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Martes, 08 Diciembre 2015 01:50

AMLO: el discurso en el límite




Written by  Javier Arellano Ramírez

Corría el año de 1988.


El crimen organizado se circunscribía a unas pequeñas células de no más de 20 sujetos que operaban en Tijuana, otros tantos en Ciudad Juárez y los más peligrosos vivían en la zona conurbada de Guadalajara.

 

No ocurrían los genocidios que hoy testimoniamos en San Fernando, Guerrero, Morelos, Veracruz, Michoacán y que se muestran en las descarnadas escenas de las fosas clandestinas. Los migrantes centroamericanos atravesaban tranquilamente el país y no se contaban en cantidades de miles de desaparecidos, como hoy ocurre. El México de 1988 era sereno, apacible. Cualquier ciudadano podía recorrer las carreteras de Guerrero o de Coahuila en horas de la madrugada, sin problema alguno.

 

Había ocurrido el sismo de 1985 que demostró y evidenció a un aparato presidencial anquilosado, obsoleto, inoperante, incapaz de dar respuesta a una sociedad que comenzaba a cambiar.

 

De cara al proceso electoral de 1988 los partidos enviaron a sus cartas fuertes; la izquierda se unió en torno a la figura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; el PAN (el entonces panismo dogmático y congruente) enviaba a Manuel de Jesús Clouthier Rincón “Maquío” y el PRI abría la puerta a la era tecnócrata con Carlos Salinas de Gortari.

 

El ingeniero Cárdenas mostró la sed del pueblo mexicano de un cambio, de un giro urgente en el rumbo del país. El abanderado del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional abarrotaba las plazas y zócalos de todo el país. El clamor popular era incontenible. Solo un mega-fraude electoral pudo descarrilar el anhelo de una nación. El gran fraude orquestado y ejecutado por el hoy “liberal”, “progresista” y “nacionalista” Manuel Bartlett Díaz.

 

Pero para la perspectiva del México del 2015 se hace obligada la pregunta ¿Qué queda del discurso, de las tesis cardenistas de aquel 1988?

 

Por supuesto, los grandes ejes (lugares comunes) gozan de cabal vigencia: la democratización de las instituciones; la defensa de la soberanía nacional; el rechazo a la política neoliberal. Pero el discurso cardenista como tal, evidentemente, está agotado, rebasado.

 

A la luz de esta comparación histórica debe evaluarse la encuesta publicada por el diario “Reforma”el pasado domingo 6 que muestra una reducción en los números de Andrés Manuel López Obrador frente a sus más cercanos adversarios.

 

AMLO se sostiene como puntero con un 28 por ciento de las preferencias, pero la diferencia con Miguel Ángel Osorio Chong se reduce a diez puntos; el Secretario de Gobernación tiene un piso electoral de 18 por ciento, en un empate técnico con Margarita Zavala de Calderón, quien se mantiene con  17 puntos en las preferencias. En tanto que Jaime Rodríguez “El Bronco”, con apenas unas semanas como ejecutivo, tiene un 15 por ciento, muy por encima de todo el resto de los gobernadores.

 

De vista al año 2018 los números parecen indicar claras tendencias. Empero la lectura toral de esta encuesta es que Andrés Manuel empieza a perder la abrumadora ventaja que tenía. Y esto sucede en apenas unas cuantas semanas.

 

¿A qué se debe esto? Sin duda mucho tiene que ver el discurso lopezobradorista.

 

Desde su primera contienda presidencial en el año 2006, aquel duelo entre Felipe Calderón Hinojosa, Roberto Madrazo Pintado y Andrés Manuel, el discurso del tabasqueño prácticamente no ha variado ni un centímetro. Las tesis son las mismas, la embestida a “la mafia del poder”; el señalamiento perpetuo al “innombrable”; “el mayor saqueo desde la Colonia”.

 

Y en el año 2012 los argumentos fueron exactamente los mismos.Por supuesto las banderas lopezobradoristas son referencias permanentes, lugares comunes; pero el tema de fondo es un problema de mercadotecnia política.

 

Desde una perspectiva demoscópica y propagandista el discurso lopezobradorista comienza a declinar, a descender. En 2015 ya no tiene el mismo impacto social que en 2006; ya no levanta el mismo eco, ni similar estruendo.

 

El ejemplo histórico de la trayectoria, el ascenso y el descenso cardenista debe servir como referencia obligada. En política toda figura está sometida a un desgaste natural, forzoso e ineludible.

 

Andrés Manuel aún está a tiempo de modificar, de adecuar su discurso al México caótico, anárquico y genocida del 2015. Pero si continúa con las mismas tesis de 2006 la diferencia con sus adversarios se hará cada vez más corta.

 

Como siempre quedo a sus órdenes en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., sin mx.

 

 

 

 

 

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