Thursday, 18 de April de 2024


Quién nos entiende, ¿Pacto por México o pacto por los mexicanos?




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Comentario común entre vecinos a principios de este año; “El problema de México es que los políticos no se ponen de acuerdo”.

Frase de las últimas 24 horas; “el PAN se vendió al Presidente”, ¿quién nos entiende?, durante años nos hemos quejado de que los políticos solo jalan agua para su molino y que no son capaces de hacer a un lado sus intereses personales y partidistas para sacar adelante a nuestro país, pero por aquí hay una iniciativa para ponerlos de acuerdo e inmediatamente abren fuego los negativólogos diciendo que alguien ya se vendió.

 

 

El chiste de los cangrejos en la cubeta parece ser el mejor para describir la situación. Es francamente ridículo leer al cuñado del ex presidente declarando que su partido ha sido vendido, olvidando que fue precisamente su pariente el que atizo el proceso de descomposición interna aliándose con personajes tan corruptos como la maestra-mas-no-docente Elba Esther. Esto me recuerda que Héctor Aguilar y Jorge Castañeda describieron a México como “un país ballena que se sigue creyendo ajolote” en su libro “Regreso al futuro”, haciendo énfasis en que la comunicación entre los líderes políticos y la sociedad se había quebrantado, creando un realidad disímbola que detenía el proceso de toma de decisiones.

 

 

El pacto por México no solo era necesario para destrabar el atorón nacional, sino que también se necesitaba como una válvula de escape a la presión social que se estaba originando. Los movimientos que se han dado en contra de este pacto pueden ser vistos como un producto de esta descompresión de la sociedad. Creo que lo que está a discusión no es la necesidad del pacto, sino la manera en que debe ser manejado y utilizado a favor de los mexicanos.

 

 

La constitución nacional nace precisamente de un acuerdo entre las principales fuerzas sociales hace casi 100 años. En su momento al igual que ahora, muchas voces acusaron a los constituyentes de haberse vendido al Señor Carranza, aceptando las condiciones de un caudillo que erigido en primer jefe había lastimado la sensibilidad de las principales cabezas revolucionarias. La historia probó que el adusto militar de Cuatro Ciénegas no se equivocó. Uno de los grandes logros de este hombre fue precisamente sentar y darles voz pública a las mentes más lúcidas y brillantes de su tiempo para proponer las líneas principales que darían sentido y forma a la revolución.

 

 

Sin este acuerdo entre los partidos o facciones de aquella época, México hubiera caído en una espiral de desorden sin fin, haciendo aún más dolorosa la recuperación nacional. En ese sentido me parece que al pacto por México le ha faltado claridad en comunicar quienes son los que diseñan los acuerdos y las leyes que se están proponiendo al legislativo. Es entendible que algunos legisladores se sientan utilizados cuando han sido elegidos precisamente para construir estos acuerdos y ahora solo son el conducto para presentar las iniciativas. Se sabe por ejemplo que existen mesas de diálogo, como el llamado Consejo Rector, pero no se conocen los posicionamientos o al menos el debate que debería existir y ser público en torno a cada propuesta. Esto es algo que se debe mejorar y de inmediato.

 

 

 En un antecedente de transiciones nacionales, España vivió su momento allá por los vigorosos años setenta, cuando la dictadura de Franco necesito de manera obligada dar paso a un modelo democrático. Las condiciones sociales y económicas no permitían otro camino. Fue precisamente esta obligación de restituir a la sociedad lo que había perdido, la que hizo que la mayoría de los actores sociales, aún a los que habían luchado en contra de la dictadura, se pusieran de acuerdo y cedieran en algunas de sus posiciones para dar paso a una España nueva. Muchas fueron las voces críticas que decían que una nueva etapa franquista iniciaba, ahora validada y bendecida por un pacto social. No podían estar más equivocados.

 

 

La confianza tibia de algunos y urgente de otros, fue el motor que catapulto la economía ibérica, modernizando no solamente a los sistemas políticos sino también a las relaciones sociales en un país congelado en el pasado. Hoy México necesita revisar nuevamente esta experiencia y aprender las lecciones. El Consejo Rector no debe estar permanentemente atado a las decisiones cupulares y partidistas de algunos sectores. Un verdadero pacto como el que se dio en España funciona solo cuando la sociedad en su más pleno espectro se apropia de este y lo hace caminar. Debe ser respaldado, -no sin antes de recibir y aguantar algunas críticas-, por el grueso de los líderes sociales, empresariales y políticos.

 

 

Este refreshment es el que se necesita para que deje de ser una bandera utilizada por algunos para lograr más poder partidista o ganar elecciones, temas ajenos a las necesidades nacionales más apremiantes. El Pacto por México no puede ser solo un acuerdo de partidos sino la plataforma de y para los mexicanos.

 

 

 

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