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Separemos el odio de las ideas brillantes




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Quienes se oponen a la construcción del teleférico deben odiar al gobernador Rafael Moreno Valle con el mismo odio que los clérigos de su tiempo odiaron a Plutarco Elías Calles. Por esa misma razón la obra ha servido más para confrontarlo que para generar ideas vanguardistas e innovadoras de atracción turística.  

 

 

El sentimiento de animadversión no es gratuito, incluso podría merecerlo. Sin embargo, en este escándalo de cables de acero, cemento, arquitectura, imagen urbana, permisos legales, patrimonio histórico y de sueños presidenciales valdría la pena separar el odio iracundo de la idea brillante. Idea que, por lo visto, no a todos agrada, pero que sin duda sería un atractivo adicional de nuestra hermosa ciudad en caso de concretarse.

 

 

Lo que ocurrió con el teleférico es el ejemplo vivo del ingenio bien concebido pero pésimamente aterrizado. Los permisos de construcción y de impacto ambiental son obligatorios para que mortales como usted y yo podamos, en el mínimo de los casos, levantar una pared. Y si no cumplimos con ese requisito nos clausuran la obra. Faltaba más.

 

 

La pregunta es obligada: ¿por qué el gobierno estatal se atrevió a construir un teleférico sin contar con los permisos administrativos e históricos a que todo mortal está obligado? Por ser gobierno. Así de sencillo. Y lo hizo como una muestra de prepotencia, de mando y arbitrariedad a sabiendas que nadie, incluyéndolo a él, se supone que está por encima de la ley.

 

 

Si las cosas hubiesen sido de otra manera y con otras formas, es decir que Eduardo Rivera Pérez en su calidad de alcalde de la ciudad lo hubiere avalado y que el gobierno de la República, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia, lo hubiere respaldo; hoy caminaría como una doncella entre rosas con la expectativa del público a que llegara a los brazos de su príncipe. Pero ésa fue la cuestión, nada de eso se hizo y ahora la obra está suspendida.

 

 

Por ese lado, qué mal. Uno no entiende por qué el gobierno morenovallista no solventó el inconveniente antes de que se fuera Felipe Calderón si tuvo todo el tiempo del mundo. Así las cosas no deben ser. Ahora bien, eso por un lado, por el otro soy de los que mucho apreciaría que el teleférico se construyera a pesar de las voces discordantes.

 

 

No por otra cosa sino porque creo que serviría de imán para atraer más turistas a nuestra ciudad y porque quienes viven aquí tendrían una nueva alternativa de diversión y de entretenimiento. Lo demás es grilla, encono, coraje, deseos de cobrarse odios mal encausados, política local y nacional. La sensibilidad y el tacto son valores que el gobierno debería recuperar para prevenir el futuro, sobre todo ahora que los peñanietistas son gobierno federal y que lo que quieren es doblarlo.

 

 

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