Si bien son millones de mexicanos los que tienen seguro su regreso al trabajo para los últimos días de mayo y junio, hay que tener en cuenta que otros millones más tendrán que hacer un viacrucis día con día para buscar una nueva oportunidad de empleo.
Mientras algunos entran en crisis existencial, funcionarios de los tres niveles de gobierno no dejan de ventilar públicamente sus diferencias y profundizan sus desavenencias.
Nadie cede.
Cada uno hace todo para mostrar su autoridad.
Todos “se las quieren cobrar”
Y claro, esos diferendos tienen un costo que bien podría aprovecharse para ampliar los programas sociales y la cobertura de trabajo con la que atienden la emergencia sanitaria.
Estos jaloneos no conducen a nada bueno, ésta crisis ha servido para colocar a los actores políticos en el escenario para exhibir su miseria humana, como si fuera el ingrediente esencial en la formación de un político, de un servidor público.
Todos piden, todos exigen, y ninguno está dispuesto a ceder, ninguno muestra disposición, ninguno depone para conciliar y atender lo urgente.
Hay que recordar que antes de la aparición del coronavirus los problemas ya se acumulaban en la federación, en el estado, en el municipio, y ahora con la pandemia todo se complica hasta llevar las cosas al caos.
Para entonces el saldo de los problemas será muy difícil y la solución será algo así como jugar vencidas para poner en juego la fuerza para vencer al enemigo.
¡Qué horror!
El retorno a la vida sin coronavirus, se convierte desde hoy en una pesadilla de pronóstico reservado y a las puertas de un nuevo proceso político electoral, que está previsto en el calendario político.
Una petición: que las diferencias entre los servidores públicos, no pesen en la toma de decisiones y programas de reconstrucción de “nuestra nación”.