La política es una magnificación de la vida.

 

Las pequeñas virtudes, los más imperceptibles hábitos se maximizan. Pero lo mismo sucede con los defectos, con las carencias intelectuales y las anomalías morales.

 

Sobre Claudia Rivera Vivanco hoy queda patente que tiene una reducida capacidad académica; no tiene sentido del orden y la disciplina. Su limitada visión intelectual la hace conducir una administración sin perspectiva, sin rumbo.

 

Rivera entiende la política como el ejercicio del exhibicionismo; ponerse tenis en actos públicos, bailar en una reunión, pintarse de catrina, cantar con un mariachi. Todas expresiones de un burdo protagonismo que en realidad esconde una deleznable frivolidad con la que busca llenar vacíos personales.

 

Hoy también se puede asegurar que Rivera siempre fue una persona utilitarista, pragmática y quien nunca tuvo un ápice del sentido de lealtad.

 

Esa es su verdadera naturaleza, sólo que ocupando el cargo de alcaldesa sus carencias quedan sobredimensionadas, magnificadas.

 

Desde el primer día de la campaña electoral de 2018 quedó claro que Rivera tendió puentes con el morenovallismo y siempre prefirió el triunfo de Martha Erika Alonso al de su benefactor.

 

La misma escena se repitió en 2019 cuando volcó a todos sus incondicionales y hasta a su familia en favor de Alejandro Armenta Mier.

 

Claudia nunca quiso que Barbosa llegara a la gubernatura; hizo todo lo que estaba en sus manos para impedirlo. Pero fracasó.

 

Los problemas políticos son como las plagas; comienzan por mostrarse en un rincón del jardín, pero luego van avanzando, carcomiendo rosales, geranios e incluso el pasto; acaban con hiedras y enredaderas. Hasta que se aplica un fungicida lo suficientemente fuerte para acabarla. 

 

La confrontación que Rivera desató en contra de Barbosa la muestra de cuerpo y mente enteros. Todo comenzó con una velada, discreta animosidad, pero el desencuentro fue avanzando hasta llegar a este grado.

 

Nunca en la historia de Puebla una figura municipal había mostrado tal falta de respeto frente a un gobernador. 

 

Jamás se había visto semejante insulto contra un ejecutivo.

 

Las mayores diferencias se dieron entre Gabriel Hinojosa y Manuel Bartlett, pero nunca llegaron a la provocación grotesca e innecesaria.

 

Interrogado por los medios de comunicación el mandatario poblano califica las acciones de Claudia como “una insensatez enorme”. Fue una expresión política, mesurada, equilibrada.

 

En realidad la actitud de Rivera raya en un trastorno irracional.

 

Sus videos llenos de confrontación y encono; declaraciones incendiarias; sus solicitudes de requerir los inmuebles son acciones que no tienen un objetivo real.

 

Lo que hace de ninguna manera es política.

 

En sus videos Claudia pretende victimizarse ante la opinión pública, pero olvida que los grandes sectores la aborrecen y a miles de poblanos les gustaría verla bajo un proceso penal.

 

El proceder de la alcaldesa es una actitud histérica, alterada, visceral. Todo lo contrario de lo que representa la política.

 

Irremediable, inexorablemente su conducta habrá de desatar las consecuencias de rigor.

 

Si Barbosa se ha mostrado tolerante con alguien es precisamente con Claudia. Pero todo indica que su paciencia ya se agotó.

 

Por mucho menos Felipe Patjane terminó en el penal de Tepexi de Rodríguez.

 

Es evidente que sobre Claudia caerá todo el duro peso del régimen.

 

Todo.

 

La señora está perdida.

 

Como siempre quedo a sus órdenes en  Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.