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¡Ay, ay ay, ay, mi querido capitán!




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Los que tienen pluma en el CEN del PRI repintaron otra vez el nombre de Melquiades Morales junto al de Guillermo de Loya como serio prospecto para capitanear el barco que dejaron ladeado en la mar del 7 de julio Pablo Fernández del Campo y Fernando Moreno Peña. Y aunque podría desquiciar conciencias establecer comparaciones entre uno y otro, por blasones y edades, creo que sería la mejor manera de decodificar la señal que su partido enviaría a Puebla con cualesquiera de los dos nombramientos.

Veamos. Si las sentencias mexicanas no son pura vacilada, aquella de: Para que la cuña apriete debe ser del mismo palo, ajustaría al dedillo para que Melquiades sujetara el timón del Costa Concordia que encallaron los perínclitos señores del Campo y Moreno e intentara enderezarlo con flotadores, jalándolo, soplándole, empujándolo o como pudiera; hazaña que por su experiencia y dentadura recalcificada, no lo dude, por supuesto que podría lograr.

 

 

El agregado político que Melquiades imprimiría a su designación –si se diera– sería su extraordinaria relación con Rafael Moreno Valle, misma que más de uno podría llamar complicidad. ¿Por qué? Porque la política es como un guardarropa, la estación del año determina la prenda. Y Melquiades sería una bonita prenda para lo que se supone vendrá con la elección del 2015. Es decir, el resurgimiento del PRI.

 

 

¿Quién de los dos, Melquiades o Deloya, sería el indicado para obtener la mayor cantidad de distritos posibles en ese año sin tantos sobresaltos y exabruptos? ¿Quién crearía las sinergias necesarias para convertir ese fantástico sueño en realidad a costa de lo que sea? Por ahí apunta la cosa. Más que el nombre depende del modo que elija el CEN del PRI y gobernación federal para obtener lo que quiere, o lo que tiene pactado acá por nuestro rumbo.

 

 

La mayoría de los periodistas ha visto en Deloya al hombre no identificado con ningún grupo político priista como fuente de poder y mérito para enderezar el Costa Concordia; sin embargo esa es sólo la mitad de la visión, porque la otra sería la relación que Deloya pudiera tender con Moreno Valle para ganar curules federales, muchas curules, hartas curules y diputaciones; y Deloya sin que lo diga, claro que lo sabe.

 

 

Las diferencias que poseen, independientemente de sus trayectorias, Melquiades y Deloya para capitanear al tricolor, la verdad es que no son muchas. O no tantas como las que pudieran imaginar y suponer los críticos de la política y los expertos del análisis. Son dos únicamente: la edad y el modo de concretar el acuerdo previo al 7 de julio que pudieron haber signado tras bambalinas el gobierno federal y el estatal. Lo que no debe de sorprender ni asustar. Lo demás, es puro chalalá chalalá chalalá, pasión, emoción y deseos de chingar a los grupos de priistas contrarios.

 

 

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