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Eukid: el endurecimiento de la segunda mitad




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Corrían los últimos meses del gobierno de Melquiades Morales Flores. Un menguado Héctor Jiménez y Meneses ocupaba la Contraloría del estado, pero su frágil estado de salud hacía que con dificultades atendiera la dependencia. Funcionario en activo desde el sexenio de Guillermo Jiménez Morales, el abogado Jiménez y Meneses no podía ocultar los estragos de una salud demeritada.

Empero para Melquiades era imperativo dejar inobjetables evidencias de una administración sana. En extremo cuidadoso de las formas, Morales sabía que el marinismo entrante usaría cualquier recoveco, la mínima mancha, cualquier pretexto para exhibirlo.

 

 

Así pues, el Ejecutivo llamó a Casa Puebla a un joven administrador y le pidió que se hiciera cargo de los trabajos de la Contraloría del estado. Dejó que el nombre de Jiménez y Meneses siguiera como titular de la dependencia; pero en realidad el trabajo de cerrar los libros y las cifras de toda la administración melquiadista fue tarea de aquel joven administrador.

 

 

El licenciado en Administración y Maestro en Dirección Financiera y Contraloría cumplió con creces la encomienda. Los libros del melquiadismo fueron impecablemente presentados al marinismo entrante, que nunca encontró las anheladas fisuras.

 

 

Las fracturas entre el melquiadismo y el marinismo no fueron administrativas, sino políticas, a raíz del escaso oficio de Roberto Morales Flores, Secretario de Salud durante la primera etapa del gobierno de Marín. Roberto siempre tuvo acres y ásperas diferencias con José Alfredo Arango García, por razones de pesos y centavos.

 

 

Pero aquel sexenio de Melquiades Morales tuvo un cierre honroso gracias a la operación de aquel joven administrador llamado Eukid Castañón Herrera.

 

 

Hoy el experto regresa a aquella dependencia, pero como titular. Desde la campaña de 2010 Castañón ha sido operador permanente del morenovallismo. Su papel bien puede calificarse como omnipresente. Muchas veces no es visto, pero su mano siempre está latente. Lo mismo en cuestiones de gobierno que electorales, lo mismo en temas de seguridad que en asuntos jurídicos. La mano de Castañón no se ve, pero se siente.

 

 

Durante el pasado proceso electoral Eukid operó en varios municipios y distritos, en los que jamás se paró, pero su mano se hizo sentir. En este momento la pregunta se hace obligada: ¿qué representa el retorno de Eukid Castañón a esa dependencia?

 

 

Esto sólo puede verse como el endurecimiento del morenovallismo que se sentirá en la segunda mitad del sexenio.

 

 

Durante muchos meses se señaló que Patricia Leal Islas tenía la capacidad académica y los méritos para conducir la Contraloría, pero que adolecía de la mano dura necesaria en todo verdadero contralor. Las críticas sobre la tibieza de Leal fueron la constante durante esa gestión. Hoy trata de borrarse aquella huella de tibieza y debilidad. Ahora se tratará de convertir a la Contraloría del estado en el verdadero brazo de hierro. Habrá un notorio endurecimiento. Y habrá sorpresas. Fuertes.

 

 

No olvide el lector que Eukid Castañón está en una esquina del morenovallismo y en la otra está Fernando Manzanilla Prieto y sus huestes.

 

 

¿Para quién golpea Leobardo Soto?

 

 

En días recientes un enfebrecido Leobardo Soto salió a declarar que considera “innecesaria” la permanencia de Pablo Fernández del Campo al frente del Comité Directivo Estatal del Revolucionario.

 

 

Para nadie es desconocido que Leobardo se mueve en terrenos de intereses estrictamente económicos. Su papel como dirigente sindical solo estriba en obtener el mayor número de agremiados que aporten sustanciales cuotas a su central.

 

 

Empero hasta hace unos meses Leobardo era peón de los intereses electoreros de Pablo Fernández del Campo y de Fernando Moreno Peña.

 

 

En el mes de abril fue Leobardo Soto quien encabezó el “destape” de sectores del PRI en favor de Álvaro Alatriste Hidalgo el famoso “Mostro”.

 

 

Fue Soto el enviado por Moreno Peña y Fernández a declarar que la inhabilitación contra Álvaro “no existía” por lo que los sectores del partido respaldaban su nominación.

 

 

A ese extremo llegó el dirigente de la CTM, al punto de defender la salud jurídica de Alatriste. Aunque después dos tribunales electorales demostraran su error.

 

 

Pero estamos hablando de un cómplice en primer grado de la dirigencia estatal. Ahora a tan solo tres meses de distancia, Soto reniega de su complicidad con Pablo y pretende encabezar una corriente que pida su destitución. Por supuesto la permanencia de Pablo es políticamente insostenible.

 

 

Pero aquí cabe hacer las siguientes preguntas: ¿qué intereses se rompieron entre Soto y Fernández del Campo? ¿De cuántos ceros estamos hablando? ¿De parte de quién está golpeando Leobardo? ¿Al proyecto de quién está sirviendo Soto en este momento, en que Pablo es ya el cadáver más joven del priismo?

 

 

Detrás de cada palabra de Leobardo siempre habrá intereses económicos. Eso no lo dude estimado lector.

 

 

Estamos a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.

 

 

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