Como en la vida, en la política también funciona el principio lógico de que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Es decir, una cosa es que AMLO haya autorizado la reelección de diputados federales, locales y alcaldes, y otra cosa muy distinta es cómo se vaya a instrumentar dado que ni siquiera puede poner orden en su partido Morena, e incluso ya fue depuesto como consejero nacional de Morena por el grupo de Bertha Luján.

 

La primera complicación, como ya advierte Nay Salvatori en entrevista —quien por cierto debuta hoy como columnista de CAMBIO— es el principio de paridad de género, pues la última vez estuvo determinado por un sorteo en qué distritos y en qué municipios irían hombres y en cuáles irían mujeres.

 

Primer dilema: ¿habrá sorteo otra vez o no? Por ejemplo, podría ocurrir que en el distrito de Nay —Cholula— ahora cayera para hombre. ¿Qué pasaría entonces? ¿Cómo podría reelegirse la diputada federal? ¿Ubicándola en otro distrito que sea para mujeres? ¿De qué serviría entonces el arraigo y el trabajo realizado en el distrito?

 

Lo mismo aplica para presidentes municipales. Por ejemplo, en San Martín Texmelucan, San Andrés Cholula y Puebla capital cayó mujer, y las beneficiarias de ese giro de la suerte fueron Norma Layón, Claudia Rivera Vivanco y Karina Pérez Popoca. ¿Qué pasa si ahora cae para un hombre? ¿Cómo van a poder reelegirse?

 

El dilema es todavía más serio si, por ejemplo, es real la intención de postular a Gabriel Biestro como candidato de Morena a la alcaldía de Puebla capital. El primer problema no será bajar a Claudia Rivera Vivanco, sino cubrir la paridad de género para que a la Angelópolis ahora le toque hombre.

 

Lo mismo pasa en San Martín, San Andrés Cholula, Huejotzingo y Tecamachalco, gobernados por mujeres pero que ahora podría tocarles hombre. Y viceversa: los ediles de Huauchinango, Amozoc, San Pedro Cholula, Coronango y Tehuacán (dejémoslo así) que pasaría si cae mujer.

 

La decisión más sabia, o mejor dicho, más instrumentable, sería dejar las cosas como están: mujer donde hay mujer y hombre donde hay hombre, de tal forma que los reacomodos se den en los distritos y municipios donde Morena y sus aliados no ganaron en 2018.

 

Pero si ese tablero de la paridad de género se queda igual, volvemos al mismo problema: ¿cómo harán para que Biestro sea candidato? ¿Se convertirá en la excepción de todo Morena?

 

Otro problema es el mecanismo para la selección de candidatos: en teoría deberán levantarse encuestas para los 15 distritos federales, los 26 locales y las 217 alcaldías. ¿Qué va a pasar si, imaginemos, otro aspirante resulta mejor posicionado que el actual diputado o alcalde? ¿No acabará todo en juicios de nunca acabar en el TEPJF?

 

Un penúltimo dilema es qué ocurrirá con los actuales diputados federales que fueron postulados por Encuentro Social que perdió el registro a nivel nacional. En ese supuesto se ubica a Nay Salvatori y Fernando Manzanilla, que fueron parte de Juntos Haremos Historia pero ahora su partido no existe. ¿Cómo harán para reelegirse? ¿Renunciarán pronto a su partido de origen?

 

El último dilema de la reelección: ¿qué dirigencia aclarará este mapa político y cuál será su autoridad moral para resolver todos los conflictos que se avecinan?

 

¿La dirigencia interina de Ramírez Cuéllar, a quien nadie le reconoce su papel?

 

¿La de la compañera Yeidckol Polevsky, que en funciones de dirigente casi vitalicia tendrá poco margen para meter en cintura al grupo de Bertha Luján?

 

O, en cualquier caso, la de Bertha Luján, a quien las ansias de novillera la devoraron al grado de rasurar a López Obrador del padrón de Consejeros Nacionales, evidenciado una vez más su objetivo de desaparecerlo.

 

Muy compleja será la instrumentación de la reelección para Morena.