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Faltó valor para proporcionar nombres




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Hizo bien Eduardo Rivera Pérez en denunciar que fue objeto de presiones políticas para instalar cuando menos cuatro casinos en Puebla. Pero siendo observadores al mismo tiempo demostró miedo (no confundirlo con prudencia) por no revelar los nombres de esos políticos (para él) indecentes e inicuos que le hostigaron desde la oscuridad sin que se salieran con la suya.

¿Qué se entiende por “distinguidos políticos”? Enumeremos. Que son importantes. Que son influyentes. Que si carecen de solvencia financiera lo compensan con amigos millonarios. Que tienen excelentes relaciones. Que son senadores, diputados federales, secretarios de gabinete, gobernadores o incluso, por qué no, Presidente de la República. Eso se entiende por “distinguidos políticos”.

 

 

El jefe Diego Fernández de Cevallos es un “distinguido político”. Igual lo es Gustavo Madero, Javier Lozano, Felipe Calderón, Josefina Vázquez Mota, César Nava, Roberto Gil Zuarth. En fin, hay tantos “distinguidos políticos” que uno pudiera creer que se trata de cualquiera de ellos o de los de enfrente: César Camacho, Miguel Ángel Osorio, Luis Miguel Barbosa, Jesús Zambrano o El niño verde Jorge Emilio González.

 

 

También se entiende que el alcalde de Puebla sabe los nombres y sus apellidos. Ahora bien, ¿si los sabe por qué no decirlos? ¿Por qué no denunciarlos? ¿Por qué no exhibir a quiénes le hicieron manita de puerco? ¿Por qué quedarse callado? ¿Por qué no dar ejemplos de lo que no deben hacer los políticos sean “distinguidos” o no lo sean?

 

 

Eduardo Rivera no le hizo caso a la sentencia urbana: “No calientes el boiler si no te vas a bañar”. Y no sólo no se bañó sino que lo calentó a lo puro tonto. Si no iba a proporcionar los nombres de los “distinguidos políticos” para qué denunciarlos, para qué ventilar el tema, mejor se hubiera quedado callado y sanseacabó.

 

 

El problema psicológico de los alcaldes puritanos como Eduardo Rivera es que ven en los casinos al demonio, cuando el funcionamiento de las casas de apuestas en México está autorizado desde hace varios lustros. Recordemos al alcalde de Novolato, Sinaloa, Evelio Plata prohibiendo el uso de la minifalda o a Gabriel Hinojosa, de Puebla, prohibiendo la publicidad de los sostenes Wonderbra en espectaculares por incitar al pecado e invitar al diablo a hacer cosas malas.

 

 

Si hubiera una falta o un acto de influyentismo de parte de los “distinguidos políticos” sería por el grado de presión que ejercieron desde sus posiciones o cargos, pero no porque los casinos estén prohibidos. Aquí es donde el (amplio o diminuto) criterio de la autoridad municipal en turno entra en acción a la par de su valor civil. Y esto último, fue lo que le faltó a nuestro alcalde: valor para soltar los nombres de los políticos (a su criterio) pecadores.

 

 

 

 

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