Aunque dio su brazo a torcer y apenas aceptó antier por la noche en una larguísima reunión nocturna, Claudia Rivera Vivanco todavía no procesa la decisión de desprenderse de Lourdes Rosales como su titular de Seguridad Pública. La renuncia de la funcionaria le sabe a derrota, tanto en el plano personal como en la de activista del feminismo, pero es peor porque su Ayuntamiento será colonizado por el barbosismo.

La realidad es que la alcaldesa no tenía otra salida ante el desplome en las encuestas tanto de sus opciones de reelegirse, como de la intención de voto de Morena en la capital rumbo al 2021. Si el multihomicidio de Huejotzingo catapultó la salida del vicealmirante Amezaga, la marcha multitudinaria de los más de cien mil universitarios en las calles convenció a Luis Miguel Barbosa de que Lourdes Rosales no tenía ni un minuto más en la SSC.

¿Por qué? Porque esos miles de jóvenes, aunque un porcentaje sea foráneo, se convertirán en votantes en contra de Morena, sus candidatos a ediles y diputados locales, si la seguridad pública no mejora y se somete a la delincuencia.

Igual que le pasó al vicealmirante Amezaga, Lourdes Rosales cayó aunque la estadística de la incidencia delictiva estaban a su favor desde el mes de junio de 2019, cuando comenzaron a bajar la cantidad de delitos denunciados ante la Fiscalía. Con algún mes de rebote, noviembre, diciembre y enero 2020 tuvieron una reducción importante.

El servicio público, sin embargo, es ingrato. A Rosales se le cobra la factura de los meses caóticos de octubre 2018 a mayo 2019, cuando la delincuencia creció y creció sin control, pasando por alto que la incidencia estatal también se catapultó durante el gobierno interino, cuando el incremento mensual fue superior al 32 por ciento.

La alcaldesa Rivera Vivanco pudo demostrar solidez como gobernante si hubiera asumido como decisión propia la salida de Lourdes Rosales. Pero como no quiso confirmarla para esperarse al Cabildo de mañana, el gobernador Barbosa se le adelantó y capitalizó la decisión como suya al confirmar la renuncia de Lourdes Rosales, así como la llegada de otra mujer al cargo.

Esa otra mujer es Carla Morales Aguilar, quien forma parte del equipo de Ardelio Vargas, que en los hechos asume una coordinación en las sombras del gabinete metropolitano de seguridad. Ocho años después de tener la responsabilidad como titular de SSP con Moreno Valle, el oriundo de Xicotepec asume las mismas funciones pero en las sombras.

Que una mujer fuera la sustituta de Lourdes Rosales fue lo único que Claudia Rivera pudo negociar, pues la amenaza en caso de que no aceptara la destitución es que el gobernador haría uso de sus facultades contenidas en la Ley Orgánica de la Administración Pública para asumir el mando de la seguridad pública en su lugar de residencia.

Así que el gobernador Barbosa le aplicó a Claudia aquello de “coopelas o cuello”. De una u otra forma, el Ejecutivo asumió el costo político de cortarle la cabeza a Lourdes Rosales tras documentar actividades sospechosas en la SSC. Tras mostrarle la evidencia, la alcaldesa se quedó sin argumentos de defensa y sólo pidió que el relevo fuera otra mujer.

Derrotada también en el rubro del activismo feminista, Rivera Vivanco ahora se encuentra colonizada con la designación de Carla Morales Aguilar, a quien ni conoce ni confía. Ningún presidente municipal —por lo menos de Marín, Paredes o Doger en adelante— aceptó la colonización de su Ayuntamiento desde el gobierno estatal.

Pero las encuestas son contundentes y apenas queda tiempo para revertir una situación que luce desesperada para que Morena pueda ganar el Ayuntamiento y los siete distrititos, así como el impacto en toda la zona metropolitana. La situación mejora ya o ya.

Pero no hay ninguna esperanza de lograrlo si esos cien mil jóvenes en las calles se convierten en cien mil votos en contra, tomando en cuenta que una alta cantidad de ellos fueron votantes de AMLO y Morena en 2018.

La presidenta Claudia no debe olvidarse de eso: los cien mil gritos de indignación pueden sepultarla en 2021 con cien mil votos en contra. Pura y dura lógica electoral.