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Hayao Miyazaki se retira

Lunes, 02 Septiembre 2013 13:38
El genio de la animación japonesa, ganador del Oscar y del Oso de Oro con 'El viaje de Chihiro', anuncia su jubilación el día en que compite en Venecia.



En la pantalla aparece Totoro, un oso tierno y regordete, la mascota del estudio Ghibli. La platea, que espera cansada pero electrizada el principio de la proyección, rompe el silencio con un aplauso divertido, de cariño. Arranca la última película del maestro japonés Hayao Miyazaki (Tokio, 1941). En los siguientes 126 minutos —lo que dura The wind rises— los periodistas que asisten a esa sesión acompañarán sus sonrisas con algunas lágrimas. En las siguientes horas, la emoción se transformará en trastorno, casi un luto mudo, cuando sepan que el genio de la animación se jubila. Koji Hoshino, su compañero en las tareas de dirección de Ghibli, ha anunciado que Miyazaki “ha decidido que este fuera su último trabajo”. Hoshino no ha querido dar más detalles a los atónitos periodistas, y los ha emplazado a un próxima rueda de prensa en Tokio del propio Miyazaki.





El anuncio estalla en un festival del cine que en varias ocasiones rindió homenaje al autor de obras maestras como La princesa Mononoke, Porco Rosso, El viaje de Chihiro (ganadora en 2001 del Oso de Oro en Berlín y del Oscar al mejor filme de animación) o Mi vecino Totoro. En 2004, Miyazaki compitió por el León de Oro con El castillo ambulante; en 2005, recibió el de honor por toda su carrera; en 2008, acudió para presentar Ponyo en el acantilado. En esta edición se quedó en Japón y mandó a su socio para acompañar su última, lírica, gran historia.



Hayao Miyazaki e Isao Takahata crearon el estudio Ghibli en 1985. Se habían conocido antes, cuando trabajaron juntos en las series de televisión Heidi, Marco y Ana de las tejas verdes. Del estudio han salido La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro, Ponyo en el acantilado, Porco Rosso, El castillo ambulante o Mi vecino Totoro por parte de Miyazaki; Cuentos de Terramar y La colina de las amapolas, por parte de su hijo Goro; La tumba de las luciérnagas, Recuerdos del ayer, Pompoko o Mis vecinos los Yamada, por parte de Isao Takahata, y otras películas de diversos directores. Todo cinéfilo que haya estado en Tokio conoce el museo Ghibli. Este año se prometía festivo en el estudio porque coinciden a la vez vez estrenos de sendas películas de los dos padres fundadores (la primera de Takahata en 14 años): en verano llegó a las salas japonesas, antes de concursar en Venecia, The wind rises, sobre la juventud de Jiro Horikoshi, padre del Zero-sen, caza insignia de las fuerzas aéreas imperiales niponas en la Segunda Guerra Mundial, de Miyazaki; en otoño, The tale of Princess Kaguya, de Takahata.





El titulo de The wind rises (Kaze Tachinu en el título original japonés) se inspira en un verso del poeta francés Paul Valèry: “Le vent se lève, il faut tenter de vivre”. Cuenta la vida de Jiro Horikoshi, un muchacho nacido en un pueblo de campo que sueña con volar, pero sufre miopía y no puede ser piloto. Jiro lee revistas especializadas, vive con la nariz hacia el cielo, estudia y se empeña y finalmente es fichado por una importante industria aeronáutica. Se convierte en hábil diseñador de aviones, siguiendo las huellas de su gran mito, el ingeniero italiano Giovanni Caproni (1886-1957). La idea romántica de desafiar la gravedad y librarse en el aire choca con lo que está pasando en el mundo: la Segunda Guerra Mundial, con Japón al lado de Adolf Hitler, convierte los portentos tecnológicos que dibuja Jiro en instrumentos de muerte.



El viento es el gran protagonista. Una fuerza invisible y potente que sostiene y desbarata sentimientos y maquinas. El viento hace voltear los sombreros de Jiro y de la bella Naoko, que siguiendo el baile de sus gorros se enamoran. El viento acompaña el vuelo de los cazas Mitsubishi Zero que el joven construye. El viento mantiene el equilibrio entre la guerra y la esperanza, y el viento aparece en su título: The wind rises, que parece su película más personal, casi biográfica. Como Jiro, Miyazaki —cuyo padre era dueño de una industria de componentes para aviones— está fascinado con la idea de volar. “En las alas de su fantasía embarca a todo el mundo, barriendo diferencias de edad, de cultura, de origen o religión”, comenta Oscar Cosulich, crítico cinematográfico especializado en animación. “Su manera de leer e interpretar la tradición visual y cultural de los anime trasciende el color local y se hace universal. Por eso”, recuerda Cosulich, tambien director del Future Film Festival de Bolonia, mayor certamen dedicado al género en Italia, “John Lasseter, director creativo de Pixar, le considera su maestro”. Por eso en Toy Story 3 aparece Totoro. “Yo entiendo que Myazaki pueda estar cansado y quiera parar. Pero apuesto que se le va a ocurrir otra idea y, como en pasado, no podrá retenerse: en 2016 vamos a tener otra película suya”. Como dirían Jiro y Bob Dylan, la respuesta está en el viento.



El país



 

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