Se trataba de una medida obligada en la paralización cuando no se produce y sobre todo nadie compra.
Algunos molestos hasta decidieron renunciar, convencidos de que podrían encontrar una mejor opción laboral y salarial a la vuelta de la esquina.
Pero ¡Oh, decepción!
Las cosas no han resultado tan fáciles y la tijera del recorte de personal se ha extendido por todas partes, con cero posibilidades de contrataciones.
Lamentablemente el recorte salarial hasta del 50 por ciento casi generalizado y el ajuste de personal no se ha dado en los mejores términos, y miles y millones de trabajadores en todo el país se han ido a los tribunales laborales que están saturados y en algunos casos semiparalizados.
En este contexto se vislumbra un juicio largo y con no todas las posibilidades de éxito, pero aun así, unos se la juegan y se van a los tribunales.
Este fenómeno no es exclusivo de México.
Suena mal pero resulta vigente aquello de “mal de muchos…”
La pandemia del COVID está visto, ha traído la precarización de los salarios en todo el mundo.
Por ejemplo, en España, en las oficinas del corporativo de El Corte Inglés, se ha impuesto el home office con su respectivo ajuste salarial del 50 por ciento.
La gente tiene claro que no hay de otra y termina aceptándolo, consciente de que no hay opciones y mucho menos mejores oportunidades.
Al calor de la pandemia en el mundo se vive un retroceso salarial con un obligado deterioro en el poder adquisitivo. Se habla de que el potencial de compra de la gente es el equivalente a los salarios de hace 5 años, frente a precios de 5 años después. Las cuentas no cuadran, vivimos un empobrecimiento global que bien hay que exclamar ¡sálvese quien pueda! y dejar proyectos, sueños e ilusiones para una década después, si es que el coronavirus no ha acabado con nuestra vida.
Habrá que entender que pese a todas las promociones y ofertas, hay que actuar en forma muy responsable para endeudarse, antes de seguir empobreciéndose y acabar con la poca y casi nula tranquilidad que nos ha robado la pandemia.