernador y Zavala no traían.
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Si algo distingue a la Aurora de la Mañana es el cuidado preciso que tiene en las formas con el Sol en Ocaso. Zavala no quiere ni puede cortar la relación de temor reverencial que tiene respecto de Marín. En todo momento lo elogia y lo reconoce. Busca en su mirada la aprobación hasta de los detalles nimios. Para todo pide permiso y Marín, como un Padre severo y amoroso al mismo tiempo, lo concede.
Un detalle ilustra la relación de temor reverencial entre ambos.
Por azares de la desorganización, aunque llegaron Marín y Zavala llegaron juntos, hubo un momento que sucesor y sucedido quedaron frente a frente en la mesa principal, sin que el gobernador pudiese retornar al sitio de honor.
Marín pidió una silla y su plato de arroz. “No hay problema, me quedó aquí”, dijo severo. En ese momento el delfín inició una lucha contra la Bufalada para cruzar la Línea Maginot e ir al encuentro del Mentor.
El orden cosmogónico se restableció. El discípulo junto al Maestro, no frente al Maestro.
Y es que aunque casi, todavía no son iguales.
El sol en ocaso sigue siendo Sol.
La Aurora de la Mañana apenas aspira al cenit.
Un cenit que llegará hasta que el ocaso se cumpla, y entonces, siguiendo el orden cósmico azteca, el nuevo Sol después de derrotar a los demonios abrirá una nueva era.
La Era Zavalista del Poder.
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