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El descontento creciente de los poblanos con Moreno Valle




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Si la tendencia de caída continúa, Moreno Valle terminará su sexenio reprobado: si en los siguientes 3 años pierde el apoyo de otro 11 %, llegará a 2016 solamente con el aval de 53 % de los poblanos. Muy cercano a las cifras con las que Marín fue desalojado del poder. En caso de ocurrir algún escándalo de alto calibre que lo involucre a él o alguno de sus funcionarios más cercanos, la pérdida de legitimidad sería mayor

El acorazado morenovallista avanza rumbo al cuarto año de gobierno con un boquete: el tiempo, que todo lo desgasta, también ha desgastado a la figura de Moreno Valle. De acuerdo con la última encuesta de 2013 de la empresa Mas Data, el gobernador cerró el año con una aprobación a su gestión de 64 por ciento. Se trata de la calificación más baja en lo que va del sexenio, muy lejano al 75 por ciento con el que arrancó su gestión en 2011, y lejos también del 70 por ciento en el que se movió a mediados de 2013. La cifra de 64 por ciento no es mala para un gobernador común y corriente, aunque es terrible para quien, en primera instancia, desea ser considerado el mejor gobernador en la historia de Puebla, y luego, quiere construir un proyecto presidencial para 2018 sustentado desde su tierra natal. Con esa cifra, que además va a la baja, será difícil que consiga ambos méritos.

 

 

En pleno ecuador sexenal, los poblanos viven un proceso de desencanto con el gobernador que llevaron al poder en 2010. Durante los tres primeros años de gobierno, Moreno Valle la tuvo fácil porque su punto de comparación era Mario Marín y la estafa sexenal de sus cómplices. Pero conforme el tiempo avanzó, Moreno Valle empezó a ser su propia medida. Las expectativas que generó como candidato, y en su propio primer año de gestión, es la vara con la que se le mide a partir de 2013: Marín ya no es el punto de comparación, sino el propio proyecto morenovallista para Puebla que encandiló a propios y a extraños.

 

 

¿Cuánto se ha cumplido de ese proyecto de modernización, de lucha contra la corrupción, la pobreza, la inseguridad? ¿Cuánto se logró y cuánto no? ¿Es Puebla en verdad diferente, su clase gobernante, o solamente hubo una sustitución de hombres, pero no de conductas y de valores? ¿Cuál es el saldo si comparamos morenovallismo contra marinismo?

 

 

En esas preguntas puede cifrarse el proceso de desafección, de distancia, que tienen los poblanos en la mitad del sexenio. Si lo reducimos a una cuestión de números, la cuestión no parece estar tan mal: en 3 años de gobierno, Moreno Valle ha perdido el apoyo de 11 por ciento de los poblanos: pasó de 75 por ciento que avalaban su gestión a inicio de 2011 a 64 por ciento a finales de 2013. Si mantiene esa tendencia,terminará el sexenio como un gobernador del montón.

 

 

Si la tendencia de caída continúa, Moreno Valle terminará su sexenio reprobado: si en los siguientes 3 años pierde el apoyo de otro 11 por ciento, llegará a 2016 solamente con el aval de 53 por ciento de los poblanos. Muy cercano a las cifras con las que Marín fue desalojado del poder. En caso de ocurrir algún escándalo de alto calibre que lo involucre a él o alguno de sus funcionarios más cercanos, la pérdida de legitimidad sería mayor. Debajo de la línea del 50 por ciento se encuentra el oprobio social.

 

 

Moreno Valle tiene un problema de tiempo: a partir de su Tercer Informe, cada día es un día menos en el poder. O de poder. Y también un día menos para que comience el cobro de facturas a la innumerable cantidad de enemigos de mayor o menor calibre que el régimen ha generado. No pocos bendicen a la democracia: así como un día se fue Marín, también lo hará Moreno Valle. Todo es cuestión de tiempo.

 

 

Comienza la agonía del régimen, aunque quizá la clase gobernante todavía no lo advierte, su base social se hace cada vez más pequeña: de los 20 mil invitados a la toma de protesta, a los 5 mil del Primer Informe, a los 3 mil requeridos del segundo y a los apenas mil 500 que asistirán al Tercer Informe. ¿Cuántos llegarán al quinto y sexto? ¿Cuándo arrancará la feria de las traiciones?

 

 

El gobierno estatal, además del tiempo que todo lo corrompe, tiene otra desventaja para revertir su desgaste: cohabitará los siguientes 3 años con un gobierno federal emanado del PRI. Aunque tras un primer tramo gélido el gobernador logró granjearse la benevolencia de Peña Nieto, nada garantiza que ese ánimo continuará, especialmente en 2015 y el 2016. Preparándose para la inminente derrota, Moreno Valle dice que no le interesan las federales, que esa elección se la regalará al PRI. Pero, ¿y 2016?

 

 

La gran incógnita es precisamente aquello que ocurrirá en la disputa de la minigubernatura. Moreno Valle calcula que el PRI no presentará un buen gallo, ya que nadie quiere gobernar solamente 1 años 8 meses. ¿Y qué pasará si ese cálculo es erróneo? ¿Qué pasará si Peña Nieto, o quien sea el presidenciable más visible en ese momento, deciden mandar la caballería para propinarle al gobernador una derrota preventiva que lo aleje del 2018? ¿Quién irá a la batalla?

 

 

Vuelvo al principio: de Moreno Valle depende que ese 64 por ciento de aprobación vuelva a subir, o el descontento creciente de los poblanos abra una brecha mayor que profundice la caída. Si el gobernador es proclive al autoengaño, con la campaña de publicidad de su Tercer Informe pensará que el daño está reparado. Si todavía queda algo de su genio político, entenderá que en su acorazado hay un boquete: que puede intentar repararlo o dejar que su nave se inunde para que, en 2016, el barco se vaya a pique.

 

 

 

 

 

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