Saturday, 20 de April de 2024

Martes, 23 Agosto 2016 03:24

Se abre el escenario para coalición de izquierdas




Written by  Javier Arellano Ramírez

El tema no es menor, incluso puede ser el punto de arranque para una estrategia histórica.


Durante años se ha criticado la evasiva, la negativa de Andrés Manuel López Obrador para aceptar la creación de coaliciones y alianzas políticas que puedan catapultar su ya sólido capital social.

 

Y todo indica que por primera vez en los últimos doce años el tabasqueño está dispuesto a escuchar, a considerar, por lo menos pensar en una alianza de izquierdas.

 

La última vez que se llevó a cabo una verdadera conjunción de fuerzas de izquierda fue en 1988, cuando Cuauhtémoc Cárdenas convocó a la creación del llamado “Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional”. Fue en 1988, aquella gran batalla electoral que enfrentó a una izquierda unificada en contra del poder de la naciente tecnocracia mexicana.

 

En 1988 el presidente saliente era Miguel de la Madrid Hurtado. Fuertes aspirantes se quedaron en el camino; verdaderos alfiles como Jesús Silva Herzog o Manuel Bartlett, que en aquellos años representaban lo más granado de la clase política.

 

Pero el colimense De la Madrid eligió a aquel pequeño tecnócrata que le ofreció una salida digna, respetuosa y decorosa. Décadas después don Miguel declaró en una entrevista a Carmen Aristegui que se arrepentía de haber ungido a Carlos Salinas de Gortari. Así quedó grabado; aunque a las pocas horas fue obligado a retractarse, pero el audio no miente.

 

Por su parte el panismo elegía a uno de sus mejores hombres; un militante aguerrido, combativo, pero sobre todo profundamente congruente: Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, el gigante “Maquio”.

 

La izquierda –en una de esas ocasiones excepcionales e insólitas-, dejaba atrás sus viscerales diferencias para postular al ingeniero Cárdenas Solórzano, el vástago de aquel mítico y legendario Lázaro Cárdenas del Río.

 

Fueron célebres las fotografías de Ifigenia Martínez, de Heberto Castillo, de Porfirio Muñoz Ledo, de Pablo Gómez dándole la mano a Cuauhtémoc Cárdenas. Eran los emblemas, los símbolos de las diversas facciones de la izquierda uniendo sus esfuerzos para detener a un priismo que se entregaba a las tesis tecnócratas del neoliberalismo hardvariano.

 

La batalla fue épica, propia de gigantes, una de las más grandes pujas que se ha visto en este país. Solo un descomunal fraude electoral pudo descarrilar la voluntad de una nación.

 

Manuel Bartlett Díaz (hoy converso hombre de izquierda y sedicente lopezobradorista) fue el artífice de un bestial fraude representado en la llamada “caída del sistema”.

 

Ahí comenzó la tragedia nacional; la llegada del neoliberalismo trajo consigo la entrega de toda la economía del país, comenzando con la banca y la telefonía. Luego se sellaría el destino con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Completa apertura a empresas semejantes, equivalentes a las estadunidenses, pero con obreros que reciben salarios como los de Honduras.

 

Cárdenas volvió a contender en dos ocasiones más; en 1994 año del magnicidio de Lomas Taurinas y en el 2000 cuando hizo su aparición Vicente Fox Quesada.

 

Para ese año 2000 ya nada quedaba de la unidad de las izquierdas. Incluso aquel Porfirio Muñoz Ledo que en 1988 caminó con Cárdenas, se convirtió en un patético corifeo de Fox.

 

La gran lección que dejó 1988 es que las izquierdas, las diferentes facciones, corrientes, agrupaciones, “tribus” pueden unificarse. Ya sucedió una vez. No es tarea imposible. Empero, en aquel año la coalición no estaba preparada para la embestida que representaba un enorme fraude electoral.

 

Hoy las condiciones son radicalmente distintas; las instituciones electorales gozan de una transparencia que hace 28 años era impensable, inimaginable. Los medios de comunicación, comenzando con las grandes televisoras han tenido que mostrar una apertura que en otros momentos era imposible.

 

Pero sobre todo la sociedad mexicana de 2016 está mucho más informada y tiene una vocación ferozmente crítica. El pueblo de 1988 era un cordero, pero hoy ansía convertirse en lobo.

 

Esta sociedad mexicana de 2016 esta en pie de guerra; decidida como pocas veces en la historia.

 

En 1988 Cuauhtémoc Cárdenas era el emblema moral que pudo unificar a las izquierdas. Hoy en 2016, rumbo al 2018, la figura es López Obrador. Si el tabasqueño aprende de las lecciones de la historia reciente, entenderá que Morena, por mucha fuerza que pueda tener, no es suficiente para recibir la descarga que un priismo agonizante pretende imponerle.

 

Es claro que el salinismo-peñismo no piensa dejar el poder. Lo hemos apuntado en el pasado; el neoliberalismo mexicano contempla gobernar durante los próximos dos o tres sexenios. Desde hace meses en esta Cúpula claramente apuntamos que el delfín se llama Aurelio Nuño Mayer.

 

Y si el priismo agonizante no tiene las condiciones para contender, el neoliberalismo puede buscar un abanderado albiazul. Al fin y al cabo para las tesis entreguistas es como elegir entre una Coca Cola o una Pepsi.

 

Hoy por primera vez en los años recientes se abre la posibilidad de una gran coalición de las izquierdas. Y está en manos de un solo hombre tomar la decisión. Ojalá tenga la sabiduría, la sensatez y la humildad de tomarla.

 

Ojalá.

 

Como siempre, quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.

 

 

 

    

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