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Miércoles, 17 Junio 2020 03:04

Las razones de mi enojo con López Obrador

Las razones de mi enojo con López Obrador Escrito Por :   Arturo Rueda

AMLO ya no nos ve, ni nos oye, al segmento que lo hicimos ganar la elección del 2018. No entiende ni quiere entender por qué estamos decepcionados del cambio que prometió. Que puede encabezar una administración pública honesta -lo que se duda- pero que el mismo tiempo es un gobierno disfuncional


 

Nada separa más al poderoso de su pueblo que la indiferencia que quiebra la empatía con los gobernados. Ejemplos de elites que pierden la perspectiva de la realidad sobran en la Historia. Es lo primero que pierden, pues tras perder el favor popular pierden el poder.

 

Desde la reina María Antonieta que se sorprendía de que no comieran pasteles los parisinos hambrientos que pedían pan previo a la Revolución Francesa que le cortó la cabeza a Luis XVI, hasta el muy famoso “ni los veo ni los oigo” de Carlos Salinas de Gortari a sus críticos.

 

Esa indiferencia,a veces parte de la soberbia, a veces del privilegio, y como en cualquier relación humana, entre más se abre la brecha más doloroso es el divorcio.

 

Andrés Manuel López vive un divorcio irremediable con un segmento amplio de 30 millones de votos que le dieron la Presidencia en 2018.

 

El problema no es con los fifís, conservadores y empresarios que perdieron sus privilegios. Esos de por sí no lo querían, tan es así que lo bloquearon en 2006 y en 2012. Ahora su voz encuentra más eco simplemente derivado de la crispación social de la pandemia, pero nunca votaron por Morena.

 

Tampoco el problema de AMLO es con sus adictos, sus pejezombies y radicales. Esos 14, 15 millones de votos son estables, pero no le alcanzaron para conquistar el poder en 2006 ni en 2012. Ellos seguirán adorándolo, pero no hacen mayoría.

 

AMLO se ha divorciado o se está divorciando, de la capa socioeconómica superior de votantes que lo hicieron presidente en 2018, aunque no habían estado con él en 2006 y 2012. El votante switcher que se vio arrastrado en el tsunami, motivado por el hartazgo de la corrupción del PRIAN.

 

López Obrador se divorcia de nosotros, los 15 o 16 millones de votos que lo hicimos ganar en 2018.

 

¿Cuántos de esos votos ha perdido en estos 18 meses de ejercicio de poder, y cómo se ha acelerado ese divorcio en estos tres meses de pandemia?

 

Las imágenes de su visita a Xalapa hablan por sí mismas: un grupo de padres con hijos desaparecidos le bloquean el paso de su camioneta blindada -AMLO ya no usa Jettas blancos ni Tsurus para trasladarse en sus giras inútiles por el país- y exigen hablar con él, pero el Presidente más popular en la historia de México ya no los ve ni los oye.

 

El conductor de esa camioneta decide echarle la lámina a una señora mayor con una pancarta, mientras hace unas semanas AMLO bajó de su vehículo para saludar a la mamá del Chapo Guzmán a la que no quiso hacerle “una grosería”, justificó después.

 

¿Por qué la mamá del Chapo no merece una grosería, pero sí una madre con hijo desaparecido se ganó que le aventarán la lámina de una camioneta blindada?

 

Porque AMLO ya no nos ve, ni nos oye, al segmento que lo hicimos ganar la elección del 2018.

 

No entiende ni quiere entender por qué estamos decepcionados del cambio que prometió. Que puede encabezar una administración pública honesta -lo que se duda- pero que el mismo tiempo es un gobierno disfuncional.

 

Un gobierno que no disminuye la delincuencia, que no combate la delincuencia organizada ni disfrazada de protesta social, ni tiene la confianza de los inversionistas, ni de los grandes, ni de los medianos y mucho de los pequeños.

 

Un gobierno que volvió más desastroso al de por sí precario sistema nacional de Salud con el INSABI.

 

Porque como cabeza de gobierno, ha sido el principal mensajero de la confusión en la pandemia al reiterarle una y otra vez al pueblo “que no hay riesgo” por el coronavirus. Ni siquiera quiere usar cubrebocas, y además se enfrasca giras inútiles.

 

Porque como cabeza de gobierno ha decidido comunicarse con el segmento más ignorante de la sociedad, el que menos estudios tiene y el  más mediocre.

 

En resumen, porque en perspectiva no se ve un mejor país hacia más adelante. Esa es la verdad que AMLO no quiere ver ni oír. Una verdad que viene de los que votamos por él, no de quienes lo rechazaron sistemáticamente en 2006 y en 2012.

 

Peleado con un segmento amplio de los que le dimos la victoria en 2018, López Obrador va a apertrecharse en su segmento de fanáticos acríticos y pejezombies, para tratar de ganar las elecciones de 2021.

 

No lo va a conseguir.

 

Para lograrlo va a necesitar el apoyo de los pocos gobernadores que tiene Morena.

 

Y si hoy le regatea su apoyo a Luis Miguel Barbosa, a su condición de jefe político en el estado, Morena va a estar condenado a la derrota el próximo año.

 

Se advierte desde hoy, porque en política no hay sorpresas sino sorprendidos.

 

 

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