Thursday, 28 de March de 2024

Jueves, 28 Abril 2016 01:50

El PRI fracturó su estructura en el interior.




Written by  Javier Arellano Ramírez

Este es un fenómeno que vale la pena revisarse.


Estamos ante la mutación de la base priista.

 

Durante décadas Puebla fue un bastión incuestionable e inamovible del tricolor.

 

La mayor expresión de ese priismo vivo, latente, vigente fue la elección interna de 1998, cuando Melquiades Morales Flores derrotó holgadamente a José Luis Flores Hernández y a Germán Sierra Sánchez. Era la culminación de una vida de trabajo político entregado a la base militante. Melquiades lo mismo conocía a los cenecistas de Izúcar de Matamoros, a los cetemistas de Zacatlán, a los cafetaleros de Xicotepec de Juárez; a los comerciantes de Teziutlán; a los propietarios de invernaderos en Atlixco o a los maquileros de Tehuacán. Fue toda una vida dedicada a cultivar ese piso electoral que tenía el priismo.

 

Pero esta base comenzó a fisurarse, a quebrarse en el sexenio de Mario Marín. El gran problema es que el hombre de la mixteca fue radicalmente lejano, distante, ajeno a esa base. Dejaba que Valentín Meneses o Alejandro Armenta Mier tratasen con la base priista.

 

Pero los seccionales, los comités municipales, los sectores querían acercarse al gobernador, saludarlo, darle un abrazo; tal y como sucedía con Melquiades Morales. Pero nada de eso ocurrió. Una y otra vez pedían una audiencia, un diálogo con el ejecutivo, mismo que nunca encontraron.

 

Esa base tricolor, lastimada, agraviada, ofendida fue la que abandonó a Javier López Zavala y se fue a refugiar al proyecto de Rafael Moreno Valle, quien incluso hizo un directorio estatal de todos esos cuadros sentidos.

 

Desde ese sexenio de Marín el piso priista comenzó a fisurarse, a partirse. Luego de la derrota priista de 2010 esa base se fracturó.

 

Sin embargo el priismo noble y generoso seguía ahí esperando un liderazgo que lo condujera. Pero nada de eso llegó. En su lugar aparecieron liderazgos de escritorio como el de Ana Isabel Allende, que nunca se sentaron con los cenecistas de Acatlán de Osorio o con los cenopistas de Atlixco.

 

El priista de a pie se fue sintiendo abandonado, relegado, desairado por su dirigencia. Y paulatinamente comenzó a migrar.

 

Hoy los sondeos arrojan lo que en Cúpula siempre sostuvimos: que Blanca Alcalá Ruíz es una figura identificada en Puebla capital, pero que no tiene ni presencia y mucho menos arrastre en los 216 municipios del interior. En algunas regiones, como las Sierras Nororiental y Negra es una perfecta desconocida.

 

Si la señora algún día pensó en ser candidata a gobernadora debió trabajar esa base, en un contacto directo, en un diálogo cara a cara con el piso militante. Tal y como lo hizo Melquiades Morales durante 30 años.

 

Pero no. La frívola Barbie tlaxcalteca, nunca hizo labor en la base priista. Siempre lo vio desde las alturas de su edificio en la Angelópolis.

 

Y hoy que necesita desesperadamente de esa base, simplemente no encuentra el apoyo.

 

Se ha documentado que la campaña de Alcalá se “redireccionará” hacía la capital, esperando fortalecer sus escasos puntos a favor, porque en el interior del estado simplemente no levanta, no despega, no convence.

 

Fueron los seis años de distanciamiento marinista y los cinco años de letargo los que provocaron una gran fractura en los cimientos del priismo poblano.

 

A este paso, para el 2018 solo les quedarán los edificios.

 

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.

 

 

   

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