En Tehuacán de pronto aparecen historias que se escriben en silencio y luego estallan con fuerza. Una de ellas es la de Concepción Angélica R. Ortiz, administradora de empresas, estudiante de Nutrición Clínica y, sobre todo, una joven escritora que empieza a abrirse camino con una mezcla curiosa de disciplina, sensibilidad y una persistencia que sorprende.
Angélica —o “Angy”, como firma sus obras— comenzó a escribir mundos propios desde los dieciséis años. No fue casualidad. Su carácter reservado, casi hermético, la llevó a encontrar en las palabras un refugio. “Prefería observar en silencio antes que hablar”, recuerda. Ese hábito de mirar sin prisa la llevó a construir universos literarios que, poco a poco, empiezan a salir del cuaderno para llegar a manos de más lectores.
Una prueba de ello es Limbo, su proyecto más ambicioso: una historia que le tomó cinco años desarrollar y que nació entre desvelos, emociones acumuladas y noches que le exigieron hasta ocho horas seguidas de escritura. Limbo será la primera pieza de una trilogía titulada Error, cuya segunda parte ya está en proceso.
Pero Angy no se detiene ahí. A inicios de este año publicó su primer libro mediante autopublicación en Amazon: Torbellinos: el diario de un fragmentado Amor, una obra creada con una velocidad inusual, escrita en apenas una semana, pero cargada de una honestidad emocional que ya está conectando con sus primeros lectores.
Y la lista sigue creciendo. Angy tiene al menos cuatro libros más esperando ver la luz, entre ellos una historia que lleva ocho años escribiendo y que considera el proyecto más íntimo de su vida.
Lo interesante es que esta evolución literaria ocurre mientras combina su día a día con el trabajo en una consultoría contable y sus estudios en Nutrición Clínica. No es una escritora improvisada, es una joven que se prepara, se disciplina y se toma en serio el sueño que empezó hace más de una década.
“Espero vivir muchos años más para seguir escribiendo y para que mis obras lleguen algún día a muchas personas, porque esto lo soñé hace doce años. Lo imposible lo volví posible”, dice con una sonrisa tímida, pero orgullosa.
En un contexto donde pocas voces jóvenes logran abrirse paso desde ciudades fuera del circuito cultural tradicional, la historia de Angy destaca. No solo por su talento narrativo, sino por esa combinación poco común de constancia, estudio y sensibilidad que empieza a perfilarla como una nueva promesa literaria de Tehuacán.
Su obra, todavía en desarrollo, vibra con ese espíritu de quienes escriben para entender el mundo y para reconstruirse a sí mismos. Y eso, justo eso, es lo que coloca a Angy en una lista creciente de creadoras locales que merecen ser leídas, acompañadas y apoyadas.
Porque, al final, Tehuacán también se escribe desde voces como la suya.
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