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Pobreza y desintegración social




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La anterior entrega discutimos datos sobre desigualdad en la distribución del ingreso en nuestro país. Observamos que el 10 por ciento de hogares más ricos han concentrado alrededor del 40 por ciento del ingreso de todos los hogares de México en los últimos 50 años. A diferencia del 10 por ciento de hogares más pobres que apenas promedian 1.6 por ciento de todo el ingreso nacional. Esta entrega la vamos a dedicar a los segmentos más desfavorecidos de la sociedad, precisamente a esos cuyos ingresos nos les permiten mantener una vida digna.

Al comparar datos oficiales sobre el ingreso de los hogares desde 1963 hasta 2010 con otros indicadores como el índice de Gini, el crecimiento económico y la inflación, observamos relaciones interesantes. Es evidente que el 20 por ciento (quintil) más pobre está desvinculado de los ciclos económicos, lo que significa que no importa si hay crecimiento o recesión, la participación de estos hogares del ingreso nacional es prácticamente la misma. Por lo tanto, si la economía va bien y genera empleos la realidad de los hogares pobres se mantiene igual, y no va a cambiar mientras permanezcan las mismas estructuras socioeconómicas de México.

 

 

Ahora veamos la evolución de la pobreza como porcentaje de la población nacional y en número de personas desde 1992 hasta 2012. Como referencia metodológica es importante aclarar que existe una clasificación de tres niveles o dimensiones de pobreza determinados en función del ingreso en los hogares: alimentaria, de capacidades y de patrimonio. Los datos demuestran que el país no ha mejorado prácticamente nada en 20 años, pues el porcentaje de población en condición de pobreza alimentaria (insuficiencia del ingreso para adquirir la canasta básica alimentaria, aun si se hiciera uso de todo el ingreso disponible en el hogar exclusivamente para la adquisición de estos bienes), pasó de 21.4 en el año 1992 a 19.7 en el año 2012, solo se redujo 1.7 por ciento en términos relativos. Sin embargo, en términos absolutos el número de personas que sufren esta condición se incrementó en más de 4.6 millones al pasar de 18.5 a 23.1 millones de personas en condición de pobreza alimentaria. Una vez más se confirma el fracaso del programa Oportunidades que transfiere enormes cantidades de dinero en efectivo a los pobres, recursos que solo sirven para contener el problema, afianzar clientelas electorales y fomentar el crecimiento demográfico en este segmento de la población.

 

 

Por lo que hace a la pobreza de capacidades (insuficiencia del ingreso para adquirir la canasta alimentaria y efectuar los gastos necesarios en salud y educación) la situación es prácticamente la misma en términos relativos, pues la proporción pasó de 29.7 en 1992 a 28.0 por ciento en 2012, y la cantidad de personas aumentó de 25.7 a 32.8 millones en el mismo periodo. La pobreza de patrimonio (insuficiencia del ingreso disponible para adquirir la canasta alimentaria y efectuar los gastos necesarios en salud, educación, vestido, vivienda y transporte) alcanzaba al 53.1 por ciento de la población mexicana en 1992 y 20 años después era del 52.3 por ciento. En términos absolutos la pobreza de patrimonio la padecían 46.1 millones de mexicanos en 1992 y en 2012 la cifra se eleva a 61.3 millones.

 

 

Si comparamos los años de crecimiento o recesión económica con los de pobreza observamos que si hay efectos significativos en la proporción de personas en las diversas condiciones de pobreza. Por ejemplo, 1996 es el año más crítico para el país en términos de pobreza, en su dimensión alimentaria se elevó al 37.4 por ciento de toda la población y de patrimonio alcanzó al 69 por ciento, ello como consecuencia de la crisis económica que estalló en diciembre de 1994. Los siguientes años y hasta 2006, la proporción de pobreza en todas sus dimensiones se fue reduciendo significativamente, pero a partir de 2008 comenzó otra vez a incrementarse hasta alcanzar los mismos niveles de 1992. Por lo tanto, los beneficios del crecimiento económico se concentran proporcionalmente más entre los que más tienen, pero los perjuicios de las crisis los recienten más quienes menos tienen, especialmente cuando hay inflación. Es una triste paradoja el hecho de que el costo social de las crisis económicas lo paguen más quienes menos responsabilidad tienen de esas crisis.

 

 

Hasta aquí los datos duros, ahora reflexionemos un poco sobre los efectos en las personas y cómo el conjunto de la sociedad está pagando facturas por la pobreza que no hemos sabido o querido combatir.

 

 

La pobreza produce desintegración social, lo que se traduce en ruptura de los lazos que unen a los individuos con la colectividad. Esos lazos son de diferentes órdenes y tipos, algunos económicos, otros morales, legales o culturales, en fin, se desintegran las instituciones que hacen posible la vida en sociedad, para dar paso a un nueva realidad de conflicto de los excluidos en contra del resto. En el centro del problema están millones de familias que se rompieron víctimas de un entorno económico adverso, donde padre y madre tuvieron que salir del hogar a buscar el sustento y los hijos fueron abandonados, y sin guía se formaron en las calles. Muchos de esos niños hoy son jóvenes que trabajan para la delincuencia organizada.

 

 

La realidad debería avergonzar y preocupar, verdaderamente, tanto a la clase política como a empresarios, académicos, instituciones religiosas y población civil. Así el país no es viable y tampoco podemos esperar grandes progresos en seguridad pública. En estos tiempos estamos cosechando lo que sembramos durante años de crisis económicas y concentración del ingreso, en el marco de un sistema económico voraz, inhumano e insostenible. Cuando nos enteramos que hay jóvenes dispuestos a matar oficiales del ejército por un sueldo de 6 mil pesos al mes, deberíamos reflexionar si el problema se resuelve con más policías y más represión o mejor nos ponemos a trabajar en crear mejores condiciones de vida para esos millones de mexicanos.

 

 

Es necesario reconstruir el tejido social, hacerlo pronto y bien. El país vive una época de tensiones que a la menor provocación puede ocurrir un conflicto de proporciones mayores. No pretendo hacer una apología de escenarios parecidos a los que se vivieron en Colombia o Centroamérica, pero las condiciones están dadas para que México se convierta en un polvorín. Casi no hay tiempo y el gobierno parece no darse cuenta de nada.


 

Tabla 1. Distribución del ingreso en México de 1963 a 2010

 

 

Fuente:Cuadro elaborado con datos del INEGI y del Banco Mundial

 

Tabla 2. Evolución de la pobreza en México por dimensiones de ingreso 1992 – 2012

 

 

Fuente: Estimaciones del CONEVAL con base en las ENIGH de 1992 a 2012. Datos de inflación publicados por la SHCP

 

 

 

 

 

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