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Las reuniones de transición son un mecanismo de presión a Gali




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Amable y conciliador, Gali recibe los informes, aprueba y felicita, pero no se compromete. Pura lógica: tiene derecho a elegir su propio equipo de trabajo, como lo han hecho previamente todos los alcaldes. Es la cabeza de la administración pública municipal y no puede atarse en cuotas partidistas

Esta semana, por fin, culminarán las soporíferas reuniones de transición entre el gobierno municipal electo y saliente que, lejos de servir como una plataforma para enterar al alcalde de los pasivos que heredará, en realidad ha fungido como un mecanismo de presión hacia Tony Gali Fayad. ¿Objetivo? Obligarlo a mantener en su plantilla laboral a por lo menos el 40 por ciento de los funcionarios actuales, especialmente aquellos que son miembros activos del PAN. El alcalde Eduardo Rivera, a través de Gerardo Maldonado —dirigente municipal— exige el cumplimiento de un acuerdo firmado en la mesa tripartita de negociación durante los meses de crisis con el morenovallismo. Y aunque Gali ha actuado con prudencia y mesura asistiendo a la pasarela de la transición, no existe mecanismo que lo obligue a atarse de manos en el ejercicio de su gobierno.

 

 

Desde su diseño original, las reuniones de transición han sido una pantomima que no lleva a ningún lado desde el punto de vista de las políticas públicas municipales. En las ocho sesiones que llevan, con dos dependencias exponiendo en cada una, los titulares solamente han hablado de los logros que han obtenido, de lo bueno que han hecho y de lo excelente que ha sido su trabajo en la gestión lalista. Por supuesto, han puesto el polvo bajo la alfombra: en ningún momento se han tratado los fracasos, déficits e incluso pendientes que le heredarán a la próxima administración.

 

 

La representación ha sido más o menos cordial gracias al trato que se esfuerzan en mantener Rivera y Gali. Pero en ambos lados ya comienzan a desesperarse porque el alcalde electo no da color de quiénes podrían incrustarse en su gobierno. Amable y conciliador, Gali recibe los informes, aprueba y felicita, pero no se compromete. Pura lógica: tiene derecho a elegir su propio equipo de trabajo, como lo han hecho previamente todos los alcaldes. Es la cabeza de la administración pública municipal y no puede atarse en cuotas partidistas.

 

 

Pero el Yunque no lo entiende y exige su cuota de poder. Maldonado Balvanera es el encargado de fungir como “cobrador”. Por aquí y por allá atosiga al alcalde electo con una lista en la que se incluirían todos los funcionarios que, a juicio del dirigente municipal, deberían repetir en el próximo gobierno. Pero no es una lista de 10 o 20 personas, sino que la exagerada cuota anda por ahí del 40 por ciento del personal de confianza, alrededor de entre 200 y 300 nombres de diferentes categorías que van de jefes de departamento hasta secretarios. ¿Quién puede aguantar semejante demanda?

 

 

El “cobrador” Maldonado Balvanera pasa por alto varias circunstancias. La primera, que Antonio Gali no se ha afiliado al PAN, y de momento no tiene planeado hacerlo. Como fue su promesa de campaña, planea mantener como un alcalde “ciudadano” sin la necesidad de verse lastrado por la marca de algún partido. ¿Por qué tendría que mantener en la nómina a entre 200 y 300 burócratas de forma obligada? Es claro que algunos de ellos pueden repetir por sus méritos, si es que los tienen. ¿Pero por cuota partidaria?

 

 

Bueno para cobrar, Maldonado Balvanera es incapaz de asumir compromisos de su lado. Por ejemplo, es la hora en que no se pone la camiseta del tonygalicismo para dar inicio a la expulsión del PAN de Violeta Lagunes y de Miguel Ángel Labastida, operadores de la guerra sucia en contra del candidato a la alcaldía, así como de un gran número de improperios, incluso a su familia.

 

 

Last but no least, el Yunque pasa por alto el argumento principal para no ceder a su absurda demanda: la victoria de Antonio Gali fue la suma de varias fuerzas, especialmente la potencia electoral del morenovallismo que fue capaz de darle una ventaja de 11 puntos sobre Enrique Agüera. En otras palabras: la victoria tiene muchos padres, y no se debe únicamente a la participación del Yunque, que si bien fue no importante, no fue determinante en el resultado final.

 

 

La pasarela organizada por Eduardo Rivera y el Yunque fue larga e inútil: Tony Gali no comprará más a aquellos funcionarios que tienen méritos para continuar o tuvieron una participación importante en la campaña. El resto será su decisión y no va a dejarse amarrar las manos. Tan claro y tan sencillo.

 

 

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