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La guerra de los ex rectores de la BUAP




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El parte de resentimientos y acusaciones de traición hace que la guerra de ex rectores sea casi cómica, excepto por el hecho de que en el PRI saben bien que Doger Guerrero cumple sus amenazas. Este día será crítica para que mañana Enrique Peña Nieto no se encuentre un tricolor que sufrió de implosión

Ver para creer: el futuro del PRI poblano y sus grandes decisiones quedaron atrapadas por la guerra de ex rectores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. La compleja e inestable relación entre “los tocayos” Agüera y Doger se agravó con la suma a la ecuación de José Doger Corte, antecesor de Enrique y primo-hermano con el que tiene agravios históricos, a quien el delegado Moreno Peña hizo candidato a diputado por el distrito XV como una forma de capitalizar el posicionamiento de Enrique pese a su renuencia a abonar a la unidad del PRI. Una jugarreta que desató la ira del diputado federal, quien rompió su silencio via Twitter luego de que le negaron sacar de la contienda a José, y por ello dejó en entredicho los acuerdos que ya tenía con Agüera. La sopa de Enriques y Dogers sería hilarante si no fue dramática para César Camacho e Ivonne Ortega.

 

 

Entre los Enriques y los Doger no hay lógicas políticas sino rivalidades personales que nacieron a su paso por la BUAP durante las dos últimas décadas. El reclamo común de todos contra todos es la traición, la deslealtad y las acusaciones de “mal agradecido”. Que tanto de verdad y que tanto de mentira es una cuestión que solamente a ellos concierne. Por encima de los beneficios para todos, los ex rectores son el retrato hablado del factor humano en la política.

 

 

Doger Corte, que hizo a su primo Doger Guerrero su sucesor y rector de la BUAP, no se muerde la lengua para lanzarle toda clase de improperios desde los 90. Con menos calificativos, Doger Guerrero piensa lo mismo de Agüera Ibáñez: no cumple lo que promete.

 

 

Vamos a un repaso de su choque de egos.

 

 

Doger Corte, como rector de la BUAP en los lejanos años 90, bloqueó el ascenso de una joven promesa que buscaba la dirección de la Facultad de Contaduría, llamado Enrique Agüera Ibáñez. Pero unos años después, cuando Enrique recibió la rectoría de José, lo primero que hizo fue empezar a borrar el legado de su primo-hermano, y entronizó al joven Agüera como director de la Facultad de Administración, y tras hacerlo vicerrector, lo convirtió en su sucesor al frente de la BUAP para cuidarle el changarro mientras luchaba por la alcaldía de Puebla.

 

 

¿El lector ya se hizo bolas? Prepárese porque aún hay más de esta hoguera de las vanidades buapachosas.

 

 

José Doger Corte, rector que arrancó la transformación radical de la máxima casa de estudio, acusa a su primo-hermano Enrique de apropiarse de sus logros, y después, de aprovecharse de su posicionamiento, ya que si Enrique llegó a la alcaldía de Puebla en 2004, fue gracias a la suma de sus periodos al frente de la rectoría. Aunque desde hace años busca una candidatura del PRI, ahora la tiene en sus manos gracias a la amistad que trabó con Moreno Peña cuando fue rector de la Universidad de Colima, previo a ser gobernador.

 

 

Y es que a Pepe le pesa, claro, que fuera de la BUAP lo máximo a lo que llegó fue a titular del Órgano de Fiscalización con la bendición de Melquiades Morales, mientras que Doger Guerrero llegó a alcalde, diputado local y federal, y desde hace unos años trae en jaque al PRI poblano. Se llama envidia y es uno de los pecados capitales. Pura condición humana.

 

 

Por último: Enrique Doger Guerrero tiene una versión alternativa de la historia y de su destino político. Si no llegó a la gubernatura, la culpa la tuvo Enrique Agüera que lo traicionó en 2004 cuando prefirió acercarse a Mario Marín al grado del compadrazgo, y lo dejó morir solo en la travesía al desierto. Con la alcaldía y la BUAP en manos de un mismo grupo, calcula Doger Guerrero, el “Góber precioso” no hubiera tenido otro remedio que entregarle la candidatura a Casa Puebla. Pero ya se sabe que el “hubiera” es un tiempo verbal que no existe.

 

 

Nunca he escuchado los argumentos de Enrique Agüera a los cargos de traición que le hace Doger Guerrero. Pero supongo que si bien lo reconoce como su creador, el ahora candidato a alcalde debe creer que después de ganar la rectoría en 2005 se ganó el derecho a construir su propio destino y aspiraciones. El tiempo le habría dado la razón, pues si le ganó la carrera a su tocayo fue gracias a las encuestas que lo posicionaron mejor, y que en ese sentido, ya no le debe nada.

 

 

El parte de resentimientos y acusaciones de traición hace que la guerra de ex rectores sea casi cómica, excepto por el hecho de que en el PRI saben bien que Doger Guerrero cumple sus amenazas. Este día será crítico para que mañana Enrique Peña Nieto, en su esperada visita a Puebla, no se encuentre un tricolor que sufrió de implosión a partir de la hoguera de las vanidades que se gestó en la BUAP.

 

 

El resultado de las negociaciones con el dogerismo se cristalizará en la planilla de regidores y síndico. Y si no, habrá una guerra que alcanzará a todos. Doger Guerrero será llevado al cadalso ante Peña Nieto bajo el cargo de alta traición, y por su lado, el grupo del ex alcalde que se encuentra fuera del PRI hará lo propio para que Gali y el morenovallismo se alcen con la victoria. Increíble escenario producto de la guerra de ex rectores.

 

 

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