El video de George Floyd, un hombre afroamericano que murió el pasado 25 de mayo gracias al maltrato por parte del oficial de policía de Minneapolis, Derek Chauvin, llegó a las fibras más sensibles de una sociedad global que finge acabar con este problema -el racismo-, pero que en muchas ocasiones, con intención o sin ella, se vuelve más fuerte.

Quien no sintió repudio, impotencia y sed de venganza por este hecho, quizá muy en su interior crea que la gente de raza de color -morenos y negros- no merecen ningún trato humano, aun cuando hayan infringido la ley.

El racismo va más allá de una discriminación, aquella que mezcla condiciones sociales y económicas, el racismo busca la superioridad de una raza sobre la otra, en otras palabras, los blancos sobre los negros.

En México también albergamos ese racismo radical, pero lo dirigimos en su mayor parte a las personas de que por alguna razón su “modus vivendi” no coincide con el de la gran mayoría.

Que si porque son de indígenas. Que si porque proviene de provincia. Que porque hablan dialecto. Que si por sus tradiciones, su modo de vestir e incluso su alimentación.

El racismo está ahí, basta abrir la tapa del frasco y dejarlo salir para que nos destruya como sociedad.

Lo que ocurrió en el país vecino es una alerta para la comunidad global, un llamado a todos los colonos de este continente, el racismo existe, no he nos avanzado y tenemos que aceptarlo.

Aceptar nos ayudará a  identificar, e identificarnos ayudará actuar.

Hemos llegado a la mitad del 2020 y ni la posible lejana extinción de la humanidad por un virus nos ha hecho olvidar quiénes somos y de lo que podemos llegar a hacer.

Saludos.