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Las mejillas sonrosadas del secretario de Salud




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Desde los tiempos oscuros de Alfredo Arango a la fecha se intuye que las cosas no han mejorado en el sistema de salud del estado de Puebla. Bastó que se conociera el calvario de la mujer de Tehuacán que dio a luz en la sala de espera del Hospital Regional para que más casos como ese, y otros peores, brotaran como margaritas en el campo y dibujaran en nuestros rostros el asombro y el espanto.

Cuentan quienes asistieron a la gira en Atlixco de la directora nacional de Oportunidades, Paula Hernández Olmos, que desde el micrófono arengó a las mujeres poblanas a que no permitieran más casos como el de la indígena oaxaqueña que parió en el patio del hospital de su comunidad; algunos de los invitados, y los reporteros, vieron de reojo al secretario de salud de Puebla Roberto Rivero con sus mejillas enrojecidas; lógico, lo de Tehuacán estaba fresco y se lo perdonaron.

 

 

Uno intuye que seguramente en privado Roberto Rivero debió agradecer a Hernández Olmos su consideración y magnanimidad. En fin. Pero no todos son como la funcionaria federal, por los rumbos de ciudad Serdán la gente sigue hablando de las desgracias y pérdidas humanas que les provocan los ineficientes servicios de salud del estado a través del Seguro Popular, lo mismo que en Tehuacán y en otras partes del estado.

 

 

Y todo esto viene a cuento, porque con la Ley General de Salud aprobada por los diputados federales se ve una luz al final del túnel para que las cosas pinten mejor. Decíamos que desde Arango hasta entonces existe la sospecha de que funcionarios públicos del sector salud siguen lucrando con medicamentos, concesiones y servicios.

 

 

Si los presidentes municipales lo dicen algo de cierto tendrá. La mayoría de manera casi obligatoria adquirieron ambulancias de la razón social “SUMA” a precios estratosféricos y están forzados a pagar los honorarios quincenales de los paramédicos por indicaciones superiores, siendo que unidades como esas de 750 mil pesos dicen que pueden conseguirlas a mucho menor precio y con personal mejor calificado.

 

 

La nueva Ley General de Salud fue debatida por su carácter centralista. Sobre todo porque los recursos del sector salud serán administrados a partir del año entrante desde la Secretaría de Hacienda. A ojo de buen cubero se antojan cambios importantes. Y la verdad, si el centralismo se refleja en mejores, oportunos y más eficientes servicios médicos a la población y en el acotamiento a los negocios de servidores públicos estatales se aplaudirá, si no, ya estaremos gritando a que todo vuelva a como estaba.

 

 

 

 

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