La toma del Congreso del estado por un grupo de activistas proabortistas pintaba para un gran escándalo…hasta que Claudia Rivera Vivanco lo mató al acudir a las afueras de la sede del Legislativo para hacer su parte en el show.

 

 

Lo mató porque, ella no lo sabe, tiene una imagen tóxica que contamina todo lo que toca. Y ahora contaminó las causas que supuestamente más le importan: las del feminismo.

 

Después de que Claudia apareció en el Congreso, los auténticos grupos feministas decidieron no vincularse a la acción radical de tomar un edificio en el que nadie labora actualmente por la pandemia. Se hicieron a un lado porque Claudia desprestigia.

 

Una causa legítima -la despenalización absoluta del aborto- se volvió política porque todo mundo entiende que Claudia quiere ejercer presión para que la mayoría de Morena apruebe su contradictoria Ley de Ingresos, así como que el gobierno estatal le libere sus permisos de impacto ambiental para las obras de la 5 de mayo, cuyo inicio ya tuvo que posponer en tres ocasiones.

 

Las obras del Centro Histórico no son un capricho para ella, sino un buen negocio. No quiere dejar perder esos pasitos.

 

La presidenta municipal no tiene interlocución con Casa Aguayo para pedir que la secretaria Beatriz Manrique libere los permisos de impacto ambiental. Como es mentirosa y no genera confianza, nadie le contesta los mensajes ni le toma las llamadas.

 

Tampoco tiene comunicación con alguien en la bancada de Morena, y ya sospecha que la mayoría no aprobará la Ley de Ingresos que construyó de la mano de los panistas para dar origen a ese engendro llamado MOREPAN.

 

Para inventarse un elemento de negociación, fraguó la toma del Congreso para dejar en mal a Biestro. La despenalización absoluta del aborto, si bien se encuentra en la agenda de izquierda de Morena, en Puebla no deja de ser un tema polémico que requiere una calibración correcta.

 

No es que Biestro o los demás diputados de Morena se opongan a esa reforma, sino que hace falta una calibración con otros factores de poder y segmentos de la sociedad. No se trata de radicalismos, sino de construir consensos.

 

Con el apoyo de la diputada Estefanía Rodríguez Sandoval -que responde a los intereses del súper delegado Rodrigo Abdala-, la alcaldesa fraguó un vodevil en la toma del Congreso. No menos de diez mujeres ingresaron al edificio a la mala, y sorpresivamente, llegó ahí la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos para “atenderlas” y quedarse a respaldarlas. Ella fue el Caballo de Troya.

 

Apenas unas horas después, llegaron Liza Aceves y Catalina Pérez Osorio -por cierto, qué ridiculazo protagoniza al recular sobre las acusaciones de proxenetismo vs Tony Gali y Luis Banck y ahora echarle la culpa a un muerto que no se puede defender- previo a la llegada de Claudia Rivera Vivanco.

 

Ironías del ejercicio público: Claudia no pudo atender a la familia del joven Aldo, que murió acuchillado víctima de la inseguridad, pero tiene tiempo para llegar al Congreso para escuchar reclamos de las feministas.

 

Claudia pensó que su presencia iba a incendiar la pradera, pero ocurrió exactamente lo contrario: apagó el fuego de las verdaderas organizaciones feministas que no quisieron prestarse al montaje de la presidenta para vengarse de Gabriel Biestro.

 

Pese a que en grupos de WhatsApp se solicitó apoyo masivo para ayudar a la toma del Congreso, no llegaron a reforzar ni diez mujeres.

 

Y aunque ayer se dio la tradicional movilización del Día Naranja vs la violencia de género y el Congreso local fue uno de los puntos al que llegó el contingente de feministas, luego de hacer su protesta se movieron al zócalo. Nadie se quedó a reforzar la toma del Legislativo.

 

Claudia no entiende, o no quiere entender, que su presencia es tóxica por el 45% de negativos que tiene como alcaldesa. Nadie le ha explicado es que la nube radiactiva de Chernobyl. Mata todo lo que toca y mata a quien la respira.

 

Biestro y Nora Escamilla hicieron lo que tenía que hacer: ofrecer diálogo, pero no aceptar presiones. La instrucción es dejar ahí a las activistas el tiempo que quieran, pero no van a negociar ni la Ley de Ingresos de Claudia, ni los permisos de impacto ambiental, ni nada.

 

Falló, pues, la venganza de Claudia vs Biestro. Una venganza fallida.