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No contaban con su astucia




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No tiene remordimientos de conciencia por su desempeño como gobernador ni por sus escándalos internacionales. Mario Marín Torres puede casar a su hijo en la catedral de Puebla o tomar café en los portales del zócalo sin pudor ni vergüenza simplemente porque vive y goza de una vida normal. Nada le preocupa ni le aflige. Nadie le persigue ni le amenaza. Ninguna fiera le acecha.

Aquella falsedad de ser un personaje impresentable es eso, falso. El góber precioso desempeña en la sociedad un rol muy campechano, muy relajado; tiene amigos, dinero; goza lo gozable; se mantiene activo en la política; se pasea a sus anchas por dónde quiere; y reta a sus críticos y enemigos con la sonrisa más cínica que Dios le dio.

 

 

Su forma de ser y de comportarse podría ser el ejemplo más claro de la impunidad y la desvergüenza pública y política. Pero no lo es. Al menos no para él. Otro en su lugar le habría aconsejado a su hijo que se casara en una capilla católica de Tombuctú, en la clandestinidad y la reserva, sin embargo él lo casó en lo más granado y majestuoso de nuestro entorno católico.

 

 

El detalle de la osadía religiosa lleva implícito un significado valioso para la clase política y la sociedad en su conjunto: Mario Marín no es cojonudo ni valemadrista, es inteligente, sabe jugar, sabe negociar, sabe cuándo salir y cuándo replegarse y sabe darse su lugar como lo que es, un exgobernador de Puebla. ¡Faltaba más! Sabe que posee un salvoconducto a la libertad civil expedido desde Los cerros y lo usa con mesura.

 

 

Exhibirse como lo hizo no es cuestión de valentía ni de temores. Es cuestión de tranquilidad. Marín está tranquilo y en paz. Y su círculo compacto también vive una vida rosa en el autoexilio. ¿Cuál miedo a que lo metan a la cárcel? ¿Cuál temor a que le sancionen su riqueza, a que le urgen en su pasado? Si Marín casó a su hijo en la catedral de Puebla es porque sabe que Rafael Moreno Valle le hace Lo que el viento a Juárez.

 

 

Esa es su situación. Punto y aparte. Pero lo que no me queda claro es si la lealtad, arrestos o ingenuidad (lo que sea) de Alberto Jiménez Merino, Martín Fuentes, Paco Ramos y de Isabel Merlo Talavera para mostrarse abiertamente como marinistas que son, y para quitarse el antifaz, les sirva de algo en sus aspiraciones futuras. Ya se verá. Uno nunca sabe.

 

 

Quisiera decir que lo más importante del fin de semana fueron las bodas de Mario Marín junior y Gerardo Islas, con sus respectivas esposas aclaro, pero no lo creo. Los chicos se casaron y que vivan los novios. Que sean felices y Dios los bendiga. La verdad es que la tranquilidad del Góber precioso es algo de admirarse. A eso se le llama ser astuto, aunque purgue.

 

 

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