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2014: Los Días del Futuro Pasado (y no es película de los X-Men)




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Este regreso a las viejas reglas tiene un nuevo componente que genera un escenario totalmente distinto al de la República Imperial: la competencia por el poder es, de momento, democrática. El Dedo Divino puede señalar, pero son los votos de los poblanos los que habrán de decidir. Antes bastaba con un destape. Ahora sigue siendo imperativo ganar elecciones

Indisolubles sus lógicas, a partir del 2014 la política local dependerá como nunca de la política nacional. Como antes de los estertores del viejo PRI a finales del siglo XX, todas las señales que vienen desde Los Pinos y el gobierno federal deberán descifrarse para anticipar el futuro de los personajes locales. Tenía tiempo que no ocurría así: los tres últimos gobernadores —Melquiades Morales, Mario Marín Torres y Rafael Moreno Valle— llegaron al poder fundados en consideraciones preponderantemente aldeanas, sin la interferencia de la Federación, como sí ocurrió con la llegada de Manuel Bartlett Díaz, Mariano Piña Olaya, Guillermo Jiménez Morales y hacia atrás. No podía ser de otra manera: Puebla no escapa a la tensión del federalismo-centralismo. Y si México entero ha dado un viraje de regreso a la pirámide del poder, el 70 por ciento de la política poblana se va a decidir en Los Pinos.

 

 

De entrada, el destino del PRI poblano se encuentra en las manos de César Camacho, Miguel Ángel Osorio Chong y el propio Peña Nieto, sin descartar a Luis Videgaray, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón. Lejos de un poder monolítico, las elites nacionales compiten entre ellas mismas para colocar sus fichas en los tableros estatales. Nadie debe olvidar incluso que, a la par de la resolución de la minigubernatura de 2016 y la gubernatura de 2018, en el teatro de las operaciones se juega la sucesión presidencial de 2018. Quizá esa es la razón última de que nadie puede armar el complejo rompecabezas de los priistas poblanos. Todos compiten entre ellos, con el arbitraje y decisión final del presidente.

 

 

Pero este regreso a las viejas reglas tiene un nuevo componente que genera un escenario totalmente distinto al de la República Imperial: la competencia por el poder es, de momento, democrática. El Dedo Divino puede señalar, pero son los votos de los poblanos los que habrán de decidir. Antes bastaba con un destape. Ahora sigue siendo imperativo ganar elecciones, para lo que se requieren candidatos bien posicionados en un electorado dificilísimo como es el poblano, donde el PRI no ve la suya desde el 2010.

 

 

En los Días del Futuro Pasado, las viejas reglas conviven con las nuevas reglas. Por ello, en esas tres instancias —CEN del PRI, Segob y Los Pinos— urge la toma de decisiones sobre el caso Puebla. Los mejor posicionados en la carrera por la gubernatura —Blanca Alcalá, Enrique Doger y Javier López Zavala— se encuentran heridos de muerte por su voto a favor de la reforma energética. La encuesta de Mas Data demuestra que 40 por ciento de los poblanos no estarían dispuestos a votar para alcalde o gobernador por aquellos que la aprobaron. Pero aquellos que no están heridos de muerte como Lastiri, Pepe Chedraui o Jorge Estefan, tienen bajísimos niveles de conocimiento y por el momento su competitividad es nula.

 

 

La debilidad del PRI se mezcla con la fortaleza del PAN, que es lo mismo que la de Moreno Valle. En la intención de voto, a dos años del arranque de la sucesión, el albiazul duplica al tricolor. Además, tienen al mejor aspirante en la figura de Antonio Gali Fayad que el 15 de febrero arrancará su propio camino. Por encima del partido y del aspirante, se encuentra el cerebro maestro del gobernador, que 24 horas del día dedica, piensa y actúa para ganar la minigubernatura de 2016.

 

 

Las dos tareas del Alto Mando Nacional son encontrar la fórmula para que, al mismo tiempo, se eleve la intención de voto del PRI proporcionalmente al debilitamiento del PAN y del morenovallismo. Es la única forma de entrar en competencia.

 

 

En el primer caso es prioritario definir tres perfiles que puedan luchar por la minigubernatura de 2016 y luego la de 2018 para fortalecerlos con estructura, dinero y acceso a medios de comunicación. Retardar la elección de esos tres perfiles es pura pérdida de tiempo: en el horizonte estratégico lo primero es poner la cancha pareja.

 

 

En el segundo caso, el golpeteo a la administración morenovallista es inevitable. De qué forma e intensidad será el misterio del próximo año. Una primera aproximación puede ser el fallo del INAH sobre el ahora conocido como #ChafaFérico una vez que, en lugar de ir al Centro Histórico, irá a dar a la nada con rumbo al estadio Cuauhtémoc VIP: un teleférico sin ningún valor turístico. Las consecuencias jurídicas de la modificación del trazo implicarán a uno de los funcionarios más señalados desde el exterior e interior del propio gobierno, Bernardo Huerta Couttolenc. Además, el expediente abierto es altamente incriminatorio por tratarse de un PPS por 25 años a favor de un empresario ex favorito del sexenio otorgado en completa opacidad. El asunto quema porque el monto de las erogaciones ni siquiera ha sido reportado al Congreso.

 

 

Moreno Valle sabe leer los tiempos: en lugar de enfrentarse al tigre y ejercer como gobernador de oposición, ha simulado ser un fiel vasallo incondicional. Pero ni en Los Pinos ni en Segob se tragan su actuación, por lo que la guerra es inevitable, aunque su escalada e intensidad es un misterio. Así se escribirá la historia de 2014 y 2015 antes de que el telón caiga en 2016. ¿Puede un gobernador sobrevivir a un tsunami ejecutado desde el gobierno federal? La opción es inviable en los viejos tiempos que son los nuevos, aunque el elemento democrático le da un nuevo rostro a la tensa relación entre política nacional y local.

 

 

Así son los tensos Días del Futuro Pasado. Nos volvemos a leer el próximo año.

 

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