Meneses, el culpable de la desgracia marinista: Sánchez Galicia
En un análisis de comunicación en crisis titulado “Dios en el Poder” como parte del libro La gestión del disenso
El director de Comunicación Social en la era marinista revela sus secretos para
contrarrestar el impacto de la detención de la periodista Lydia Cacho y cómo tuvo que alejar a Mario Marín de actos públicos
Selene Ríos Andraca
Cinco años después de haberse producido el escándalo Marín-Cacho, Javier Sánchez Galicia por primera vez da su versión de los hechos desde la perspectiva de la crisis mediática y culpa a Valentín Meneses Rojas, su antecesor en la Dirección de Comunicación Social, de la debacle de 31 puntos porcentuales en la aprobación del entonces mandatario y de que el ataque mediático alcanzara una cifra histórica de mil 92 impactos negativos contra 85 positivos.
En un análisis intitulado “Dios en el Poder” como parte del libro La gestión del disenso, la comunicación gubernamental en problemas de la editorial Las Inclusiones, Sánchez Galicia puntualiza los errores cometidos por Valentín Meneses en la crisis desatada del 14 de febrero de 2006 y revela las soluciones aplicadas por él mismo para limpiar la imagen del gobierno marinista.
De acuerdo al análisis del director de Comunicación Social en la era marinista, Valentín Meneses agravó la crisis que envolvía al gobernador y dada la estrategia implementada -en la que predominó la falta de argumento y de información-, la conversación telefónica entre Mario Marín y Kamel Nacif en la que celebraban “los coscorrones” contra Lydia Cacho se convirtió en un problema de Estado y no sólo de imagen.
“Sin embargo, el equipo de comunicación gubernamental optó por la comunicación reactiva, aquella en que predominan los argumentos para no comunicar, porque no consideró necesario divulgar información interna, no se designó a un vocero oficial, se evitó generar implicaciones sociopolíticas y se pretendió proteger -a partir de no informar- la imagen del mismo gobierno. Todo ello provocó una mala aparición en medios, particularmente en televisión, abrupta, desordenada, sin mensaje claro de defensa”, sostiene Sánchez Galicia.
La estrategia de Valentín Meneses provocó la ingobernabilidad en Puebla, ya que el entonces vocero mantuvo al gobierno del estado por 30 días bajo señalamientos, acusaciones y cobertura mediática negativa para el mandatario y la propia institución.
“Las respuestas oficiales que carecían de estrategia y articulación complicaron la crisis.
”Y el peor de los escenarios se presentó cuando el escándalo generó rechazo por parte de la población que había apoyado al mandatario desde su campaña y en el primer año de gobierno. Al margen del desarrollo de una revisión jurídica que a la postre concluyó con la exoneración del gobernante desde del máximo tribunal del país, la confianza generada durante los años de trayectoria política se transformó en recelo en cuestión de días. La gobernabilidad se tambaleó.”
Desde la Dirección de Comunicación Social, Meneses Rojas determinó una serie de medidas para contrarrestar el escándalo, pero todas sus salidas fueron erróneas, dice Sánchez Galicia.
“La crisis que llegó al gobierno, de la noche a la mañana, se mantuvo durante 30 días bajo una lluvia de señalamientos en los medios de comunicación, durante los cuales se realizaron acciones que complicaron el problema: campañas de autopromoción, creación de una Fiscalía Especial; se evidenció la ausencia de un comité de crisis, de un vocero-especialista designado y la carencia de una estrategia de comunicación de crisis que tuviera como propósito restituir el orden perdido y transmitir a la sociedad tranquilidad, control de la situación y confianza en el futuro (…)
”La velocidad de la reacción mediática en cadena, orientada al descrédito, tomó por sorpresa al equipo de Comunicación Social del gobierno del estado de Puebla, que en ese momento quedó expuesto.”
Un punto medular del análisis del exfuncionario estatal es la presentación de Mario Marín Torres en los noticieros de Joaquín López Dóriga y Carlos Loret de Mola, entrevistas que hundieron, aún más, al entonces gobernador en una serie de contradicciones para justificar su conversación con Kamel Nacif que iniciaba con la famosa frase: “¿Qué pasó, mi góber precioso?”
“Y como la mayoría de los mexicanos vio las imágenes de un gobernador intimidado por el entrevistador y las cámaras, su percepción era la del villano frente al gran inquisidor en que se había convertido el propio medio de comunicación (…) Las dos entrevistas al gobernador de Puebla, difundidas por televisión en red nacional, entre la noche del 14 de febrero y la mañana del día 15, crearon una percepción que el receptor colectivo interpretó como realidad: la de culpabilidad.”
La debacle de Marín
La revelación de la conversación telefónica entre Marín y Kamel, la cercanía de Lydia Cacho con organizaciones de derechos humanos y periodistas a nivel nacional, la reacción de la prensa nacional e internacional, el silencio de la mayoría de los medios locales y la estrategia errónea de Valentín Meneses provocaron una caída de 31 puntos en la percepción positiva de Mario Marín.
“De acuerdo con la medición de Indicadores SC, el mandatario perdió entre el 14 de febrero -inicio del escándalo- y finales de marzo de 2006, un total de 31 puntos porcentuales en los índices de aprobación gubernamental, al pasar de 72.2 por ciento a 41 por ciento de los que apoyaban en ese entonces su gestión (…)
”Durante todo este periodo, la cobertura periodística sobre el caso -notas de prensa, comentarios en radio y televisión, artículos de opinión, columnas, caricaturas y en general toda la información difundida- tuvo su máximo histórico en la segunda quincena de marzo, cuando se registraron hasta mil 92 impactos negativos contra 85 positivos.”
Sánchez Galicia ¡al rescate!
Javier Sánchez Galicia abandonó la Dirección del Sistema de Información y Comunicación del Estado de Puebla (Sicom) para suceder a Meneses Rojas en la Dirección de Comunicación Social.
Para contrarrestar el escándalo y recuperar la gobernabilidad, según él mismo narra, tomó dos medidas del caso: separar el escándalo de la agenda del gobierno e informar sobre las acciones realizadas por las dependencias en beneficio de los poblanos.
“El problema no radicaba ya en proteger o mejorar la imagen del mandatario. La preocupación se centraba en la gobernabilidad, dado que, como ya se ha explicado, la crisis de honorabilidad se había transformado en un asunto de Estado. Una de las primeras medidas fue separar del escándalo aquellos temas que formaban parte de la agenda de gobierno, como la dotación de obras y servicios, labores de asistencia social y trámites administrativos.”
Aunado a ello, determinó mantener al gobernador Mario Marín en un estado de lowprofile y desaparecerlo de cualquier acto público para evitar que fuera abucheado o confrontado por la prensa.
“Aplicar una estrategia de lowprofile, es decir, sacar la presencia física del gobernador de la escena mediática y orientar los reflectores al trabajo institucional del gobierno como una estructura operativa que ejecutara las políticas públicas.”
La medida implementada por Sánchez Galicia fue: “La formación un equipo de expertos y se designó a un líder que fungiera como vocero, con toda la autoridad para manejarse en los medios. Cualquier afirmación que dejara lugar a dudas o que careciera de credibilidad iba a ser interpretada y complementada con información de otras fuentes, con la consecuente pérdida de control del problema”.
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