El Congreso quedó bien con Dios y con el diablo


-Crónica-


Selene Ríos Andraca


Y no, las pancartas nunca aparecieron. Tampoco hubo revuelta ni rechiflas ni manifestaciones. Sólo unos cuantos maullidos retumbaron en el Pleno Legislativo durante la aprobación del dictamen que despenaliza los delitos de prensa. La presión de periodistas, especialistas, académicos y organizaciones del derecho a la información logró el viraje de la Rafamordaza, al obligar a los legisladores a incluir en el dictamen las condiciones jurídicas para el ejercicio periodístico.


Bastaron la unión de acérrimos enemigos del gremio periodístico, la publicación de un desplegado en distintos medios locales, la crítica de académicos como Ernesto Villanueva y Lilia Vélez, la postura de la Asociación Mexicana del Derecho a la Información y las múltiples quejas en Twitter para que la Rafamordaza y la venganza del gobernador quedaran enterradas en los archivos del Congreso local y en la memoria de unos cuantos.


En plena discusión de la polémica reforma, los legisladores incluyeron en los artículos 1958 y 1958 bis del Código Civil: el tope de indemnización para resarcir el daño moral de hasta 3 mil días de salario mínimo que equivalen a poco más de 170 mil pesos, así como los criterios para interponer la sanción económica; la creación de la ley reglamentaria en los próximos seis meses; la regulación civil del derecho de réplica y la eliminación de la palabra “sentimientos” del concepto daño moral que castigará a los escribanos que abusen de la libertad de expresión.


La LVIII Legislatura “quedó bien con Dios y con el diablo”, al aprobar con una celeridad inusitada la reforma que despenaliza los delitos de prensa como se lo ordenó el gobernador Rafael Moreno Valle y, al incluir las observaciones de periodistas, realizadas en la reunión informal del día lunes, convocada por el priista Enrique Doger.


Doger Guerrero, quien a través de la red social Twitter convocó a la reunión informal con periodistas, fue el encargado de leer las adiciones al Código Civil y aún no empezaba a dar lectura al acuerdo político pactado la noche del lunes, cuando el panista Mario Riestra pidió desde su curul que leyera las rúbricas de los diputados que apoyaron las añadiduras de artículos.


Aunque no hubo consulta como lo solicitaron los comunicadores y especialistas en derecho a la información, los legisladores se comprometieron a la creación de la ley reglamentaria que especificará el daño moral, los criterios para la aplicación de la multa, los alcances del daño moral y las restricciones para los casos de los funcionarios y servidores públicos.


Las adiciones al dictamen aprobado en la Comisión de Gobernación que trascendieron desde la madrugada del martes, mitigaron la lucha contra la Rafamordaza. Pocos fueron los periodistas que acudieron al Congreso solamente a ratificar la información, otros se quedaron en casa a esperar el informe. Las pancartas, las lonas, los gritos, las rechiflas se quedaron en la mochila, en las bolsas, en las gargantas y los pulmones.


La rabieta de Héctor Alonso


En plena discusión del dictamen, el legislador de Nueva Alianza Héctor Alonso Granados protagonizó, una vez más, una afrenta en contra de reporteros y medios de comunicación, pues al explicar que la modificación legislativa no era contra la prensa sino contra los periodistas que han vivido de la injuria, la calumnia y la diatriba, entró a un callejón sin salida.


Ya entonado en su discurso, Alonso Granados -quien golpeó a un fotógrafo en una sesión a mediados de enero-, se lanzó contra el director de esta casa editorial, Arturo Rueda, por criticar a los legisladores por su ignorancia al pretender regular el derecho de réplica que es materia federal y no local.


“Estaría bien que como se manifestó ayer Arturo Rueda se expresara todos los días, a los diputados nos dijo ‘burros’ y a la legislatura anterior la acusó como ‘la de la ignominia’, quién le ha dado a este personaje la facultad de poner adjetivos y de sentirse el ‘Zeus del Olimpo poblano’”.


Las burlas estallaron en el Congreso local, aunque el interfecto no se encontraba en la sesión. Apenas habían pasado unos minutos, cuando el diputado de Nueva Alianza comenzó a recibir respuesta a sus acusaciones a través de la red social ya mencionada.


Furioso y tartamudo, Alonso Granados volvió a subir a la tribuna para responder a sus detractores: “Hay dos seudo periodistas que me están calumniando en Facebook y Twitter. Uno es el que nos llamó ‘burros’ y el otro es… ¿Jorge?... ¡Me voy a defender! Antes que José Juan Espinosa, el defensor de los oprimidos me detenga, ¿cuándo nos vas a defender a nosotros?”.


Por más mociones de orden que pidió Rafael von Raesfeld, Alonso Granados necesitaba su catarsis de la serie de comentarios que recibió: “Me están amenazando y les debo decir que… ¡Uy, qué miedo”, dijo el diputado moviendo las manos y mirando fijamente a Arturo Rueda.


Los periodistas que se encontraban en las galerías superiores del Pleno solamente reían de manera escandalosa y, de pronto, retumbaron los maullidos contra el legislador que, nervioso y silenciado por el presidente de la mesa directiva, regresó a su curul.


El petista Zeferino Martínez, con la voz pazguata, dijo: “No le hagan caso, el diputado que me antecedió en la palabra carece de equilibrio ideológico, primero en el PRI, luego Convergencia y ahora Nueva Alianza, en fin…”.


Héctor Alonso volvió a subir a tribuna: “Es la segunda vez que el diputado me agrede en la tribuna y no lo voy a tolerar, usted no es más que un diputado plurinominal y a mí me respaldan los votos de mi distrito”.


Más maullidos sonaron en el Congreso.


Y el tema concluyó.


La prensa se impuso y comenzó a correr el hashtag #muriórafamordaza y, con ella, la luna de miel entre el gremio periodístico.




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