Jueves, 28 de Marzo del 2024
Lunes, 13 Abril 2020 02:21

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Resultados Escrito Por :   Euripides Flores

El pasado jueves 9 de abril se llevó a cabo una reunión de ministros de energía de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) encabezados por Arabia Saudita y algunos otros productores fuera del cartel como Rusia y México. El objetivo es llegar a un acuerdo para reducir la oferta mundial de petróleo que impulse sus precios a la alza.


 

La tarde de ese jueves comenzó a circular la información de que México se había levantado de la mesa sin llegar a un acuerdo sobre la reducción con la que como país contribuiría al pacto. De inmediato comenzó el drama en redes sociales: que éramos una vergüenza a nivel internacional, que cómo era posible que México no accediera, que la Secretaría de Energía no nos representaba y más cosas por el estilo.

 

Todavía sin mucha información a detalle, algunos descalificaron a priori la actuación del gobierno de México. Sin embargo, vale la pena analizar las circunstancias para valorar con mayor precisión la situación.

 

En primera, como en cualquier negociación existen intereses encontrados entre los participantes, lo que implica una contienda, es decir, un gobierno no va a una negociación a quedar bien con los participantes sino a encontrar un balance entre lo deseable y lo posible, siempre estableciendo líneas rojas o cuestiones intransitables.

 

De acuerdo con la información que ha circulado en medios especializados, se le propuso a México una reducción de 400 mil barriles diarios en su producción. Algo que nuestro gobierno habría rechazado y en su lugar ofrecido una reducción de cien mil barriles diarios. La contrapropuesta habría sido de 350 mil barriles diarios. Sin llegar a un consenso.

 

Más tarde ese mismo día, Donald Trump habría conversado por teléfono con AMLO y llegarían a un acuerdo para que los Estados Unidos asumiera un recorte en la producción de 250 mil barriles a cuenta de nuestro país. La propuesta habría sido vista con buenos ojos por Rusia pero rechazada en primera instancia por Arabia Saudita.

 

Mientras esto se escribe, parece haber noticias de un acuerdo para la reducción  mundial de 9.7 millones de barriles diarios, en el México recortaría cien mil barriles y Estados Unidos asumiría 300 mil barriles a cuenta de nuestro país.

 

La cuestión que vale la pena ver aunque sea brevemente, es que como cada país, en su negociación México está sujeto a sus condiciones particulares. En primera, nuestro país tiene un margen más amplio en relación a los precios coyunturales del petróleo debido a las famosas coberturas petroleras que le garantizan para una porción importante de la producción un valor aproximado al precio previsto para efectos de los ingresos del país que para este año fue de $49 dólares por barril.

 

Por otro lado, la política nacional de impulsar la actividad petrolera se vería obstaculizada por una disposición de reducción agresiva. Y no es que la producción sea un fin en sí mismo, sino que dejar de extraer petróleo tiene un impacto importante en la actividad económica del país y con mayor fuerza en los Estados productores como Campeche, Veracruz, Tabasco y Chiapas entre otros. 

 

Aunque dicen, y dicen bien, producir petróleo en un contexto de precios bajos puede resultar poco o nada rentable. La afirmación tiene aplicación exacta si se trata de una empresa privada en la que su único objetivo es generar ganancias. Pero adquiere cierta relatividad tratándose de una empresa pública como PEMEX que adicionalmente crea valor fomentando la economía nacional.

 

En todo caso y más allá de la estridencia, en esta negociación como en muchas otras cuestiones de la vida pública se trata de resultados. Si México logra, como parece que lo ha logrado, una reducción relativamente pequeña y un acuerdo en que se termine beneficiando por precios estables, considero que los resultados son positivos.

 

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