Viernes, 29 de Marzo del 2024
Martes, 18 Febrero 2020 00:28

El país de mierda de la violencia feminicida

El país de mierda de la violencia feminicida Escrito Por :   Arturo Rueda

Al final, sin una respuesta de Estado, sólo nos queda retraernos en la solidaridad de la familia, de la tribu: velar por las mujeres de nuestro entorno, hacerlas saber cuidadas, protegidas, reaccionar sin tregua ni cuartel ante la primera manifestación de violencia que alguien cometa contra ellas


 

De alguna forma, los mexicanos nos la hemos arreglado para construir un país de mierda, una sociedad llena de odio, con un gobierno que no tiene dirección ni sensibilidad y donde todos estamos en riesgo, especialmente las mujeres ante la violencia feminicida y de género.

 

No es que nadie se haya cruzado de brazos ni nos invada la resignación, pero nada funciona.

 

Ni el camino de la violencia, de la vandalización y las pintas de edificios que tomaron las feministas radicales para visibilizar la tragedia social con múltiples impactos indivduales.

 

Tampoco funcionan las instituciones: la Alerta de Género es una mala broma en los estados donde se activó, y las fiscalías, sus ministerios públicos, los tribunales, continúan revictimizando a las víctimas y a sus familias negándoles justicia.

 

Tampoco funciona que las mujeres ya ocupen la mitad de los cargos públicos en el país, una discriminación positiva que en teoría debió haber construido una nueva visión de la tragedia.

 

Y ya ni hablar de los esfuerzos organizados de la sociedad civil o los performance de “¡El violador eres tú!”.

 

Poco podemos aportar los medios de comunicación que en el caso Ingrid sacaron (sacamos) el cobre. No alcanzamos a darle una cobertura adecuada a esta tragedia social.

 

Desde hace tres años clamamos #NiUnaMás, y cada día hay una más. Sólo en el fin de semana aquí en Puebla hubo cinco víctimas de feminicidio.

 

En medio de esta tragedia, ayer López Obrador perdió la oportunidad de ponerse al frente de esta causa. De lanzar un mensaje contundente que se traduzca en una política de Estado.

 

El Presidente, si para todo tiene una postura, no la tiene para la violencia de género ni para luchar contra los feminicidios. Su mensaje verbal, su comunicación no verbal, es que el tema le incomoda, le estorba.

 

Ya lo había manifestado la semana anterior, cuando pidió que el feminicidio de Ingrid no opacara el anuncio del sorteo del no avión presidencial.

 

O cuando prefirió juntar a los empresarios más importantes del país para obligarlos a comprar cachitos del sorteo, pero no para impulsar una política de Estado que ayude a las mujeres.

 

Pero la realidad lo persigue, nos persigue, porque es implacable.

 

Si el viernes en la mañana las feministas radicales vandalizaron Palacio Nacional y luego marcharon en CDMX para quejarse por la muerte de Ingrid, el fin de semana quedó marcado por el feminicidio de Fátima, una niña de apenas 7 años.

 

Era inevitable que el caso llegara a la mañanera, y López Obrador evidenció su peor rostro, sin un atisbo de empatía por la muerte horrorosa de una niña inocente.

 

Una tragedia siempre selectiva porque hace apenas un par de semanas, aquí en Puebla, también ocurrió el feminicidio de Karen en Chietla, una niña de 9 años que también fue violada y asesinada sin que se levantara una oleada de indignación porque el caso, sí, ocurrió en Chietla y no en CDMX.

 

Un caso, además, pendiente de resolver para el fiscal Higuera Bernal.

 

Volviendo al tema de Fátima, los videos muestran que una mujer se la llevó de su escuela, lo que demuestra que la violencia de género feminicida la cometen hombres… pero también mujeres contra mujeres.

 

En resumen, estamos en un callejón sin salida porque nada ha funcionado y el único brillo en la oscuridad es la rabia con que algunas mujeres visibilizan sus casos. Algunas como Olimpia Coral.

 

Al final, sin una respuesta de Estado, sólo nos queda retraernos en la solidaridad de la familia, de la tribu: velar por las mujeres de nuestro entorno, hacerlas saber cuidadas, protegidas, reaccionar sin tregua ni cuartel ante la primera manifestación de violencia que alguien cometa contra ellas.

 

Y que Dios nos agarre confesados, porque ni la 4T, ni López Obrador ni la Sheinbaum nos van a ayudar.

 

Que sirva esto como un mea culpa porque confieso que yo tampoco he actuado correctamente a esta pandemia, pero aún tenemos oportunidad de cambiar.

 

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