Antorcha


Aquiles Córdova Morán*

07/05/2009

¿Y de dónde llegó la influenza?

A estas alturas, no hay ya mexicano cuya vida y actividades cotidianas no hayan sido trastocadas a causa de las medidas que las autoridades están tomando para contener la propagación de la “influenza porcina”. Nadie se salva de los inconvenientes y molestias derivados de la emergencia. Por lo que toca a nosotros (me refiero al Movimiento Antorchista Nacional), el daño difícilmente hubiera podido ser más grave. Como todo mundo sabe, llevábamos muy adelantados los preparativos para celebrar nuestro 35 aniversario con una magna concentración en el majestuoso Estadio Azteca, donde se darían cita 135 mil antorchistas de todo el país el 3 de mayo del año en curso. Se trataba de conmemorar 35 años de duros y agotadores esfuerzos, durante los cuales hemos tenido que enfrentarnos a todo tipo de enemigos gratuitos, a obstáculos de toda índole y a furiosas campañas mediáticas y policiacas en nuestra contra, tratando de hacer fracasar nuestro proyecto social. A pesar de todo eso y más, hemos sobrevivido y hemos logrado pasar, de 30 soñadores que iniciamos el experimento hace 35 años, a casi un millón de mexicanos pobres en todo el territorio nacional que han encontrado en nuestro movimiento, en su firmeza, lealtad y honradez a toda prueba, el arma política que andaban buscando para mitigar sus sufrimientos. Y eso, el milagro de haber sobrevivido y crecido sostenidamente bajo un fuego enemigo que no da tregua ni cuartel, sumado a los frutos palpables de nuestra lucha, es lo que nos proponíamos festejar el 3 de mayo.


Pero todo eso se nos cayó por la alerta sanitaria en la capital. Ya estaba a punto el programa político cultural de ese día; las invitaciones a personalidades destacadas de la política nacional habían sido repartidas con toda anticipación; estaban finiquitados detalles como asientos adicionales en el centro del estadio, pantallas gigantes para retransmitir el evento, lonas, templete central y sonido de alta definición. A lo largo y ancho del territorio nacional, muchos miles de mexicanos (antorchistas y no antorchistas) se mostraban entusiasmados como nunca con el evento y tenían ya todo listo para el viaje; literalmente, tenían ya el pie en el estribo para trasladarse a la capital. Desactivar a toda esa muchedumbre dándole las explicaciones que nos han parecido más pertinentes, ha sido, con mucho, lo más difícil y doloroso de esta intempestiva suspensión. Para dar una idea de la dimensión cuantitativa de esta desagradable tarea, diré que el único problema serio con que se habían topado los organizadores era que el contingente real que se apuntaba a asistir rebasaba con mucho el aforo normal del Azteca. Las últimas negociaciones con la empresa eran sobre cómo estirar al máximo esa capacidad en busca de dar acomodo a todos los que, según el cálculo inicial, quedaban fuera del evento. Todo se fue a la basura. Cierto es que ninguna autoridad responsable nos pidió u ordenó suspender el acto; pero nosotros (desmintiendo con ello el estereotipo de que somos un grupo necio, tozudo y belicoso, “que no entiende razones”) no creímos necesario esperar a que tal solicitud u orden llegara. El elemental sentido de responsabilidad nos decía que no podíamos poner en riesgo la salud de nuestros compañeros asistentes al acto, ni menos convertirnos en los diseminadores del virus por todo el territorio nacional. Teníamos que suspender y suspendimos. Hoy sólo nos queda la esperanza de que la empresa del Azteca, enterada de la causa de la suspensión, se muestre comprensiva y nos ayude a reprogramar el evento en condiciones equitativas.


Pero, a todo esto, ¿de dónde nos cayó la “influenza porcina”? ¿Cuál es la explicación de que sea precisamente aquí, en nuestro país, en donde muestre los rasgos más acusados de una pandemia y donde exhibe el carácter más agresivo, a tal punto que ya ha causado la muerte de varias personas? ¿Por qué es aquí donde se está extendiendo más rápidamente, al grado de temerse un “crecimiento exponencial” de los enfermos? No es un detalle menor el que, de entre la montaña de “información”, “recomendaciones” y “consejos prácticos” para evitar el contagio, no se pueda extraer una sola opinión documentada, seria y responsable sobre el origen del mal. Para un espectador atento, no hay duda de que esta “omisión” no es casual; que con toda intención se tapa el problema con los argumentos sosos y baladíes de siempre: “no se trata de encontrar culpables, sino de enfrentar unidos el problema”. Se oye bonito; pero la lógica de los hechos dice que, precisamente porque cada vez que enfrentamos un problema serio se evita ir al fondo del mismo y se encubre a los causantes del mismo, en vez de exigirles sus responsabilidades sociales, políticas y aun penales, es que estamos condenados a repetir los mismos problemas una y otra vez. Esa filosofía de que “de lo que se trata no es de hallar culpables sino enfrentar unidos la emergencia”, sólo beneficia, precisamente, a los culpables. Son ellos los primeros y los únicos interesados en que las cosas no se estudien a fondo, hasta su total esclarecimiento, por temor al respectivo y justo castigo de los responsables.

 

Todo estudiante que haya aprobado un curso de biología elemental sabe qué es un virus; y sabe también de su gran capacidad de mutación y de la peligrosidad de sus ataques a las células sanas del organismo. Sabe, por tanto, que el virus muta si el medio se le vuelve hostil, pero también cuando se le vuelve favorable para aprovecharlo mejor. ¿Dónde y por qué “mutó” el virus de la influenza llamada “estacional” para convertirse en este “virus nuevo” llamado de la “influenza porcina”? ¿Cómo llegó a México, si es que realmente vino de fuera, y quién era el responsable de impedir que tal cosa ocurriera? Pero, ¿sólo de fuera pudo llegar? ¿No pudo mutar aquí mismo en nuestro país? Y si ése fuera el caso ¿qué tendría que ver en ello la suspensión del servicio de agua potable a millones de mexiquenses y del Distrito Federal en días pasados, con la consiguiente absoluta falta de higiene personal y la acumulación de suciedad y de mugre, incluidas las heces fecales de millones de personas, durante varios días? ¿Es eso lo que se quiere ocultar y por eso se elude discutir el origen del problema? Yo nada más pregunto. Los verdaderos especialistas tienen la palabra.

 

*Dirigente del Movimiento Antorchista Nacional.

 



 
 

 

 
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