No hay nada más grande que el amor de los padres, y los papás de Robertita no escatimaron gastos para cumplir los caprichos de su hija para su octavo cumpleaños.
No quiso una fiesta de princesa, de algún programa de televisión o algún famoso cantante, ni siquiera sobre el resurgimiento de la URRS; ella quiso que su fiesta fuera en el Oxxo. El mundo siempre tiene la capacidad de sorprendernos.
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Más allá del encanto que pueda inspirar la casi omnisciente cadena de tiendas de autoservicio en una niña de ocho años.
Fuente: Sipsen
Staff Diario CAMBIO
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