Sábado, 20 de Abril del 2024
Lunes, 22 Junio 2020 02:19

La verborrea presidencial y el juicio de la Historia

La verborrea presidencial y el juicio de la Historia Escrito Por :   Arturo Rueda

Como no necesita que crean en él, el virus mata por miles en este momento. En un fin de semana ya llegamos a los 21 mil muertos. Esta semana, con seguridad, Puebla llegará a los mil muertos. También es previsible que en dos semanas todos los hospitales, públicos y privados, se saturen. ¿Qué haremos entonces?


 

El periodismo en tiempos de pandemia se encuentra en una paradoja que lo acerca a la inutilidad: repite muy bien el conteo de muertos por coronavirus, pero ese conteo de muertos es estéril porque es incapaz de cambiar la realidad. Ni tiene el poder de cambiar  la conducción errática del Gobierno federal, ni la actitud de la sociedad harta, desesperada por el confinamiento.

 

Ese conteo se ha vuelto una especie de medallero olímpico al grado de que las cifras ya no dicen nada. Tantos muertos este día, tantos muertos este otro. Tantos contagios ayer, tantos contagios mañana. Tantas camas ocupadas hoy, tantas ocupadas ayer.

 

¿Conduce a algo?

 

No dejo de pensar que la voz de AMLO es todavía más poderosa que la de todos los medios de comunicación y todos los periodistas juntos.

 

La voz presidencial dice que podemos salir, que la cosa no es tan grave, que la pandemia fue domada, es el argumento ideal para los mexicanos que no creen, que desestiman la gravedad, que no soportan quedarse en casa.

 

Por supuesto, el SARS-COV-2 no necesita que crean en él.

 

Mata de todos modos a los que creen y a los que no creen. A los que valoran la gravedad de la situación, y a los que desestiman. Mata menos a los que se quedan en casa, pero todos son susceptibles de caer en sus garras.

 

Como no necesita que crean en él, el virus mata por miles en este momento. En un fin de semana ya llegamos a los 21 mil muertos.

 

Esta semana, con seguridad, Puebla llegará a los mil muertos. También es previsible que en dos semanas todos los hospitales, públicos y privados, se saturen.

 

¿Qué haremos entonces?

 

¿Veremos gente muriendo en las calles, buscando hospitales sin encontrar?

 

A principios de año, nadie se imaginó esta devastación. Nadie pensó que el primer año de Barbosa quedaría marcado por la pandemia de un virus desconocido, nuevo, que arruinó los planes de todos, empezando por el gobernador.

 

Barbosa hace lo que puede, pero su voz no es más potente que la del presidente López Obrador. Si el presidente dice salgan, la gente saldrá. Si el presidente declara como esencial la industria automotriz, no habrá poder que hoy frene a VW y Audi.

 

Al mismo tiempo que mata seres humanos, el coronavirus mata la economía. Corta los dos circuitos al mismo tiempo, el de oferta y el de demanda. Cierran empresas grandes, pequeñas, medianas. Se pierden miles de empleos.

 

Mientras tanto, López-Gatell sigue saliendo todas las mañanas, todas las tardes, sin ruborizarse por su manejo genocida de la pandemia. Todos sus críticos tuvimos razón sin necesitar ser epidemiólogos. Nadie lo llama a dar cuentas, empezando por su jefe.

 

No es un Dr. Chunga. Es un villano que pasará a la historia nacional como un chacal. Un tipejo elevado por la suerte, pero que cayó devorado por su ambición de estrellato. Falló en todo lo que predijo.

 

Para su mala fortuna, todo, absolutamente todo lo que dijeron ambos, López Obrador y López-Gatell, quedó grabado. Y esos videos serán las municiones con los que la BOA, los grupos de interés, los que perdieron sus privilegios, ocuparán en las  elecciones de 2021, pero sobre todo en la revocación de mandato de 2022.

 

Porque queda claro que para 2021 y 2022 habrá menos mexicanos, pero habrá país y habrá lucha por el poder, porque esa lucha no la ha parado ninguna pandemia en toda la historia de la humanidad.

 

Que nadie lo dude: por supuesto que habrá juicio histórico contra AMLO por todo lo que ocurre en estos días. Más tarde que temprano, pagará esa verborrea presidencial, como el reconocer que dio la orden de liberar a Ovidio Guzmán, pese a que en los días posteriores al culiacanazo lo negó una y otra vez.

 

Yo lo llamo verborrea presidencial. Otros lo llamarán diarrea verbal. La verdad es que los conservadores tienen todas las municiones que necesitan para echarlo del poder. Municiones que él mismo pronunció.

 

Quizás no se ha dado cuenta de la hostilidad que rodean sus giras, cuando antes todo era fiesta. Que abra los ojos.

 

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