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En Puebla el PRI parece muerto




Escrito por  Gabriel Sánchez Andraca
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El Partido Revolucionario Institucional en Puebla ha vivido desde el 2010 su peor época.

 

Perdió las elecciones de gobernador, perdió varios de los municipios más importantes y no constituyó mayoría en el Congreso.

 

 

Por si fuera poco, varios de sus diputados locales abandonaron sus filas para buscar, con otros partidos, ser postulados para una diputación federal.

 

 

El candidato presidencial triunfante en la entidad no fue Enrique Peña Nieto, sino Andrés Manuel López Obrador; ganó las dos senadurías pero entraron dos senadores, uno plurinominal del PT, Manuel Bartlett Díaz, ex gobernador del estado y otro de representación proporcional, Javier Lozano Alarcón, ambos ex priistas.

 

 

El Congreso local fue dominado por el PAN, que logró pasar todos los proyectos que envió el Ejecutivo. Acción Nacional contó en todo momento con el apoyo de los priistas, que no se cuidaron de guardar las formas y que aprobaron todo sin siquiera simular un debate.

 

 

En las elecciones locales recientes no logró mayoría en el Congreso y se va sólo con nueve diputados de cuarenta y uno, que conforman la LIX Legislatura.

 

 

Sus comités municipales y seccionales están casi extinguidos, es decir, la estructura partidista está deshecha, como lo demuestra la pérdida de ayuntamientos tan importantes como los municipios de Puebla, Atlixco, Texmelucan, Izúcar de Matamoros, Teziutlán y muchos más. Fue rebasado por la coalición “Puebla Unida” en más de la mitad de los 217 ayuntamientos.

 

 

Para colmo, el dirigente estatal priista, Pablo Fernández del Campo, acaba de tomar posesión como diputado local y eso, quiérase o no, le quita espacio para atender los graves problemas de su partido, que ahora sí está partido.

 

 

El desánimo es lo peor de todo

 

 

La desorganización que priva en las filas priistas, el quebrantamiento de su estructura, han tenido un fuerte impacto en el ánimo de sus militantes.

 

 

Sus tradicionales sectores funcionan a medias o definitivamente no funcionan, como la CNOP que fue el corazón del viejo PRI.

 

 

Desde los tiempos de Carlos Salinas se proyectó la destrucción del llamado sector popular, y prácticamente se logró.

 

 

Desde que le cambiaron las siglas por las de UNE, no ha vuelto a levantar cabeza: ya no tiene a los grandes sindicatos oficiales como el del IMSS o el SNTE o la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado y también abandonaron sus filas numerosas organizaciones de profesionistas, colonos, pequeños y medianos comerciantes, locatarios de los mercados, etc.

 

 

Su dirigente actual, la senadora Cristina Díaz Salazar, acaba de declarar que la CNOP se modernizará para seguir siendo el brazo electoral del PRI. Habrá un Congreso el 1 de marzo y ahí se tomarán acuerdos.

 

 

Modernizar algo que prácticamente ya no existe va a ser sumamente difícil, máxime si ha perdido a gran parte de su militancia, pues el sindicato del Seguro Social estuvo ya dirigido nacionalmente por un neopanista; los maestros del SNTE, o por lo menos los dirigentes de ese sindicato, están afiliados al Panal, y la burocracia federal y de los estados ya no sabe ni a qué partido pertenecen.

 

 

La CNC, Confederación Nacional Campesina, sigue en el PRI, es numéricamente importante pero su pertenencia al Revolucionario Institucional es prácticamente simbólica.

 

 

Las centrales obreras, aunque desde los tiempos de Salinas de Gortari, dejaron de tener la fuerza política que tuvieron, se mantienen más o menos leales ya que en los dos gobiernos panistas los trabajadores fueron mal tratados y con la nueva ley laboral, pierden muchas de las conquistas logradas durante los gobiernos post revolucionarios.

 

 

Para colmo se va la dirigente municipal

 

 

Por si lo anterior fuera poco, la dirigente del comité municipal priista mejor organizado, el de Puebla capital, doña Claudia Hernández, abandona el barco y Puebla se queda al garete por lo que a dirigente del PRI se refiere.

 

 

El partido tricolor, pues, está viviendo una situación sumamente complicada: no hay delegado del comité nacional y allá arriba todavía no se deciden a quién mandar; el dirigente estatal está iniciándose como diputado local por casi cinco años y sus posibilidades de movilización son pocas, pues los asuntos del partido que dirige requieren una entrega total. No hay dirigente municipal en la capital, como no la hay en numerosos municipios del estado.

 

 

Hay aspirantes a dirigir al PRI que andan desatados y otros, más mesurados, esperan el dedazo de arriba para poder llegar, porque la mentalidad de los nuevos priistas sigue siendo la misma de los viejos priistas.

 

 

Y lo peor es que la dirigencia nacional no parece estar ni mínimamente preocupada por la suerte del PRI en Puebla.

 

 

Hace tiempo, cuando el PRI perdió el gobierno de un estado del norte un amigo comentó: “para que el PRI se reponga, va a pasar mucho tiempo, pues su derrota va a provocar un proceso de desorganización y va a ser muy difícil superarlo” y así fue, y ahora lo estamos viendo en Puebla.

 

 

 

 

 

 

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