Seis meses después del inicio del confinamiento, la pandemia en Puebla se encuentra en un punto oscuro, donde no se puede discernir la verdad de la mentira acerca de la gravedad que vivimos.

 

Aunque las muertes no paran, al grado de alcanzar a los nunca imaginados 4 mil fallecimientos, la tasa de ocupación en los hospitales se ha desplomado al grado de encontrarse semivacíos.

 

En otras palabras: más de un mes después del arranque de la reapertura económica y de llegar al semáforo naranja, no sólo no se presentó un rebrote, sino una amplia disminución en la tasa de ocupación hospitalaria, lo que siempre consideré el único indicador realista.

 

Pareciera un milagro de Navidad. Pero todas las cifras son contradictorias.

 

En el último mes, desde agosto 15, se ha sostenido la tasa de fallecimientos en 30 diarios en promedio. Ese día se reportaron 3 mil 113, y hasta el viernes 14 de septiembre, 4 mil 18. Es decir, 905 muertos por coronavirus.

 

 

Lo mismo pasa con la tasa de contagios, pues el promedio diario del último mes es 216. Aunque es un dato optimista, existe la sospecha fundada de que tiene truco, ya que según el matemático Arturo Erderly, la aplicación diaria de pruebas en Puebla se viene desplomando desde que alcanzó su máximo en junio.

 

En ese mes, llegaron a aplicarse arriba de 600 pruebas diarias en el pico máximo de la pandemia, pero ahora se procesan menos de 400. Si el Laboratorio Estatal de Epidemiología no se pone las pilas, nos vamos a caer a 350 pruebas diarias. Otra vez, andan muy güevones.

 

¿Por qué cada vez se procesan menos pruebas en el Laboratorio a cargo del Dr. Martínez? Sólo él lo sabe.

 

Veamos el resumen entonces: hay estabilidad desde hace un mes en la cantidad de fallecimientos -30 al día- y en contagios -216 promedio diario-, aunque la cantidad de pruebas que se hace cada día es menor.

 

Pese a estos datos contradictorios, lo único que tiene una tendencia sostenida a la baja es la de hospitalización, al grado de que pasamos del riesgo de la saturación a que hoy se encuentran semivacíos.

 

Hace un mes, la tasa de ocupación de camas de terapia intensiva era de 40 %, mientras que la ocupación de camas generales era del 52 %. Ahora, en las primeras es del 19 %, y en las de ocupación general se desplomaron al 32 %.

 

Todos estos datos contradictorios nos muestran que, en este momento, es muy difícil entender qué está pasando con la pandemia en Puebla.

 

Y todo esto viene a colación por la hipótesis más preocupante que se escucha en las calles: que si se sostiene el número de contagios y muertes, pero ha bajado la tasa de hospitalización, es porque los poblanos enfermos de coronavirus ya no quieren irse a internar, pues consideran los hospitales como garantía de muerte.

 

En efecto, los hospitales de Puebla se encontrarían semivacíos porque los poblanos han elegido, para bien o para mal, pasar la enfermedad en sus casas, pese al riesgo de morirse.

 

 

O dicho de otra forma, eligen morirse en sus casas para no hacerlo en los hospitales, que no son sólo garantía de morirse, sino de hacerlo en total soledad, además de la prohibición para realizar un funeral adecuado a la cultura familiar.

 

Si esto es así, seis meses después de iniciada la pandemia, los poblanos ya no quieren ir a los hospitales, de qué sirve la gran inversión que se hizo en la reconversión de los nosocomios, y cuál es el plan del gobierno de Barbosa para que NO alcancemos el 31 de diciembre la pavorosa proyección de la Universidad de Washington de 8 mil 400 fallecimientos.

 

Y eso sin tomar en cuenta el exceso de mortalidad del 54 % que, de acuerdo con las cifras del Registro Civil, se dio entre marzo y julio, para que fallecieran 7 mil poblanos más de los esperados.

 

Si esto sigue así, en realidad tenemos más de 8 mil fallecidos al momento, y al 31 de diciembre cerraremos el fatídico 2020 con más de 16 mil poblanos muertos por la pandemia.

 

 

Yo ya no entiendo nada.