Si sumamos los fallecimientos en México y  el extranjero por coronavirus de todos los estados del país, Puebla ocuparía el segundo lugar nacional en muertes, sólo detrás de la CDMX. El hecho de que Nueva York se haya convertido en el epicentro de la pandemia ha generado que nuestra entidad se vea afectada exponencialmente. Las cifras oficiales reportan que 94 personas han perdido la vida por la pandemia en el estado, pero, en el área metropolitana Nueva York, Relaciones Exteriores reporta la muerte de 170 poblanos.

Combatir un enemigo que no se distingue, se asemeja a defenderse desde la obscuridad. Aunque el adversario no sea tan grande, veloz o mortífero, si no se le puede ver, el daño que nos infringirá será mayúsculo. Antes de comenzar a dar palos de ciego, es importante detenerse a recabar información que ilumine nuestro actuar. Contar con mayor conocimiento sobre la amenaza, nos permitirá comenzar a ver. Distinguir la figura, movimientos, patrones y letalidad del adversario es sinónimo de vidas salvadas y evitar el dispendio de recursos.

Esta semana, Claudia Rivera cumplirá año y medio en el cargo y con ello llegará a la mitad de su mandato. Dieciocho meses han pasado desde que tomó protesta para ser la segunda alcaldesa en la historia de Puebla. Tiempo suficiente ha transcurrido para hacer una evaluación de lo logrado y revisar las prioridades para la recta final de su gestión. A estas alturas no hay pretexto alguno que valga. Ella y su equipo conocen la realidad de la ciudad y han tenido tiempo de sobra para atender su problemática.

El Gobierno federal está rodeado. Simultáneamente hace frente a los embates de distintos adversarios. Los ataques se dan por todos los flancos por lo que le es imposible concentrar los esfuerzos y recursos, ya que ello implicaría descuidar cualquiera de sus otras fronteras.

Imaginemos por un segundo que tenemos la oportunidad de asistir a la comparecencia del secretario de Salud federal ante la Cámara de Diputados. Supongamos que los legisladores federales deciden citar a las autoridades del ramo para cuestionarlos acerca de la estrategia nacional de contención del coronavirus. Hagamos el ejercicio mental de transportarnos hasta San Lázaro para interpelar, hasta por cinco minutos, a los responsables del sistema de salud nacional. ¿Qué preguntas haríamos? ¿Cómo sacar a las autoridades de los lugares comunes que limitan la prevención al lavado de manos, el estornudo de etiqueta y el uso de cubrebocas?

La preocupación por el fortalecimiento de la memoria histórica es legítima. Sin embargo, el planteamiento de López Obrador parte de una hipótesis errónea; el que la eliminación de los fines de semana largos es la herramienta más eficaz para mantener vigentes las fechas históricas mexicanas. Para refutar la falacia sobre la que se pretende sustentar esta política pública, basta plantearse dos preguntas. ¿Son los fines de semana largos los principales causantes del olvido de nuestras fechas históricas? ¿Los puentes y el fomento a la memoria histórica son incompatibles?