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Jueves, 23 Julio 2015 01:28

Peña Nieto: un gobierno que muere de inanición.




Written by  Javier Arellano Ramírez

A estas alturas su destino es irrebatible.


Simplemente no tiene otra opción, otro camino.

 

Su futuro está sellado, marcado de manera inexorable.

 

El gobierno de Enrique Peña Nieto pasará a las cloacas de la historia nacional. El desastre es descomunal, la anarquía es superior a la vista en el sexenio de Felipe Calderón.

 

Dos han sido las grandes crisis políticas de este periodo: la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Ambos acontecimientos retratan de cuerpo entero al gobierno de Peña Nieto con su característica fundamental: la incapacidad.

 

Tanto en Ayotzinapa, como en el penal del Altiplano, Peña Nieto entró tarde.

 

En el caso de los estudiantes de Guerrero, el gobierno federal demoró días enteros antes de que el conflicto le estallara en la cara. Frente a la crisis del penal de máxima seguridad la indolencia fue igualmente grave. Todo el aparato de gobierno se encontraba viajando a París, el presidente de la República, el secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, el titular de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos Zepeda, y su equivalente de la Marina,Vidal Francisco Soberón Sanz.

 

Todos iban en una de las comitivas más grandes que se hayan visto en la historia nacional, mientras el criminal más acaudalado del orbe salía nuevamente de un penal que era “orgullo” del sistema político. La burla internacional fue devastadora. Peña quedó convertido en una caricatura, un bufón ante los grandes medios globales.

 

Pero ni así ordenó el regreso de los secretarios de la Defensa y Marina. Dejó que un desgastado, menguado, abatido secretario de Gobernación enfrentara la crisis.

 

Luego de la fuga del “Chapo” los desatinos, las pifias han sido el pan de cada día. Para buscarlo piden lo mismo la coordinación de gobernadores del sureste (como se sabe ni Gabino Cué, ni Manuel Velasco Coello tienen control policiaco en sus entidades), invocando la solidaridad ciudadana con una recompensa de 60 millones de pesos, pero al mismo tiempo echan a andar una búsqueda mundial a través de Interpol.

 

Por cierto, el gabinete de Seguridad Nacional aún no ha aclarado de dónde se están tomando los 60 millones que se ofrecen como recompensa, de qué partida, rubro o programa se extrae esa suma. Sería conveniente que lo aclaren, así como las implicaciones fiscales a las que estaría sometido el hipotético ganador.

 

Lo cierto es que el errático gobierno de Peña Nieto no tiene idea de dónde pueda encontrarse “El Chapo”.

 

Puede haber salido por Centroamérica, una región que conoce perfectamente y tomar un barco en Panamá que lo lleve a cualquier punto del planeta. Puede estar con sus socios de la Triada china, o con los traficantes de metanfetaminas en Tailandia o encontrar refugio en alguno de sus narcolaboratorios en la India, también puede estar en una isla del Mediterráneo apoyado por sus aliados de la mafia siciliana.

 

Guzmán Loera es el primer capo de la globalización, los tentáculos del Cártel de Sinaloa se extienden por una veintena de países, apoyado por igual número de organizaciones criminales, incluyendo por supuesto a las redes de traficantes que operan en el mercado de drogas más grande del mundo: los Estados Unidos de Norteamérica.

 

Sin embargo, “El Chapo” es un hombre de hábitos, de costumbres, de querencias, por lo que, lo más probable es que se encuentre en algún punto de México, en la Sierra de Durango, en algún cañón de Chihuahua, atendiendo de cerca sus negocios, como siempre lo ha hecho.  

 

Pensando qué puede ofrecer, negociar, pactar a cambio de su libertad. Tal vez Guzmán nunca leyó a Mario Puzo pero siempre hace “ofertas que nadie puede rechazar”.

 

Ante la opinión pública, el súper capo se ha convertido en un ícono social, el antihéroe que enarbola al México de origen humilde, pero que llega a alcanzar el poder necesario para enfrentar, desafiar a un negligente e incompetente presidente de la República.

 

Mientras tanto, el fallido mandatario sigue llenando de sangre su paso por la historia. Las fuerzas castrenses siguen atacando a civiles. La desaparición de jóvenes en Zacatecas y la muerte de ciudadanos, incluyendo un niño de 12 años en Ostula, Michoacán, ratifican que la guerra de los neoliberales Calderón y Peña Nieto está más que pérdida. Es incuestionable que sacar las tropas a las calles fue un catastrófico error.

 

Pero sobre todo, queda de manifiesto que el sexenio agoniza y muere de inanición política; porque mientras Peña Nieto siga en Los Pinos, este baño de sangre no se detendrá.

 

Como siempre quedo a sus órdenes en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., sin mx.

 

 

 

 

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