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Gali derrumbó el negociazo de los parquímetros




Escrito por  Arturo Rueda
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Graham mintió porque nunca tuvo el consenso de los vecinos, y mucho menos, de los empresarios restauranteros del corredor gastronómico que ya hacían planes para cerrar sus negocios y emigrar. Incluso la rueda de prensa en la que presentó oficialmente los parquímetros se convirtió en un ring de descalificaciones cuando, los vecinos invitados por el propio IMPLAN, se levantaron en armas y denunciaron que estaban en desacuerdo. Graham fue reventado enfrente de los medios. Lo más sensato, siempre, fue convocar a una consulta pública.

Con tacto y prudencia, el alcalde Antonio GaliFayad paró en seco las ansias de novillero de Luis Fernando Graham y le ordenó suspender el proyecto de los parquímetros en el polígono Huexotitla-Gabriel Pastor hasta que culmine la pavimentación con concreto hidráulico en la 43 Poniente-Oriente. El teatrito se le cayó al director del Instituto Municipal de Planeación (Implan) que quiso sorprender al alcalde vendiendo una supuesta aprobación absoluta de empresarios y vecinos al proyecto. Con una prisa sospechosa, incluso, contradijo al alcalde y dijo que echaría a andar la licitación aun antes de iniciar la fase de pruebas. Tan acelerado andaba que hasta dio como ganador adelantado a la empresa Parquimóvil, propiedad del sobrino del diputado panista Franco Rodríguez. Ahora se ve claro que Gali dejó correr a Graham hasta que quiso, y luego lo frenó cuando quiso.

 

 

En efecto: Gali tiene muchas dudas en pasar a la historia como el alcalde que trajo de vuelta los parquímetros a Puebla, una idea que no seduce desde los años 80, cuando desaparecieron de la capital. Las opciones para el reordenamiento de la vía pública por analizarse son muchas, todavía antes de decidir que los poblanos deben pagar un impuesto por estacionarse en la calle. Las prisas eran del director del Implan, un fuereño al que no le importa el juicio de la historia de la ciudad, mientras que al alcalde sí. ¿Qué tiene que perder Graham, un tabasqueño que llegó a la entidad de manos de Fernando Manzanilla? Pues nada. A lo más, su trabajo.

 

 

La política pública de los parquímetros es sumamente agresiva y demanda un estudio concienzudo, así como la participación activa de los vecinos para que el proyecto no se convierta en un fracaso. En el mejor de los casos, los vecinos de la zona están divididos. Según una encuesta que apareció en el propio documento de justificación del Implan —sin citar la empresa—, un 48 por ciento estaba en contra y un 48 por ciento a favor. Más tarde, otro sondeo, ahora del BEAP confirmó que con un poco más de información, crecían los descontentos con la idea de tener parquímetros en 60 calles de la zona, con poca claridad acerca de los derechos que tendrían y del porcentaje de ganancias que se quedaría la colonia.

 

 

Además de suspender la instalación, Gali tiene otra razón para no enfrentar a los vecinos del polígono Huexotitla-Gabriel Pastor: aunque la mayoría de las familias de alcurnia de la zona emigraron a otras colonias de la capital, la mayoría todavía son votantes duros de Acción Nacional, pese a la ola de robo de autopartes de los últimos años. ¿En vista de las elecciones que se avecinan en 2015 y 2016, cuál es el sentido de enfrentarse a los votantes propios y perder su apoyo a cambio de materializar un negocio particular?

 

 

Graham mintió porque nunca tuvo el consenso de los vecinos, y mucho menos, de los empresarios restauranteros del corredor gastronómico que ya hacían planes para cerrar sus negocios y emigrar. Incluso la rueda de prensa en la que presentó oficialmente los parquímetros se convirtió en un ring de descalificaciones cuando, los vecinos invitados por el propio Implan, se levantaron en armas y denunciaron que estaban en desacuerdo. Graham fue reventado enfrente de los medios. Lo más sensato, siempre, fue convocar a una consulta pública. Pero el director del Implan dijo que no era necesaria. Engañó a su jefe.

 

 

Por último, la sospecha de que los parquímetros son un negocio particular fue creciendo cuando a fuerza se presentó a Parquimóvil como la única empresa con la tecnología para hacer los parquímetros digitales. El propio Carlos Anaya se asumió como ganador, y le dio un tufo hediendo a una política pública que supuestamente quería reordenar, no darle un negocio para el concesionario ligado a las más rancias familias panistas.

 

 

Por último, seguramente el alcalde Gali valoró la situación económica, tanto de los empresarios del corredor gastronómico, como la de los propios poblanos. Una cosa es darle unas monedas a los franeleros o los valet parking de la zona, y otra muy distinta castigar el bolsillo de los poblanos con un impuesto a la vía pública. La economía poblana sigue en franca recesión, como el resto de México, y aventurar un proyecto semejante solamente traería al edil la posibilidad de destruir el segundo corredor gastronómico en importancia de la capital. Al final, los poblanos votaron por Gali, no por un tabasqueño de apellido Graham.

 

 

La reconsideración del alcalde es digna de encomio. Pero no estaría de más que ahondara más en los motivos sospechosos del tabasqueño Graham para darle tanta celeridad a un proyecto que no tenía sustento ni apoyo social. Ahora, tendrá que buscar un nuevo lugar para hacer sus “pruebas” y aterrizar el proyecto de los parquímetros, además de buscar otras empresas con capacidad de prestar el servicio. En realidad, se trata de un estate quieto del alcalde a un director del Implan que ni poblano es, ni será, y cuyo interés único es sacar el mayor beneficio posible mientras lo mantengan ahí.

 

 

 

 

 

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