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Martes, 12 Mayo 2020 02:22

¿Contener la pandemia o provocar el pánico?

¿Contener la pandemia o provocar el pánico? Escrito Por :   Silvino Vergara

“Cuando el gran señor pasa, el campesino sabio hace una gran reverencia y silenciosamente se echa un pedo”. James Scout


 

Prohibiciones y más prohibiciones a la población global: clausuras, multas, arrestos, ley seca; cierre de balnearios, de zoológicos, de locales comerciales, de cines, de restaurantes, de centros comerciales, de fábricas, de centros de trabajo, de oficinas, de escuelas, de universidades, de hoteles, de calles, de paradas de camión y metro, etcétera. Además, falta esperar las prohibiciones venideras. Este es el actuar de los gobiernos del mundo en las últimas semanas: policías circulando, vigilando y consumiendo gasolina. Total, a decir de N. Chomsky, el servicio de la policía sale barato.

 

Pareciera que, en lo que respecta a los gobiernos del mundo para contener la pandemia, hay una única dirección; una que, en vez de contener la pandemia, pareciera que solamente provoca el pánico en la población mundial. Lo cierto es que, en el mundo central, esto se ha logrado. Por lo menos en Europa y Norteamérica ha surgido ese temor generalizado de la población. Algo que no sucede en Latinoamérica, pues la naturaleza de la población en esta región del mundo es totalmente diferente a la de esos países centrales, donde aún se mantiene cierta credibilidad en las decisiones de sus gobiernos, en sus titulares y, por ende, hay todavía certeza de lo que está sucediendo y de las medidas que sus gobiernos están tomando. En cambio, en Latinoamérica, observamos cómo la población siempre se las ingenia para darle la vuelta a la ley, para mantener el incumplimiento; cómo, incluso, y más preocupante —de acuerdo a la sentencia lapidaria del profesor colombiano Mauricio García Villegas—, el Estado se convierte en el principal incumplidor de la ley (Garcia Villegas, Mauricio, Normas de papel, Bogotá, Siglo del Hombre Editores y De justicia, 2013).

 

No es lo mismo esta región del mundo y la de los países centrales, pues estamos acostumbrados, en primer término, a no cumplir con la ley (lo cual proviene de los ancestros de estas tierras siempre rendidos por el imperio Azteca), después, basta con recordar las palabras de Hernán Cortés respecto de las órdenes provenientes de la Corona: “se acata, pero no se cumple”.

 

El problema central en México y toda Latinoamérica es que las disposiciones jurídicas, las leyes, los reglamentos, los decretos siempre han sido una imposición de los gobiernos (llámese corona, colonia, emperadores, virreyes, presidentes, etcétera); nunca se han tratado de medidas que democráticamente se hayan creado. El camino siempre ha sido el mismo: se dicta a espaldas de la población. Por ello, al tratarse propiamente de imposiciones, históricamente, no queda otra alternativa más que escabullirlas. De esto se ha escrito mucho en toda América latina, al grado de que se ha sostenido que el incumplimiento a la ley siempre ha sido la clave por la cual no hemos podido desarrollarnos, como en los países de Europa y Norteamérica.

 

Desde luego que la literatura al respecto del incumplimiento de la ley es basta, sobre todo en los países de América latina, donde se ha insistido en el análisis respecto de este incumplimiento. Sin embargo, tal análisis se ha centrado en la posición de rebeldía de la población y ha olvidado uno de los temas centrales en dicho incumplimiento. Es decir, adicionalmente a que la legislación que se pone en vigor siempre se trata de una imposición (como está sucediendo actualmente), las instituciones tampoco inspiran credibilidad, lo cual se agudiza cada día. En relación con muchas de las regulaciones que se imponen —como está sucediendo con el caso de la pandemia actual—, no se tiene la certeza de que efectivamente sean las medidas más apropiadas. Por ello, la incredulidad sobresale y, con ello, se justifica en cada persona el incumplimiento de la ley.

 

Efectivamente, la ilegitimidad es uno de los problemas que han quedado pendientes; sobre todo por la comodidad que hay en los gobiernos más recientes de improvisar a los servidores públicos en cargos de los que éstos no sabían incluso que existían, pero que, atendiendo a “la invitación” que les hace el amigo, aceptan gustosos junto a sus pagos quincenales, más lo que se acumule con la corrupción. Por ello, sus resoluciones y sus acciones, normalmente, se tratan de simples imposiciones, arbitrariedades, contravenciones al propio sentido común y, desde luego, a la ley. Por ello, la ilegitimidad es una de las causas del incumplimiento de la ley por parte de la población. Tal es el caso de lo que sucede hoy con la pandemia, pues resulta que, cada día que pasa, la población está a la espera de que se dicten más medidas aberrantes; al grado de que es posible imaginar que cualquier día se dicte una disposición legal que prohíba la respiración o el derecho a escuchar. Todo lo cual da la impresión de que todas esas medidas, antes de detener la pandemia, fomentan el pánico en la población.

 

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