Todas las crisis que trae aparejadas la pandemia se suceden una tras otra, como en un efecto dominó. Casi simultáneamente ocurren, como si fueran las siete plagas bíblicas.

Si todo comenzó como una crisis sanitaria, luego económica, sigue otra petrolera, ahora los gobiernos comienzan a hacer sumas y restas para calcular el efecto en las finanzas públicas.

Parece evidente que la crisis económica -el cortocircuito de oferta y demanda al mismo tiempo- provocará un desplome del PIB y la actividad económica en todos los países del mundo. La otra secuela, la sobreoferta de petróleo que no puede ser vendida en ningún lado afectará todavía más a México y sus finanzas.

Las calificadoras internacionales más benévolas calculan una caída del 5.5 % del PIB, mientras que Hacienda la cifró en 3.9 %, pero los más catastróficos dicen que será del 8 %, pero lo cierto es que nadie tiene un dato certero porque todavía no entramos al ojo del huracán de las muertes por coronavirus, saturación de hospitales y hasta de crematorios y velatorios.

La moneda corriente es la incertidumbre del fin de la cuarentena, pero pese a ella, en los gobiernos se hacen cuentas de cuánto dinero se va a perder con la caía del PIB -pues menor actividad económica significa menor recaudación de impuestos-.

Pero el efecto es doble porque con el petróleo a menos de 10 dólares por barril -pues las coberturas son válidas hasta el mes de junio a 40 dólares- y de ahí se entrega al agujero negro del remate de barriles, implica un desplome de los ingresos presupuestales por petróleo.

En total, se calcula con una caída del 5 % del PIB, el Gobierno federal va a perder de entrada 400 mil millones de pesos, una barbaridad de dinero que se traducirá en un recorte al presupuesto y muy probablemente a las obras de la 4T como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto. Y es una estimación conservadora.

El intransigente AMLO no tarda en recibir el análisis de su secretario de Hacienda: hay que recortar porque el dinero no alcanza. La cobija se hizo chiquitita.

Los recortes serán en cascadas y también le va a tocar a los gobiernos estatales, pues otro efecto de la caída de ingresos tributarios y petroleros será el recorte en participaciones y aportaciones.

Además, los gobiernos estatales han recortado sus propias fuentes de ingresos. En el caso de Puebla, por ejemplo, se condonó temporalmente el Impuesto Sobre la Nómina (ISN) y se suspendió el de hospedaje.

Además hay gasto extraordinario en la reconversión de hospitales, compra de respiradores artificiales, camas de hospital, pruebas de coronavirus y hasta las macrodespensas.

¿Cuánto dinero va a perder Puebla por la caída de recursos federales?

De acuerdo con algunos análisis independientes, una primera estimación es de tres mil 500 millones de pesos si la caída del PIB fuera del 5 %, pero por cada punto más hay que restarle otros 750 millones.

En total, Puebla puede perder alrededor de 5 mil millones de pesos. Es probable que la Secretaría de Finanzas ya conozca estos números y que comienza a pensar en qué áreas va a hacer recortes inevitables.

Proyectos del gobierno barbosista se van a cancelar, como ya lo hicieron con los reclusorios que iban a comenzar a construirse este año.

Los recortes se irán también rumbo a Fiscalía, entidades autónomas, Congreso, Poder judicial y claro, a los gobierno municipales.

Pero los presidentes municipales no parecen enterados de la tormenta económica que se cierne sobre ellos, como parecen no enterarse de nada.

Todavía la semana pasada la alcaldesa de San Andrés Cholula, Karina Pérez Popoca, fue a tocar las puertas de Casa Aguayo para la construcción de un mercado municipal. Y lo mismo la desnorteada de Huejotzingo Angélica Alvarado.

Sí, además de empresas, pymes y microempresas, habrá gobiernos municipales que también van a quebrar. Ven pasar la tormenta y no se hincan.