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Antorcha
Aquiles Córdova Morán*
DESPOJO Y FEROZ ACOSO A ANTORCHISTAS DE SONORA
Hace más de diez años, un numeroso grupo de familias del más humilde origen y carentes de un sitio para vivir, tomó posesión de un terreno abandonado y olvidado, que servía de basurero público, ubicado en las afueras de la ciudad y puerto de Guaymas en el estado de Sonora. A partir de ese momento, iniciaron las gestiones para la regularización de la propiedad ante las instancias estatales y municipales correspondientes, echando siempre por delante su total disposición a pagar el precio debido, siempre y cuando se les dieran condiciones adecuadas a sus magros ingresos familiares. Después de varios años de peregrinar de oficina en oficina y de funcionario en funcionario, sin más resultado que el desesperante peloteo que tan conocido es de todo mexicano humilde que haya intentado arreglar algo en oficinas de gobierno, los precaristas buscaron y obtuvieron el respaldo del Movimiento Antorchista de Sonora, que encabeza el Ing. Ricardo Esquivel Castañeda, el cual, después de vencer no pocas maniobras burocráticas, logró finalmente un acuerdo de solución, firmado por el Secretario de Gobierno, Licenciado Roberto Rubial Astiazarán, el día 11 de octubre de 2005. En dicho documento, el gobierno de Sonora se compromete a respetar la posesión de los demandantes y a la regularización de la propiedad para todos sin excepción, en un plazo perentorio. Ese documento obra, naturalmente, en poder del grupo a que me refiero.
La administración del gobernador Eduardo Bours Castelo nunca desconoció la validez del compromiso firmado por el Secretario de Gobierno y mantuvo la promesa de regularizar la propiedad de los precaristas. Pero, en meses recientes, ocurrió algo que hizo variar radicalmente la situación: como parte de la modernización y urbanización de Guaymas, las autoridades hicieron construir un moderno bulevar que, para desgracia de los humildes colonos que luchan por una vivienda, pasó exactamente frente al predio que habitan irregularmente desde hace once años redondos. Esto, lógicamente, hizo subir de la noche a la mañana el valor del predio, y, en particular, el de dos porciones del mismo: la franja que colinda con el bulevar, que abarca un total de 19 lotes, y una pequeña elevación que, aunque alejada de la vía de comunicación, ofrece una vista panorámica de la ciudad y el puerto que la hacen muy codiciable para fincar allí residencias de potentados o construcciones con fines de explotación turística. Es una superficie equivalente a 32 lotes, aunque, ciertamente, sólo 20 de ellos pertenecen a familias antorchistas.
Pues bien, a raíz de eso, como por encanto aparecieron 19 “propietarios” que, ostentando títulos expedidos por el gobierno del Estado, se dicen dueños de los 19 lotes ubicados frente al bulevar. Debo aclarar que dichos “títulos”, sin excepción, ostentan fechas posteriores al 11 de octubre de 2005, día en que se firmó el compromiso con el secretario Rubial Astiazarán, es decir, que se trata de documentos apócrifos, de origen absolutamente sospechoso por decir lo menos. Pero peor les fue a los poseedores de los lotes con vocación turística. A éstos, sin mayores alegatos, se les expulsó violentamente de sus casas y, a renglón seguido, se procedió a demoler con maquinaria pesada lo que ya estaba construido. En seguida se cercó el terreno y, desde entonces, se le vigila día y noche con gente armada hasta los dientes, para evitar que los humildes colonos recuperen lo que tan impunemente se les despojó.
Ante tamañas arbitrariedades, el Movimiento Antorchista de Sonora, no sin antes agotar todo intento de dialogo y de arreglo justiciero del conflicto, no ha tenido más remedio que lanzarse a la calle a denunciar el hecho ante la opinión pública y, finalmente, instalar un plantón permanente, pacífico, ordenado y respetuoso como ordena la ley, ante el palacio de gobierno en la ciudad de Hermosillo. Es verdad que los inconformes están aprovechando la ocasión para reclamar, también, la solución a otras demandas añejas de sonorenses humildes, que fueron planteadas desde el inicio del gobierno del Ingeniero Eduardo Bours y que, a la fecha, sólo han recibido evasivas y posposiciones indefinidas, tales como la construcción de una carretera en el poblado de El Sahuímaro, en la costa de Hermosillo; reconocimiento de una escuela primaria en una colonia popular de Hermosillo que carece de ese elemental servicio y la construcción de un puente sobre el río Mayo en Tesia, Navojoa. Con estas demandas comenzó la protesta pública; pero, al cabo de dos meses que obligaron a los plantonistas a pasar las fiestas de fin de año a la intemperie y lejos de sus familias, las cosas se han complicado, pues, en vez de dialogo y soluciones, sólo se han obtenido absurdas represalias que, obviamente, se han convertido en otras tantas demandas de los inconformes. Se trata de la suspensión de cien becas para niños de familias muy pobres, como “castigo” por la participación de sus padres en la protesta antorchista, y la suspensión del subsidio a la Casa del Estudiante Sonorense, también como grosera represalia por la solidaridad de los jóvenes con quienes han sido despojados de sus humildes viviendas.
La lucha, pues, no se ve sencilla ni de corta duración. Los antorchistas de Sonora deben disponerse a resistir por meses, y aun por años si fuere necesario. Por mi parte, estoy en condiciones de ofrecerles y garantizarles un apoyo cumplido, solidario y firme, de todo el Antorchismo Nacional. Ellos deben aprender que no basta tener razón y derechos; que es necesario educarse y organizarse para hacerlos valer ante quienes los desconocen y se olvidan de sus promesas al pueblo que los eligió. En Sonora, ese gran estado norteño orgullo de todos los mexicanos, el hambre, la ignorancia y la enfermedad deberían estar erradicadas a la luz de su riqueza natural y de la laboriosidad de sus habitantes. Pero no es así. ¡Y hay que luchar para que lo sea!
* Dirigente del Movimiento Antorchista Nacional.
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