Se acabo el miedo. La muerte por COVID se ha normalizado y los poblanos transitan, comercian y conviven alrededor de la entrada de urgencias del IMSS La Margarita a veces sin cubrebocas y sin importar que sea uno de los hospitales más letales de Puebla, con 34 mil 630 poblanos muertos por el virus.
Bajo el rayo del sol, cientos de personas se congregan todos los días en las afueras del búnker COVID, el Hospital General Zona 20 La Margarita, unos para esperar informes de sus familiares internados y otros para ganarse algún centavo instalando puestos de comida a pesar de que podría salir pagando un precio mayor: contagiarse de esta enfermedad.
CAMBIO constató la ligereza de los comerciantes ambulantes para mitigar la pandemia, pues solo utilizan un cubrebocas y a veces hasta mal puesto o basta con poner una botella de gel antibacterial y seguir con sus ventas habituales comercializando antojitos, artículos electrónicos o hasta insumos COVID sin respetar el metro y medio de distancia.
Los comerciantes refieren que no dejarán su lugar de venta frente a la clínica porque esto sería un golpe a su economía, la cual ya está afectada por la misma emergencia sanitaria. Lo que ellos no vislumbran es que uno de sus tantos clientes puede ser un portador del virus y contagiarlos.
Sólo una calle divide a la zona COVID de cientos de viviendas
En tanto, la Avenida 24 Sur, a un costado del hospital, es la frontera que divide la zona COVID y la Unidad Habitacional de La Margarita, donde residen cientos de familias poblanas a quienes ya no impacta presenciar todos los días el ingreso de ambulancias con enfermos COVID, así como carrozas fúnebres que recogen a las víctimas de la pandemia.
En contraste, todavía hay familias que reprueban estas circunstancias y mantienen la preocupación por su salud, ya que constantemente denuncian las aglomeraciones que se generan afuera del nosocomio por los puestos ambulantes o la ineficiencia del hospital para mantener a los seres queridos de los derechohabientes dentro de sus instalaciones.
En este punto convergen personas que tienen a un familiar enfermo de coronavirus con otros que tienen internados a alguien con otra enfermedad terminal, y al no haber alguna delimitación entre ellos, provoca que se aglomeren, poniendo en riesgo su salud y la de su paciente.
El acceso es controlado por un vigilante que tampoco asume las precauciones debidas y pone en riesgo a los que no han adquirido la enfermedad y que puedan contagiar a sus seres queridos que ingresaron a emergencias por otro tipo de causas, detonando un ‘contagiadero’, pues solamente se permite el paso a una persona por derechohabiente.
Y es que al entrar al hospital, las ambulancias que transportan a enfermos de coronavirus, son recibidos por un vigilante de la tercera edad que sólo utiliza un cubrebocas de tela que únicamente le cubre la boca y a escasos tres metros los paramédicos bajan al paciente infectado.
Desde que inició la pandemia y a sólo 17 días de cumplirse un año, así han vivido diariamente los habitantes, ambulantes, transeúntes, familias y el personal de vigilancia del sanatorio, que se hace ‘de la vista gorda’ con los más de nueve mil muertos y 70 mil contagios que ha dejado la emergencia sanitaria. No ha sido gratuito el galardón del hospital más letal de la entidad…
Fernanda Escobedo/ José Alberto Pérez
@mf_escobedo/ @josealberto_5