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Martes, 01 Diciembre 2015 03:17

Las aspiraciones presidenciales de RMV, un problema de comunicación




Written by  Arturo Rueda

Moreno Valle tiene un problema de comunicación grave que ni todo el dinero del mundo puede arreglar: no dice nada. Esto es, se encuentra ausente de todos los debates de la esfera pública. Su opinión es irrelevante. Quizá en los conciliábulos su voz sea potente, así como en las intrigas palaciegas, pero en el México real no tiene bandera ni proyecto que vender, a excepción de los “logros” obtenidos en su gobierno. Pero si se toma en cuenta que los poblanos tienen reprobada su gestión, esos “logros” se nulifican y hasta se oscurecen, por lo que queda poco para vender


Si el proyecto sucesorio avanza viento en popa, todas las noticias que llegan del frente de las aspiraciones presidenciales son tristes. El apellido Moreno Valle no pega en las encuestas, ni adentro ni afuera del PAN, y la semana anterior fue trágica porque Margarita Zavala se entronizó en el imaginario colectivo albiazul como la candidata correcta para enfrentar a Andrés Manuel López Obrador. No es que la señora tenga muchos o pocos méritos en su propia carrera política, sino que el nombre de Margarita Zavala, unido al de Felipe Calderón, evoca la victoria de 2006, cuando Acción Nacional y los poderes fácticos frenaron a un imparable López Obrador. En otras palabras, Zavala despierta emoción, mientras que el nombre del gobernador no transmite nada.

 

Las aspiraciones presidenciales de Moreno Valle —de acuerdo con las últimas encuestas presentadas en las dos últimas semanas— tiene un primer problema: su conocimiento sigue siendo bajo, muy bajo, a un año de abandonar el gobierno poblano. La promoción, en ese sentido, es un fiasco continuo de cinco años. En uno u otro sentido, todos los voceros que han pasado por la oficina de Comunicación Social han fracasado: Norberto Tapia, Sergio Ramírez Robles, Marcelo García Almaguer, Héctor Alcudia y Max Cortázar.

 

En ninguna encuesta, Moreno Valle supera el 30 por ciento de conocimiento: Parametría le da 20 por ciento; Consulta Mitofsky 24.9 y Buendía&Laredo para El Universal lo coloca con un 24 por ciento. En otras palabras, cinco años después de ejercer como gobernador y a punto de entrar a la recta final de su sexenio, apenas dos o tres mexicanos de cada 10 dicen conocerlo. Por donde se le quiera ver, esto es un fracaso.

 

¿Por qué otros personajes recién llegados al firmamento de la política mexicana como “El Bronco” o Ricardo Anaya lo superaron tan rápido? ¿Por qué incluso los que llevan más o menos el mismo tiempo ejerciendo un cargo público le sacan el doble, como Eruviel Ávila o Miguel Ángel Mancera? ¿Qué tendría que hacer para acercarse al promedio de 60 por ciento de conocimiento que tiene Margarita Zavala para poder ser competitivo?

 

La inversión publicitaria en televisión, claramente, no ha bastado: por muchos acuerdos firmados con Televisa o Tv Azteca, éstas no lo han promocionado nacionalmente y se han limitado a darle cobertura fuerte local, pero sin incidir en sus aspiraciones presidenciales. El pago a radiodifusoras y la apuesta por engancharse a grupo Imagen tampoco ha dado resultados: el único hecho por el que realmente tuvo presencia nacional fue totalmente negativo a su administración, esto es, Chalchihuapan y la muerte de José Luis Tehuatlie.

 

Moreno Valle tiene un problema de comunicación grave que ni todo el dinero del mundo puede arreglar: no dice nada. Esto es, se encuentra ausente de todos los debates de la esfera pública. Su opinión es irrelevante. Quizá en los conciliábulos su voz sea potente, así como en las intrigas palaciegas, pero en el México real no tiene bandera ni proyecto que vender, a excepción de los “logros” obtenidos en su gobierno. Pero si se toma en cuenta que los poblanos tienen reprobada su gestión, esos “logros” se nulifican y hasta se oscurecen, por lo que queda poco para vender.

 

Parte de la gravedad del problema de comunicación es que Moreno Valle no asume su papel de panista opositor: los acuerdos que mantiene con el gobierno federal no sólo le atan las manos, sino también la lengua. Mientras el deporte nacional es pegarle a Peña Nieto y al gobierno federal, especialmente en el delicado tema de la corrupción, el gobernador poblano hace un mutis permanente. Por el contrario, pese a la impopularidad probada de la palabra “reformas”, lo repite una y otra vez en alabanza permanente al discurso presidencial.

 

En su plan de comunicación no hay ideas originales, sino montarse en conceptos previos lanzados por alguien más. Por ejemplo, cuando a todos se les ocurrió advertir del peligro de los populistas —en relación con López Obrador—, Moreno Valle se repitió la idea en dos o tres ocasiones hasta que pasó de moda. Quedó como repetidor, no como ideólogo.

 

Por si fuera poco, el gobernador poblano es alérgico a presentarse en espacios mediáticos no controlados, esto es, no pagados previamente. Una de las pocas entrevistas libres que dio en el año —al semanario Zeta dirigido por Adela Navarro— le dejó un mal sabor de boca, porque debió responder de los temas que no le gusta hablar, como Chalchihuapan o Elba Esther Gordillo. El ejercicio no volvió a repetirse y regresó a los escenarios controlados para desgano de Max Cortázar, quien prefirió ya no insistir. Su última entrevista a El Universal para hablar de la necesidad de aliarse al PRD fue, cuando menos, insulsa e irrelevante.

 

Por último, ni en el PAN ha podido tomar una bandera, pues no tuvo ni la gentileza de sumarse al coro de defensa de Margarita Zavala porque hubiera terminado de empoderarla. El reto de Moreno Valle es definir qué quiere decirle a México, y sólo entonces comenzará a subir su nivel de conocimiento. Y ante la premura del tiempo, quizá ya ni eso sirva.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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