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Bajo el Sol Roberto Martínez Garcilazo SIMULACION CULTURAL y PRESERVACION DE LA DESIGUALDAD SOCIAL PARA SPENCER, Q. E. P. D. Después de conocer el texto de la presentación del Programa Nacional de Cultura 2007-2012 que leyó Sergio Vela, en el Museo Nacional de Antropología, el pasado 10 de diciembre del 2007, surge la certeza de que estamos ante un vergonzoso caso de simulación cultural.
Ese día, frente a su jefe, y después de citar nerviosa y demagógicamente a Jaime Torre Bodet -La patria es continuidad y nosotros obreros de su grandeza- Sergio Vela expuso lo que chabacanamente llamó la índole y el sentido de sus aportaciones a ese gran esfuerzo histórico por la cultura.
Verdades a medias, mentiras completas y jerga de burócrata cultural fueron sus palabras: mecanismos de participación ciudadana… consulta popular… ejercicio de reflexión… diagnóstico cultural… planeación estratégica… agenda de prioridades… ampliación de la cobertura cultural… etcétera… etc.
El objetivo central del Programa Nacional de Cultura 2007-2012, según Sergio Vela, es situar a la cultura en la búsqueda del desarrollo humano sustentable como objetivo nacional, es decir, convertirla en un poderoso factor del desarrollo.
Y las tres estrategias cardinales para alcanzar lo anterior: fortalecimiento de las instituciones culturales; puesta al día de la infraestructura cultural nacional; y gestión corresponsable de la cultura.
No hay una idea rectora. No existe una propuesta de nación. No hay la postulación de un perfil ideal de ciudadano. No existe pasión cultural alguna e ese aburridísimo documento.
En cambio, lo que abunda es la bastarda obsecuencia oficial para con la plutocracia, tan de moda, que hoy bajo el nombre de promoción del mecenazgo pretende privatizar el patrimonio cultural en franca violación de la Constitución de la Republica que confiere condición pública a los servicios educativos y culturales que provee el Estado.
Por otra parte, el agotamiento del actual modelo oficial de gestión cultural (sustentado en la organización de espectáculos, en el eurocentrismo, y en la desvinculación de las labores educativas formales) exige de una revisión conceptual y operativa que beneficie a las clases populares, no a los empresarios ni a los magnánimos millonarios.
Para que sea liberadora, para que enriquezca críticamente la condición ciudadana de los electores de la República, debemos partir de la idea de que la cultura forma parte de la educación.
Coincidiendo con Adolfo Castañon<1>, afirmo que es imposible concebir y ejecutar política cultural alguna, si está divorciada de la política educativa.
Si, como es público y notorio, la educación en México está en bancarrota luego entonces también es un desastre nacional la cultura.
Porque es innegable que existe una relación orgánica entre el nivel de aprovechamiento escolar y la capacidad de apreciación estética. Las capacidades de razonamiento lógico y de pensamiento abstracto son las herramientas para la contemplación artística.
Según cifras de la UNESCO en México se lee un promedio de medio libro por habitante al año. Esto nos coloca en el penúltimo lugar de una lista de 108 países.
Aunque en la repartición de las culpas, sin duda, la mayor de ellas será para el burócrata que se ha constituido en pernicioso obstáculo institucional para la política pública cultural.
<1> Confabulario. ¿Cómo pensar la cultura si se divorcia de la educación? El Universal, 08/12/2007. |
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