Tuesday, 16 de April de 2024

Martes, 29 Marzo 2016 02:38

La boxeadora en el ring del 2016




Written by  Javier Arellano Ramírez

La semejanza, la comparación es válida.


Es claramente ilustrativa.

 

Blanca Alcalá Ruíz es como una boxeadora que previamente a la gran pelea de campeonato tuvo que librar otras batallas.

 

En primer lugar, enfrentar un álgido, tortuoso, atormentado proceso interno. Aunque dicha etapa nunca tuvo formalidad estatutaria, fue una temporada de enorme desgaste; la puja contra Enrique Doger Guerrero y Javier López Zavala fue escabrosa.

 

Aquí en esta Cúpula narramos desde hace un año los ríspidos encuentros entre esos tres agentes. En concreto describimos una pelea campal que protagonizaron en presencia de Claudia Ruiz Massieu, entonces secretaria de Turismo. En un encuentro convocado por el gobierno federal, a los “poblanos” (entrecomillas) les tocó sentarse en la mesa de la titular de turismo.

 

Blanca Alcalá (en realidad tlaxcalteca), Javier López Zavala (chiapaneco) y Enrique Doger (poblanito hasta la médula), no pudieron ocultar sus acres diferencias. Comenzaron las recriminaciones, los señalamientos, los ataques; el escenario era caótico, la babel poblana en toda su expresión. Ruiz Massieu tuvo que intervenir y conminar a la sensatez, a la prudencia. Solo así los tres enardecidos entraron en cordura. Pero ese agitado encuentro se repitió en diferentes tonos, en distintos lugares.

 

Los mayores señalamientos y acusaciones contra Blanca Alcalá salieron y todavía en este momento salen de los equipos de Zavala y Doger. Aunque aparentemente el gobierno federal serenó los ánimos con dos delegaciones, el Seguro Social para Enrique y Relaciones Exteriores para Javier, lo cierto es que ambos de ninguna manera han dejado de odiar a la señora Alcalá. Esto hay que subrayarlo, porque va más allá de una natural animadversión política, esto se inscribe en un inocultable odio personal.

 

Mucho se ha pregonado que en realidad Blanca nunca quiso ser la candidata a la minigubernatura. Pero ella sola se metió en una pelea callejera, en un agarrón de pandilleros.

 

Pasado ese accidentado proceso interno surge como abanderada, es la formal boxeadora que llevará el logotipo tricolor. Y cuando va saliendo de los vestidores y se enfila al ring llega la periodista Lydia Cacho Ribeiro y como espontánea le propina severo descontón que la saca de control. La acusación rebota en medios y portales nacionales. Una de las amiga de Cacho, la intelectual Denise Dresser bautiza a la priista como “la candidata del góber precioso”. La respuesta es contraproducente. Las “aliadas” de la contendiente acusan que Cacho recibió “millones” por señalar a la priista. Una torpe ayuda que en su momento desatará un efecto boomerang.

 

Más adelante su discurso crítico sobre el uso del helicóptero se revierte cuando ella misma aparece usando la aeronave de un misterioso patrocinador, cuya identidad hasta el momento se desconoce. Otro severo golpe y todavía no sube al ring.

 

Visible, inocultablemente atolondrada y confundida sigue caminando rumbo al cuadrilátero. Le da la mano a su otrora aliado antorchista para que la ayude a subir y la respuesta es: “No, ya no estamos con el PRI… haremos nuestro propio partido”. En la primera plana de El Universal el sempiterno líder Aquiles Córdova Morán se deslinda de la abanderada y claramente marca distancia con su proyecto. Blanca puede olvidarse de los miles de votos de Antorcha Campesina. Es otro golpe a la mandíbula, frente al que los priistas Estefan, Armenta, Lastiri, Tanús, García Olmedo no saben cómo responder. Están igualmente estupefactos, contrariados, confundidos.

 

Esta es una breve descripción del estado en que se encuentra la candidata, que aún no sube al ring. Todavía no cantan el himno nacional, aun no suena la primera campanada y ya le han propinado una severa tunda desde distintos frentes.

 

En la otra esquina se encuentra el candidato de la sonrisa de estrella de Hollywood. No parece boxeador, más bien tiene el semblante de un Frank Sinatra, mexicano -libanés. Su bata de seda de pugilista luce impecable, no tiene una arruga, ni mancha alguna.

 

Por supuesto su “manager” el gobernador Rafael Moreno Valle es el que recibe los golpes, uno tras otro, tras otro. Pero eso es parte del acuerdo “Yo recibo los golpes y tu dedícate a lo tuyo”. Por supuesto Gali sonríe radiante.

 

Señoras y señores, tomen sus asientos. Esto apenas va a comenzar.

 

Como siempre, quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com, sin mx.

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