Sin embargo, hay otro lado de la moneda y lo voy a visibilizar en esta columna.
Históricamente el fuero surgió para proteger de persecuciones políticas a quienes debatían en el Congreso y sirvió como 'blindaje' para la separación de poderes, pues limitó al Ejecutivo frente a los legisladores.
A pesar de lo anterior, el día de ayer el Congreso de Puebla aprobó en lo general y en lo particular la reforma constitucional para eliminar esta figura, lo cual no es cosa menor. En lo personal, me parece gravísimo, y déjenme explicarles por qué:
Vivimos en un país en donde muchas de las personas que ejercen el poder, independientemente del partido al que pertenezcan, terminan por volverse locos y quieren controlar todo el aparato gubernamental e incluso a los ciudadanos. Más allá de la corrupción que se da una y otra vez en México, tanto nuestra generación como las anteriores hemos vivido en carne propia la manera en la que "se gestionan" las actividades legislativas y cómo el presidente o los gobernadores "presionan", de una manera brutal a los Congresos para que pasen reformas constitucionales y leyes "a modo" para ejercer el poder sin contrapesos. En términos reales, esto rompe por completo la democracia e incluso abona a la perversión del ejercicio público.
Es aquí en donde yo les pregunto, mis queridos lectores, si el desafuero de verdad suma a acabar con la corrupción o sólo abona a ella, dejando el camino libre al Ejecutivo para hacer su voluntad a diestra y siniestra.
Simon Wigley, un filósofo inglés egresado de la London School of Economics and Political Science, hace énfasis en tres maneras en las que la figura del fuero ayuda a preservar la democracia representativa.
- Garantiza un espacio de representación de los ciudadanos en igualdad de condiciones.
- Ayuda (como lo mencioné al principio de la columna) al equilibrio de poderes evitando que uno tenga influencia sobre otro mediante amenazas y procedimientos legales.
- Protege el ejercicio de los representantes para llevar a cabo sus obligaciones sin ser distraídos por procedimientos en su contra.
Y no es que no exista un proceso de desafuero, por medio del cual los diputados pueden ser despojados de ese privilegio para responder por sus actos, ¡claro que existe y claro que se han dado los casos!
Dicho lo anterior, para mí el tema es bien sencillo: el fuero le complica las cosas al gobernador o al presidente para presionar a los diputados, mediante amenazas, a aprobar las leyes que le convengan o vengan en gana. El haber aprobado esta reforma así, sin dedicarle el tiempo que merece para discutirla, no sólo nos deja desamparados a todos los ciudadanos para ser representados debidamente por parte del Legislativo, sino que le da todo el poder al Ejecutivo para amenazar o incluso encarcelar sin justificación y a la menor provocación no sólo a la oposición sino a los diputados del mismo partido que tienen una postura distinta.
Ojalá la boca se me haga chicharrón y que todos los gobernadores y presidentes (los que están en turno y los que vienen) sean lo suficientemente respetuosos de los poderes y sepan separar una cosa de la otra. Al tiempo.