Friday, 19 de April de 2024


Doger y Zavala: ¿podrán unir lo que rompieron en 2010?




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Queda claro que las heridas del 2010 no han cerrado. La larga noche priista la arrancó Mario Marín con su proyecto transexenal que encarnó Javier López Zavala, descartando perfiles más competitivos como Enrique Doger y Blanca Alcalá. Desde entonces todos se acusan de traición y los agravios no han sido curados

Los priistas poblanos siguen el hilo de Ariadna para encontrar la salida del laberinto en el que ellos mismos se metieron, o al que los metió Mario Marín en 2010, pero nada más no lo encuentran. La terminología va de “canibalismo” a “balcanización” para referirse a lo mismo; cada pez gordo, militante, aspirante o candidato persigue sus propios intereses y son capaces de repartir puñaladas traperas a diestra o siniestra para conseguirlos, pese a que vayan en contra del interés general del PRI. Priistas que se devoran unos a otros, que se acusan de traición y que son incapaces de ponerse de acuerdo. Enrique Agüera Ibáñez, inexperto en el arte de la simulación tricolor, fue la víctima ideal de este ecosistema selvático en el que nadie tiene la vida garantizada. Los lobos devoraron al ex rector, pero ¿quién sigue mañana?

 

 

Tras la derrota del 7 de julio, César Camacho dio rienda suelta a su frustración con los priistas poblanos. No los entiende y no sabe porqué los incentivos que entregan a los cabecillas de grupo operan en sentido contrario y se vuelven incentivos perversos. Las delegaciones no bastaron. Tampoco un reparto equitativo de las alcaldías, diputaciones y regidurías. No bastó con prometerle a Doger la delegación del IMSS, entregarle una diputación —Sandra Montalvo— y una regiduría en la planilla agüerista, así como la sindicatura. Tampoco darle al dúo Estefan—Alcalá la dirigencia estatal —Pablo Fernández del Campo—, así como diputaciones —Héctor Sulaimán— y regidurías —Karina Romero—. Y así al infinito.

 

 

¿Por qué los priistas poblanos no pueden ponerse de acuerdo? ¿Por qué son incapaces de colaborar juntos?

 

 

Queda claro que las heridas del 2010 no han cerrado. La larga noche priista la arrancó Mario Marín con su proyecto transexenal que encarnó Javier López Zavala, descartando perfiles más competitivos como Enrique Doger y Blanca Alcalá. Desde entonces todos se acusan de traición y los agravios no han sido curados. El PRI poblano no encuentra un líder que tenga autoridad moral y política para meter en cintura a las ovejas descarriadas. Su último gobernador, Marín, es un esperpento político obligado a vivir en las cañerías, un impresentable en la vida pública. Melquiades Morales ni quiere ni le interesa ejercer un liderazgo, y Manuel Bartlett hace tiempo que se divorció del tricolor.

 

 

Ni siquiera la recuperación del poder presidencial le dio al PRI poblano el líder que necesitaban. Tan simple y tan sencillo que Enrique Peña Nieto no los pela, y de hecho los repele porque los considera un caso sin solución. Otro gallo le hubiera cantado a Enrique Agüera si Peña Nieto hubiera reunido en Los Pinos a Zavala, Doger, Blanca, Lastiri, Estefan, Melquiades, Armenta y le hubiera exigido un compromiso a favor del ex rector de la BUAP. ¿Quién se hubiera pasado de listo tras mirar a los ojos al presidente? Pero Peña ni siquiera delegó esa tarea en Videgaray o en Osorio Chong sino en César Camacho, que tampoco es un dechado de autoridad política. Por eso todos se rieron de él.

 

 

El PRI poblano es un organismo enfermo que no puede curarse porque ello implicaría expulsar a los agentes que lo enferman, es decir, a los peces gordos que luchan por la candidatura a la gubernatura de 2018 y que desde hoy han arrancando su carrera. De entrada los mejor posicionados son Blanca Alcalá —una y otra vez se escurre de los señalamientos— y Juan Carlos Lastiri por su amplio rango de movimiento en el gabinete federal. Pero Javier López Zavala regresa por sus fueros con una nueva personalidad más incisiva y desafiante. Y guste o no, Enrique Doger se mantiene como el único priista con capital suficiente en la Angelópolis.

 

 

Pero alguien tiene que poner orden entre ellos a costa de que se sigan devorando en un fuego alentado por el jefe del “cártel de Colima”, Fernando Moreno Peña, quien amenaza con quedarse en Puebla para el proceso federal del 2015 pese al repudio que genera entre los priistas poblanos. Se entienden los procesos de “canibalismo” y “balcanización” entre 2000 y 2012, cuando el PRI no tenía jefe máximo y esa función la hacían los gobernadores. ¿Pero cómo entender ese canibalismo ahora, cuando ya lo tienen?

 

 

La cacería de brujas contra dirigentes municipales en Zacatlán y otros municipios, lejos de causar miedo, provocó risa.

 

 

Pero una alianza extraña y disímbola podría cambiar el destino del tricolor poblano. Una alianza impensable, cocinada al calor de San Lázaro, entre Javier López Zavala y Enrique Doger, quienes la próxima semana darán la nota cuando aparezcan juntos para dar a conocer su diagnóstico de la derrota tricolor. Juntos, los protagonistas de la ruptura de 2010, unidos ahora en su repudio a la figura de Mario Marín, si materializan su sociedad, harían un dúo perfecto para hacer contrapeso a la pareja Estefan-Blanca. ¿Podrán juntos unir lo que rompieron?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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